Alerta roja en el mercado laboral
6 de febrero de 2003"Dramático", "catastrófico", "alarmante"; así calificaron al unísono los políticos alemanes el incremento del desempleo que consignan las últimas estadísticas, dadas a conocer este miércoles. Con 4.623.000 personas sin trabajo, la tasa de desocupación alcanzó su nivel más alto en Alemania desde que asumió el poder la coalición de socialdemócratas y verdes, encabezada por el canciller Gerhard Schröder, en 1998. Más de 333 mil personas pasaron en el último mes a engrosar las filas de los desempleados, que se han convertido en la mayor pesadilla del gobierno de Berlín.
Esfuerzo nacional
El superministro Wolfgang Clement, que ocupa las carteras de Economía y Trabajo, fue el encargado de dar la cara al mal tiempo. "La situación demuestra cuán urgentemente necesarias son las reformas estructurales que el gobierno se propone llevar a cabo para aliviar la carga de los sistemas de seguridad social y mejorar la situación del mercado laboral", señaló la estrella del gabinete de Schröder, haciendo un vehemente llamado a efectuar un gran esfuerzo conjunto.
También la jefa de la Unión Cristianodemócrata (CDU), Angela Merkel, exhortó a un esfuerzo de unidad nacional, en vista de estas cifras que, según dijo, "superaron las peores expectativas". Lógicamente los desastrosos resultados en el campo laboral brindan abundante munición para atacar al gobierno. Pero, en vista de las dimensiones del problema, tampoco la oposición puede desentenderse de la responsabilidad y tendrá que asumir una actitud constructiva para posibilitar los grandes cambios estructurales, que se han vuelto inevitables.
Cuestión de supervivencia
Para el gobierno, ya severamente golpeado por los últimos desastres electorales regionales de la socialdemocracia, el pronunciado incremento de la desocupación constituye en todo caso un nuevo aguijonazo político. La adopción de medidas eficaces se convierte a estas alturas en un asunto de supervivencia. Sin embargo, la batalla por imponer una mayor flexibilidad laboral, sacrificando en parte conquistas sindicales de décadas, será sin lugar a dudas en extremo dura.
Por otra parte, las autoridades están conscientes de que el catálogo de reformas proyectadas no surtirá efectos inmediatos. Máxime considerando que la coyuntura económica se resiste a repuntar, no sólo en Alemania, sino a nivel internacional. Pero de poco consuelo sirve constatar que también otras naciones, como España y Francia, sufren altas tasas de desocupación; ni hacer notar que los datos registrados en las estadísticas difieren en los diversos países europeos, de manera que en Alemania la tasa se ve abultada porque incluye también a personas que trabajan menos de 14 horas a la semana o que por diversos motivos no están en condiciones de asumir un empleo.
Una homologación de los métodos estadísticos podría rebajar la tasa germana del 11,1% en casi un punto porcentual, según algunos expertos. Pero eso sería mera cosmética. La realidad es que la economía alemana, con su amplio sistema de seguridad social, no podrá despegar realmente si no resuelve los problemas del mercado laboral. En este punto concuerdan el gobierno y la oposición. La diferencia básica radica en cuántos logros sociales están dispuestos a sacrificar.