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ALBA, Cuba, Venezuela: tres puntas de una estrategia

Amir Valle
31 de julio de 2017

La Constituyente elegida en Venezuela no es un paso errado hacia el abismo como piensa la oposición venezolana, sino una estocada de reposicionamiento estratégico orquestado por los cerebros del ALBA, según Amir Valle.

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Venezuela Caracas Nicolas Maduro
Imagen: picture-alliance/dpa/M. Quintero

Lo ocurrido este domingo en Venezuela arroja nítidos resultados: por un lado, pese a su unidad de los últimos tiempos, ni la Asamblea Nacional de mayoría opositora ni la MUD lograron encontrar vías para evitar que una minoría popular aprobara un proyecto que puede convertir al país en una dictadura aunque con un dudoso traje democrático; y por otro lado, Maduro aprovechó a la perfección la abulia internacional sobre la situación en Venezuela para conseguir un viejo sueño de Fidel Castro anunciado por el entonces vicepresidente cubano Carlos Lage en varias de sus comparecencias en los tiempos de mayor cercanía entre La Habana y Caracas: que Venezuela caminara junto a Cuba en un mismo modelo político que guiaría a otras naciones en la región hacia un mundo más justo para América Latina.

Desde el mismo momento en que Maduro convocó a una Asamblea Constituyente la oposición comenzó un ingenuo discurso, que aún no ha abandonado: la Constituyente sería la derrota del oficialismo. Pero más ingenuo resulta que sigan asumiendo que esa supuesta derrota ocurrirá porque los deseos de libertad de los venezolanos estarán apoyados por la opinión pública internacional. A no ser mediante la intervención de fuerzas militares de organismos internacionales o de países miembros de la OTAN y otras agrupaciones similares, ¿qué casos podrían ponerse de ejemplos para demostrar la tesis de que el apoyo de esa opinión pública internacional ha resuelto conflictos nacionales o regionales?

Cualquier opositor a cualquiera de los regímenes de mano dura que actualmente existen en América Latina debiera saber ya que tanto los organismos internacionales, los bloques políticos/económicos regionales como los organismos no gubernamentales y fundaciones por la defensa de los derechos y libertades han demostrado su total incapacidad para ir más allá de la siempre inoperante retórica de la denuncia o lo políticamente correcto.

Estrategias ¿invisibles?

Amir Valle
Amir Valle

Bochornosamente esa opinión pública se ha acostumbrado a las aberraciones militaristas de doble moral de los Estados Unidos, a las bravuconadas armamentistas de Corea del Norte, a los sucios juegos de poder que lanza Putin desde su otra dictadura en Moscú y a las violaciones de la dictadura cubana. Con excepción de Estados Unidos, la OEA y el grupo IDEA de presidentes latinoamericanos, quienes se han pronunciado sobre la terrible situación venezolana, simplemente se han limitado al diplomático "valore Usted su idea, Presidente, que no es correcta". Habrá que ver más adelante qué resultados prácticos propondrán esas naciones latinoamericanas y europeas que han dicho que no van a reconocer la Asamblea Constituyente. Pero en ese contexto de permisibilidad y rejuegos políticos/económicos era previsible la estrategia de Maduro, sin olvidar tampoco que forma parte de una jugada mayor: la de los poderes políticos regionales que mueven los hilos del ALBA.

¿Puede olvidarse acaso que fue en los momentos más críticos de levantamiento popular en Venezuela cuando el grupo ALBA convocó con urgencia en La Habana su XV Consejo Político? ¿Olvida alguien que el tema de esa reunión fue precisamente "salvar a Venezuela" y "enfrentar unidos la nueva agenda imperial contra la región, parar la arremetida contra los gobiernos de izquierda y progresistas e impedir que se reviertan todos los logros alcanzados por nuestro pueblo en los últimos 20 años"? ¿Es casualidad entonces que luego de esa reunión, celebrada en abril, Maduro regresara a Caracas para convocar en mayo la Asamblea Constituyente?  

Las antiguas fórmulas

El ALBA, esa "fórmula mágica creada por el amor de dos genios de nuestra América, la genialidad de Fidel Castro y Hugo Chávez Frías", como se lee en la Declaración de Caracas, en marzo de 2017, ante su pérdida del poder real en América Latina regresó su estrategia a las antiguas fórmulas: el atrincheramiento ideológico, la compra de "amigos" a través de PetroCaribe y la unidad contra un enemigo común: la oligarquía internacional. Los errores estratégicos que sufrieron ante la postura dialogante de Obama duraron poco: la Casa Blanca fue asaltada por Trump, típico ejemplar de derecha, centro modélico siempre de los ataques ideológicos de esa izquierda latinoamericana.

Esta postura bravucona de Maduro ni siquiera es suya, la había delineado Fidel Castro en sus críticas a Nikita Jruschov por negociar con Estados Unidos durante la Crisis de Octubre: "ante la prepotencia imperialista no se baja la cabeza, se ataca". Y eso es justo lo que Caracas acaba de hacer ante la mirada quejica pero impotente del mundo: imponer en Venezuela un organismo "popular" que obedecerá al único partido político gobernante declarando ilegal cualquier tipo de oposición, sobre la cual se vendrán tiempos muy negros. "Casualmente" modelo exacto al que hoy impera en Cuba.