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Antídotos contra noviembre

Mirra Banchón11 de noviembre de 2005

Las calles de algunas ciudades alemanas se llenan el once de noviembre de un color y una alegría que contrastan con lo oscuro y sombrío de su cielo invernal.

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¡Color, color a mí!Imagen: AP

En el mes de noviembre, la oscuridad, el frío y una casi permanente llovizna se ciernen sobre Alemania, y sobre el ánimo de sus habitantes. Sin embargo, el once de noviembre un duende de alegría recorre algunas ciudades germanas, sobre todo en Renania. Farolillos, disfraces, dulces, cerveza y ganso relleno ayudan a sobrellevar, por lo menos por un día, mejor la oscuridad de noviembre.

Sankt Martins-Laternen- und Lampions
Los niños suelen hacer sus farolillos, de papelImagen: dpa

Las calles se llenan, por un lado, de grupos de niños, quienes portando farolillos y cantando, siguen a un jinete encapotado y, por otro, de grandes masas de adultos moviendo sus torsos de un lado al otro arremolinadas en torno a algún expendio de cerveza. Es que dos celebraciones se comparten una misma fecha: el inicio de la quinta estación del año, el tan famoso carnaval, y la celebración del día de San Martín.

El carnaval, sobre todo colonés

El once del once a las once y once de la mañana… todos los años, puntualmente, se concentran miles y miles de disfrazados delante de los ayuntamientos de Colonia, Düsseldorf y Maguncia para dar inicio al carnaval. Sólo inicio, pues la gran fiesta carnavalística es en febrero.

Portando todo el color posible -que contrasta claramente con lo encapotado del cielo y la llovizna gélida- y disfrazados y pintados de la cabeza a los pies, la población germana, acompañada de muchos y bienvenidos curiosos, se dispone a dar rienda suelta a todo lo que lleve dentro.

Coreando un alaaf, el "grito de guerra" del carnaval en Colonia, bailan, se ríen, se besan y se abrazan por horas y horas, repitiendo escenas que se vieron por primera vez hace muchos siglos. Una de las primeros registros de esta celebración lo realizó el gran poeta medieval germano Wolfram von Eschenbach (alrededor de 1170-1220), a comienzos del siglo 13.

San Martín: un santo europeo

Y mientras los unos ocupan las plazas centrales de las ciudades y las cervecerías, los niños desfilan por las calles con su farolillo de colores encendido, cantando. El jinete que cabalga delante de ellos, envuelto en gruesa capa de paño, es el legendario San Martín redivivo:

Sankt Martins Umzug
Un San Martín que cabalga desde el siglo IV hasta el XXIImagen: dpa

Nació en Hungría en el año 316 como hijo de un oficial romano, creció en la italiana Pavia y entró muy joven al ejército romano, del cual llegó a ser oficial. Durante su carrera como militar se difundieron múltiples historias acerca de su buen corazón y su generosidad. La más conocida de ellas es la de su encuentro con un hombre harapiento y muerto de frío a quien le entregó la mitad de su capa de grueso paño.

Convertido al cristianismo, ascendió a obispo de Tours. Asceta y pensador, sus escritos y la historia de su incruenta muerte como "mártir en ascetismo" de la Iglesia contribuyeron a su leyenda en todo el territorio conquistado por los romanos. Así, por ejemplo, se dice que el obispo Severino de Colonia escuchó el 11 de noviembre de 397 a un ángel cantar, avisando la muerte del buen San Martín.

Fuego, dulces y ganso

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La Iglesia de St. Martin en Colonia, con la Catedral al fondoImagen: dpa

Adultos y niños comparten una fecha y se reparten las zonas y las horas del día: los adultos festejan en la mañana y los niños al caer la noche. Los unos vuelven a sus casas llenos de cerveza y los otros cargados de los dulces que les han brindado generosamente por el camino a cambio de sus canciones. Y para los que no han participado de ninguna de las dos celebraciones les queda sólo participar de una tercera: el delicioso ganso de San Martín, que relleno de castañas, pasas y manzanas es, aparte de los farolillos y los disfraces, otro placentero antídoto contra la oscuridad de noviembre.