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África: la quimera de la democratización

Ludger Schadomsky (JOV/PK)16 de junio de 2015

Omar al Bashir, el presidente de Sudán, buscado por genocidio por la Corte de La Haya, logró escapar de Sudáfrica dejando dudas sobre la democratización del continente, dice Ludger Schadomsky.

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Omar al-Baschir
Omar al-BaschirImagen: Reuters

Cero y van dos. Ya en julio de 2013 el buscado presidente de Sudán escapó de la captura de las autoridades de Nigeria que no pudieron (¿o quisieron?) capturar al presunto genocida. Y África del Sur fue el país que más criticó la supuesta inoperancia de la fiscalía de Nigeria. La misma África del Sur que ahora dejó huir, de nuevo, a Omar al Bashir.

Burlando la orden de captura de la Corte Penal Internacional, el presidente sudanés, Omar Hasan al Bashir, despegó este 15 de julio desde una base militar de Sudáfrica a Sudán después que un tribunal en Johannesburgo emitiera una orden de detención por acusaciones de crímenes de guerra y genocidio en Darfur.

¿Adiós al camino democrático?

Pero no sorprende que África del Sur haya protegido al acusado de genocidio. Ya el pasado 5 de junio, el ministro sudafricano de Relaciones Exteriores le había garantizado inmunidad a todos los asistentes a la Cumbre de la Unión Africana (UA). En los dos últimos años, el Gobierno de África de Sur no ha desaprovechado oportunidad para abandonar el curso prodemocrático a favor de una alianza con los BRICS, en especial con Rusia y China.

Aunque el escándalo gira en torno a Bashir, no menos interesante es el caso del mismo Jacob Zuma, presidente de África del Sur, denunciado por sus colegas debido a ataques xenófobos contra trabajadores migrantes africanos. Y, de nuevo, la crisis de los cientos de miles de emigrantes africanos fue relegada a un plano insignificante. Mientras la crisis de los refugiados preocupa a los europeos, a los mandatarios africanos, de cuyos países huyen esos miles y miles, no parece interesarles la tragedia.

La huida de al Bashir de África del Sur lanza un mensaje devastador: Sudáfrica y Nigeria, los dos pesos pesados de África, tanto política como económicamente, se oponen abiertamente a la Corte Penal Internacional, cuyo fiscal general es, por cierto, una mujer africana, de quien no se puede afirmar que haya emprendido una neocolonialista caza de brujas contra los africanos, como suelen argumentar los déspotas africanos.

Con Jjfes de Estado de Burundi, Ruanda y la República Democrática del Congo son tres los presidentes ausentes en Sudáfrica que gobiernan en sus países inconstitucionalmente, por segunda y tercera vez. Es una bofetada para el curso prodemocrático africano que Paul Kagame, cabeza del régimen autoritario de Ruanda, se haya hecho nominar oficialmente como candidato para un tercer periodo, justo durante los días de la Cumbre UA en África del Sur.

Tono moderado de Berlín

Justamente el Gobierno alemán, que antes había respaldado fuertemente la Corte Penal Internacional y aplaudido el enjuiciamiento de los crímenes de lesa humanidad en Darfur le baja el tono a su postura frente a Sudán. Es un misterio cómo es que los ministerios de Defensa y Desarrollo alemanes van a hacer coincidir su conducta con el postulado de la “nueva responsabilidad hacia África”.

Para quien aún no se haya dado cuenta: el mito del león africano que salta creciendo dos dígitos hacia un futuro democrático y constitucional es un cuento de hadas, un mito, una quimera. Las previsiones económicas de cara a la caída de los precios del mercado mundial se revisan a la baja. Los conflictos armados desde Somalia hasta Malí ensombrecen más el panorama. Que en Nigeria, un exgeneral golpista sea celebrado como un faro de esperanza, dice mucho del actual estado de África.