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Heroína de la Eurozona

28 de octubre de 2011

Acuerdos que prometían poner fin a la crisis en la zona euro, pero que parecían imposibles de alcanzar, fueron logrados en la cumbre de Bruselas de este 27 de octubre. ¿Se debe su éxito al liderazgo de Angela Merkel?

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Un día después de la cumbre en la que los líderes comunitarios llegaron a un acuerdo para ponerle coto a la crisis de la Eurozona, predominan en Berlín las opiniones positivas sobre la actuación de la canciller alemana, Angela Merkel, en Bruselas. Los elogios son articulados sobre todo por los miembros de su partido, la Unión Demócrata Cristiana (CDU); entre ellos se habla de un paso importante para la estabilización del euro, de la manera en que la jefa de Gobierno impuso los puntos de su agenda, del don de mando de Merkel.

Pero en la satisfacción de los democristianos se deja sentir también un toque de alivio. Después de todo, durante los últimos meses, a Merkel se le echó en cara su tendencia a la vacilación y al titubeo, tanto en asuntos de política interior como en el ámbito continental. Y no fueron solamente los más escépticos quienes advirtieron que no cabía esperar demasiado del encuentro de Bruselas. Ahora, más de uno se frota los ojos, incapaz de creer las decisiones que han sido tomadas y la velocidad con que se han asumido ciertas medidas.

Lo que durante semanas –más bien meses– fue visto como algo imposible, se ha vuelto factible de la noche a la mañana. A Grecia se le condonará la mitad de su deuda y el sector privado –los bancos y las aseguradoras– tendrá que meter el hombro para que esto sea posible. Si no logran hacerlo solos, deberá echarse mano a la ayuda nacional, antes de que Europa intervenga con su fondo de rescate. Y el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) no obtendrá licencia bancaria alguna por ello, como lo exigían los franceses.

¿A qué se debió el éxito de la última cumbre de Bruselas?

Sólo se ofrecerá ayuda para los Estados con grandes deudas a cambio de obligaciones estrictas; los plazos para la imposición de programas de austeridad y reformas ya han sido negociadas, como lo demuestra el caso de Italia. Los tratados europeos deben ser enmendados, y a toda prisa. Pero, ¿se deben todas estas decisiones al liderazgo de la canciller alemana? A Romano Prodi, otrora presidente de la Comisión Europea, se le atribuye la siguiente frase: “La dama toma las decisiones y el presidente galo las explica en rueda de prensa”.

Sin duda, Alemania es el motor económico más potente de Europa y lleva a cuestas la mayor parte de las pesadas cargas financieras que la crisis de las deudas genera. Pero ese no puede ser el único factor detrás de los resultados de la larga noche de Bruselas. En los círculos oficiales de Berlín se comenta que los acontecimientos más recientes son el producto de afortunadas coincidencias que comenzaron el 19 de octubre, cuando el mandatario francés, Nicolas Sarkozy, se presentó sorpresivamente en Fráncfort.

Su presencia en suelo germano puso en marcha una serie de encuentros informales –de pequeña escala, nada planificados– que terminaron siendo eficientemente aprovechados y muy productivos. De ahí que, poco después, en el curso de una sola noche, se pudieran canalizar los distintos esfuerzos para llegar a un consenso continental. Uno de esos encuentros informales tuvo lugar en la llamada Ronda de Fráncfort, durante la despedida oficial del presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet.

Angela Merkel, una estadista estoica

En esa ocasión, Merkel coincidió con Sarkozy, con Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional; con Herman Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo; con José Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea; y con el propio Trichet. Con su visita, tan inesperada como dramática –después de todo, su esposa estaba en la sala de parto–, el jefe del Gobierno francés buscaba agarrar desprevenida a su homóloga alemana. Pero Merkel no es de las que se dejan impresionar fácilmente.

Eso debía haberlo sabido Sarkozy. Algunos describen a Merkel como una persona estoica, de aspecto tranquilo, siempre sonriente, pero perseverante e inflexible cuando de alcanzar sus propósitos se trata. ¿Qué otro político puede decir de sí mismo que le basta dormir de cuatro a cinco horas cada noche, o suprimir del todo su necesidad de hacer una siesta cuando la situación lo amerita? Esa cualidad debe haber ayudado mucho a Merkel en la madrugada del 27 de octubre, cuando lo que estaba en juego era terminar la cumbre con un acuerdo.

En las duras transacciones con los bancos, Merkel, Sarkozy y los directores de las instituciones comunitarias asistieron personalmente a la mesa de negociaciones. “Nosotros sólo hicimos una oferta. Esa era nuestra última palabra”, diría Merkel horas después, dejando en el aire la impresión de que, hasta cierto punto, la mujer fuerte de Berlín se había hastiado de discusiones que no conducían a nada. Desde luego, la propia Merkel se expresaría en otros términos si alguien se lo preguntara.

Las cosas necesitan alcanzar un punto de maduración antes de que uno pueda tomar una decisión, dijo la canciller alemana una vez, dejando hablar a la científica en ella. En el campo de la Física, ciertos experimentos ameritan mucha paciencia, capacidad analítica y la intuición para saber cuándo interrumpirlos y cuándo dejarlos continuar. En Bruselas, su experimento fue todo un éxito.

Autora: Sabine Kinkartz
Editora: Emilia Rojas Sasse