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Afganistán: ISAF al sur

Pablo Kummetz31 de julio de 2006

Más de cuatro años y medio después de la caída de los talibanes, la ISAF asumió el lunes el comando sobre el sur de Afganistán. Pero la situación está lejos de ser estable.

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Una niña posa delante de una pared con las marcas de una explosión en Kabul. Casi cinco años después de la caída de los talibanes, la situación sigue inestable.Imagen: AP

La Fuerza Internacional de Asistencia y Seguridad (ISAF), con mandato de la ONU, es comandada desde agosto de 2003 por la OTAN. Hasta ahora operaban en el sur sólo tropas de la coalición de EEUU, que acaban de declarar terminada la mayor operación militar

La ISAF ha operado hasta el presente sólo en el norte, en el oeste y en Kabul, la capital. Complementariamente a sus ahora algo más de 10.000 soldados en Afganistán, la ISAF estacionará ahora unos 8000 en el sur, donde serán retiradas tropas estadounidenses.

Simultáneamente a la asunción del comando de ISAF sobre el sur terminó también la mayor ofensiva de la Coalición desde el fin del Gobierno talibán, a fines de 2001.

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Soldados británicos patrullan en las afueras de Kabul.Imagen: AP

A mediados de mayo, las tropas de la Coalición comenzaron con más de 10.000 soldados la operación "Mountain Thrust" ("Incursión en las montañas"). Desde entonces murieron más de 900 seres humanos en los combates y como consecuencia de atentados, entre ellos 35 soldados extranjeros. En combates el último fin de semana fueron matados docenas de rebeldes.

Dramático empeoramiento

La operación se enmarca en una estrategia militar, consistente en “cerrar” la zona pacificada y separarla del sur del país, donde aún se registran actividades militares de los talibanes. La idea es dividir Afganistán y trazar una “frontera segura” entre las cuatro provincias pacificadas -incluida Kabul- y la zona de guerra.

Los militares tienen claras ideas acerca del futuro del país. Pero que la ISAF logre realmente pacificar el país es bastante cuestionable, pues amén de la difícil situación de seguridad, son sobre todo los déficits políticos y económicos los que dificultan un nuevo comienzo democrático.

Pos si fuera poco, la situación de seguridad en Afganistán ha empeorado dramáticamente en los últimos meses. Desde comienzos de este año han muerto como consecuencia de atentados y combates más de 1600 seres humanos en todo el país.

Ello ha sacudido la confianza de la población en la capacidad del Gobierno para crear estabilidad. Es más, el Gobierno de Karzai, por más que éste no lo reconozca, se halla en medio de una dramática crisis de confianza.

Atentados suicidas

Kabul espera ahora que la ISAF pueda echar a los talibanes de las alejadas aldeas en el sur. Pero ello puede ser más difícil de lo que Karzai piensa. Por un lado, la ISAF tiene problemas logísticos, sobre todo en el apoyo aéreo y los equipos de salvamento. Por otro, los soldados deben hacer frente a una nueva táctica de los talibanes.

Luego de los duros golpes que les propinaron las fuerzas de la coalición de EEUU en las últimas semanas, los talibanes han cambiado su "modus operandi": ahora evitan la confrontación directa y apuestan cada vez más por los atentados suicidas, según el modelo iraquí.

Es decir, en términos militares, que la ISAF dependerá mucho más que hasta ahora de la cooperación con la Policía y los servicios secretos afganos. Pero la capacitación de las fuerzas afganas es deficiente, su armamento insuficiente y su motivación, escasa.

El factor social

Das neue Afghanistan ist das Alte
Trabajadores afganos esperan en Kabul que alguien los contrate: el nuevo Afganistán es el viejo.

La amenaza de atentados terroristas es un factor. Pero la autoridad del Gobierno de Kabul es minada sobre todo por la creciente pobreza y desocupación y la falta generalizada de perspectivas para la población, sobre todo para los aproximadamente cuatro millones de fugitivos que regresaron a Afganistán.

El proceso de reconstrucción de Afganistán se ha estancado, luego de una euforia inicial. Sólo la rama de la construcción florece en las grandes ciudades, donde se establece sobre todo una elite de nuevos ricos. Las diferencias entre los pocos ricos y los muchos pobres aumentan, la desocupación es enorme y el déficit de vivienda, alarmante.

El presidente Karzai no ha logrado cumplir con su promesa de aumentar los ingresos medios. Una estrategia clara para el desarrollo económico y el logro de la estabilidad brilla por su ausencia.

Apuesta por los ultraconservadores

Además, en lugar de apoyar a las fuerzas democráticas, Karzai apuesta crecientemente por los ultraconservadores y religiosos fundamentalistas. En diciembre pasado hizo un pacto con el radical Abdur Rab Sayyaf, líder del partido Misión Islámica, para lograr más apoyo en el Parlamento. Pero el tiro le salió por la culata: en la Cámara ganó otro candidato, con el resultado de que la posición de Karzai quedó más débil aún.

Por si fuera poco, Karzai satisfizo sin necesidad el deseo de los fundamentalistas islámicos de crear una "Autoridad para el fomento de la virtud e impedir el vicio". Una "policía de las buenas costumbres" había ya hecho estragos durante el periodo talibán, asediando mujeres, ofendiendo hombres y violando los derechos humanos con violencia cruda.

La oposición demócrata ve en el renacimiento de la policía de las virtudes un peligroso paso que pone en peligro el proceso hacia una democracia, ya que legitima medidas sobre la base de dogmas ideológicos y religiosos.

Por si fuera poco, desde los desórdenes desatados por un accidente de tránsito en Kabul a fines de mayo, Karzai teme perder poder, a pesar de que la comunidad internacional lo apoya, a falta de mejores alternativas. Tampoco parece haber alternativas al deseo internacional de impulsar el proceso de reconstrucción democrática en Afganistán. Pero el deseo solo no basta y una estrategia política convincente no se ve por ningún lado.