Antiguas delicias alemanas en tierras chilenas
27 de octubre de 2012Muchas de las recetas que Erika Klein investigó no estaban siquiera escritas en un cuaderno. Habían pasado de boca en boca y de abuelas a madres, al calor de una cocina con olor a manzana, chocolate y canela.
Cuando los colonos alemanes llegaron al sur de Chile, hace 150 años, crearon pueblos, escuelas e industrias, y se hicieron famosos por su gastronomía, especialmente las preparaciones dulces. Los Kuchen y Strudel, que hoy siguen siendo conocidos con sus nombres alemanes originales, ya son parte de la repostería nacional.
Pero como la memoria es frágil y poco estaba documentado, esta arquitecta y diseñadora chilena descendiente de alemanes decidió investigar este valioso patrimonio. Así nació una serie de calendarios -primero como proyecto para una empresa y luego en forma particular- dedicados a la identidad cultural y la gastronomía local.
En ellos incorpora no sólo la receta con su foto, sino también la autora y algo de la historia y la casa familiar, construida con las técnicas de los antiguos colonos alemanes. “Las recetas, así como el patrimonio arquitectónico, se están perdiendo. La idea es difundir y crear conciencia para que no se pierda y la comunidad misma lo valore”, cuenta Erika Klein desde Puerto Montt.
“Además me di cuenta de que muchas recetas se van tergiversando y algunos kuchen ya no son como los de antes. Es muy importante que estas señoras nos alcancen a enseñar lo que aprendieron de sus abuelas”, agrega.
Documentando cada detalle
En los últimos años Erika Klein ha recorrido diferentes lugares del sur de Chile, como Llanquihue, el Valle de Chamiza o Puerto Varas, para conocer de primera fuente los secretos de la antigua repostería alemana y registrar delicias como la torta de amapola o los Pfaffenhütchen.
Uno de los mayores problemas es que muchas preparaciones las hacen de memoria. Por esto, Erika debió realizar un minucioso trabajo de investigación, documentación, fotografía, diseño y también gastronomía.
“Me preocupo de explicar todos los detalles, cosas que las señoras daban por hechas porque decían que todo el mundo las sabe”, dice. Repite cada receta en su casa, paso a paso, para despejar dudas, unificar medidas y dar instrucciones precisas, de manera que hasta el más inexperto cocinero tenga éxito.
Como obras únicas, cada torta, pastel o galletita, tiene asociado el nombre de sus autoras, mujeres descendiente de alemanes, que fueron las informantes en este trabajo de investigación. Ellas son las grandes depositarias de esta riqueza patrimonial y quienes la han conservado viva.
Recetas de la tatarabuela
Nora Krause, del Valle de Chamiza, es una de las colaboradoras que ha aportado sus recetas. Ella conserva el recetario de su tatarabuela, quien llegó de Alemania. “Estas recetas han pasado de generación en generación. Son ricas, muchas son fáciles de hacer y son una partecita de Alemania.Es muy bueno que se difundan, sería una lástima que se pierdan”, indica. Ella aprendió de niña y las prepara en forma habitual, muchas de memoria. En su casa siempre hay algo dulce para recibir a las visitas.
Erika Klein ya prepara la cuarta edición del calendario, motivada por su afán de preservar estas tradiciones y la buena acogida que ha tenido, también entre la juventud. Aunque dice no ser experta en gastronomía, está demostrando que no sólo es importante proteger y difundir el patrimonio, sino también saborearlo.
Autora: Victoria Dannemann
Editora: Claudia Herrera Pahl