Alimentos para el mundo: calidad en lugar de cantidad
25 de octubre de 2013“Maíz, por todos lados maíz”, dice Hans Rudolf Herren, presidente de la Fundación Biovision para un desarrollo sostenible, ganador del Premio Nobel Alternativo 2013. Desde hace años hay un gran desequilibrio en la producción de alimentos. “¡En África, Brasil y en el continente americano se pueden recorrer kilómetros y kilómetros, y solo se ven campos de maíz con el que se fabrica etanol y forraje para animales, y eso está muy mal!”, afirma.
Cerca de un tercio de la cosecha de cereales en el mundo se destina a la alimentación de ganado, y en total más del 50 por ciento de las cosechas se emplean en la producción industrial y en generar energía. El resto, menos de la mitad, se usa para la alimentación humana. Mientras eso no representa un problema en los países ricos, alrededor de 800 millones de personas sufren de hambre en todo el mundo, sobre todo en África, al sur del Sahara, y en Asia.
Exportaciones de alimentos y pobreza para los campesinos
Según expertos, el hambre es consecuencia de una agricultura poco eficiente. “En EE. UU., por ejemplo, sse pensaba que allí había que producir alimentos de manera más eficiente y más barata que en los países en vías de desarrollo”, explica Roger Thurow, experto en agricultura global en el Chicago Council on Global Affairs. Los países africanos eran el destino de esos alimentos. Pero esa fórmula es demasiado estrecha de miras, ya que los agricultores en países de África se vuelven dependientes de esa ayuda, y el resultado de eso es que allí la agricultura no evoluciona, no se moderniza. Pierden hasta un 30 por ciento de sus cosechas por no tener depósitos adecuados, dice Thurow, y no hay rutas para transportarlas, además de que los suelos están agotados.
Más calidad en lugar de cantidad
Actualmente, lo importante no es producir más cantidad de alimentos, sino una oferta más diversa y de mayor calidad. En India, por ejemplo, se logró aumentar el rendimiento de las cosechas, explica el experto en nutrición Michael Krawinkel, de la Universidad Justus Liebig, de Giessen. Sin embargo, allí todavía hay una gran cantidad de personas subalimentadas, tantas como en ningún otro país del mundo. En Europa y EE. UU., por el contrario, donde la agricultura se subvenciona y los alimentos son baratos, enfermedades como la adiposidad, la diabetes y la hipertonía se han vuelto crónicas y están a la orden del día. Además, en todo el planeta la agricultura se tiene que adaptar al cambio climático y a la disminución de recursos.
Luchar contra el hambre todavía es prioritario, pero “comer hasta saciarse no es suficiente. Necesitamos una gran gama de vitaminas y minerales para sentir que estamos satisfechos y para que se produzca un equilibrio del azúcar y las grasas en la sangre”, dice Krawinkel.
El objetivo: una agricultura sostenible
Para Hans Rudolf Herren es muy importante lograr que la agricultura sostenible se transforme en uno de los objetivos del desarrollo sostenible, que está siendo elaborada por un grupo de trabajo de Naciones Unidas. Pero, en definitiva, la actitud de la gente es clave: “Al comprar alimentos, se debe tener la suficiente libertad como para elegir bien. Sigo pensando que la industria será la que se adapte a los consumidores”, subraya. Más vegetales, más verdura en lugar de carne, son las bases para estar más sanos y para fomentar precios más justos a nivel global.