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El pueblo que guarda en papel el oscuro pasado de Alemania

Emmanuelle Chaze
3 de septiembre de 2019

En viaje personal a los Archivos Arolsen, con más de 13 millones de documentos sobre víctimas del régimen nazi ahora accesibles en línea, la periodista Emmanuelle Chaze rastrea a su familia durante la II Guerra Mundial.

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Archivos del régimen nazi en Bad Arolsen.
Archivos del régimen nazi en Bad Arolsen.Imagen: DW/E. Chaze

Bad Arolsen es un pequeño pueblo escondido en el bucólico estado de Hesse, cerca de la ciudad de Kassel. Está a unas cinco horas en tren desde Berlín Es un lugar pintoresco y tranquilo. Y es, quizás inesperadamente, el hogar de la memoria de Alemania: allí están los Archivos Arolsen, el Centro Internacional sobre la Persecución Nazi (antes ITS).

Hace unas semanas, antes del 80 aniversario del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, filmé en los Archivos de Arolsen, donde más de 50 millones de documentos permiten rastrear el destino de unos 17 millones de víctimas del régimen nazi. No sabía lo que me esperaba cuando fui a los archivos ese día. Pero, tras conocer a Jean-Paul García, decidí investigar mi propia historia familiar.

Emmanuelle Chaze, periodista de DW.
Emmanuelle Chaze, periodista de DW.Imagen: DW/B. Geilert

Jean-Paul, un francés de unos sesenta años, llegó en su caravana desde un pueblo cercano a Burdeos para recoger algunos efectos personales que habían pertenecido a su padre, Antonio García, un prisionero de guerra. García padre había huido de la España de Franco para apoyar a la Resistencia francesa, y fue arrestado por los nazis en 1944 y enviado a un campo de trabajos forzados.

Al final de la guerra, unos 5.000 objetos fueron colocados primero, provisionalmente, bajo la vigilancia de la Cruz Roja Internacional. Luego, se acopiaron en los Archivos Arolsen. Relojes, joyas, cupones, cartas y fotos procedentes de campos de concentración o transferencia, principalmente, de Neuengamme y Dachau. Ese centro de archivo no es  propietario legal de los documentos. Los protege, con la esperanza de devolverlos a sus legítimos dueños.

Unos 3.000 objetos personales de exreclusos permanecen aún hoy en Arolsen. Un equipo de investigación trabaja incansablemente para contactar a los familiares de las víctimas a quienes pertenecen. La campaña "Memoria robada" se lanzó en 2016 para redoblar esos esfuerzos de restitución. Con la ayuda de voluntarios se ha logrado ubicar a cientos de familias de víctimas. Jean-Paul García es uno de esos casos. Su visita a los archivos fue muy emotiva para él, para su esposa, y para el equipo que logró localizarlo y devolverle las pertenencias perdidas de su padre: un reloj, un cupón de racionamiento y un anillo.

Los nazis  no pudieron deshacerse de toda la evidencia escrita de sus crímenes.
Los nazis no pudieron deshacerse de toda la evidencia escrita de sus crímenes.Imagen: DW/E. Chaze

Evidencia abrumadora

Los nazis hicieron todo lo posible, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, para borrar todo rastro físico de sus crímenes, pero se vieron superados por algo que Alemania sabe hacer mejor que cualquier otra nación en el mundo: la burocracia. Así que, sencillamente, no pudieron deshacerse de toda la evidencia escrita. En un antiguo almacén, a la espera de un edificio permanente y más seguro, estantes y más estantes de archivos y fichas amarillentas dan cuenta detallada de los crímenes cometidos por los seguidores de Hitler, desde su ascenso al poder hasta la caída del Tercer Reich.

Así que, tras filmar en ese lugar gris y solemne, y animada por la emoción del encuentro con Jean-Paul García, intenté hallar algún rastro de mis tíos bisabuelos, de quienes sabía, vagamente, que habían sido trabajadores forzados durante la guerra.

Vengo de Alsacia, una región que alternó durante mucho tiempo entre el dominio francés y el alemán, y cuya historia es particularmente compleja cuando se trata de la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de las familias tienen un pasado doloroso: o bien fueron exiliados, o enviados a realizar trabajos forzados, o colaboraron con los nazis.

En mi propia familia, donde nunca se habló mucho sobre cualquiera de estos escenarios, reconozco que he temido investigar demasiado y llegar a descubrir algo doloroso.

Unos 3.000 objetos personales de exreclusos permanecen aún hoy en Arolsen. La campaña "Memoria robada" se lanzó en 2016 para redoblar los esfuerzos de restitución.
Unos 3.000 objetos personales de exreclusos permanecen aún hoy en Arolsen. La campaña "Memoria robada" se lanzó en 2016 para redoblar los esfuerzos de restitución.Imagen: picture-alliance/dpa/V. Neusüs

Pero la archivista de Arolsen estuvo inmediatamente dispuesta a ayudarme. Los Archivos cuentan ahora con más de 13 millones de documentos fácilmente accesibles a través de su sitio web. Todo lo que necesitas es escribir un nombre o un tema.

Buscó el apellido de mis parientes, un nombre peculiar que comienza con B, con apenas un puñado de coincidencias en Francia. En menos de un minuto, despegó la vista de su pantalla: "Ahí están...", dijo con una sonrisa. Luego, revisó entre los cientos de cajones identificados con fichas amarillentas, y sacó un puñado de papeles de la letra "B".

"¡Todos están aquí!"

Al dirigirme a los archivos, no tenía idea de que encontraría pistas sobre el pasado de mi propia familia.
Al dirigirme a los archivos, no tenía idea de que encontraría pistas sobre el pasado de mi propia familia.Imagen: DW/E. Chaze

Para ella, esto es su trabajo diario. Y tampoco para mí es algo nuevo: pasé años leyendo correspondencia privada de los siglos XVII y XVIII antes de dedicarme al periodismo. Pero esta vez es diferente: sé que su búsqueda puede abrir una puerta a mi pasado. Justo lo que sucede un momento después: "Mira, Ludwig, Anton, Pantaleon, Xaver ... ¡todos están aquí!", dice.

Los reconozco, aunque esa es la versión germanizada de sus nombres: Louis, Antoine, Pantaleon y Xavier. Mientras hacía investigación genealógica hace unos años, yo misma había descubierto que habían sido enviados a Alemania, pero nunca supe por qué. La archivista tuvo la respuesta: "¡Tenemos registros! Espera un momento".

La seguí por el almacén, y ella abrió un archivo con registros copiados de minutos de juicio. Louis B. había sido acusado, junto con algunos amigos, de ser comunista y de haber distribuido volantes. Esto le costó 6 años de prisión, a partir del 15 de abril de 1943.

Sus hermanos, cuyos registros de juicio no encontré, fueron arrestados el siguiente noviembre del mismo año, y condenados a varias penas por haber participado en actividades calificadas como de alta traición, o sea, por escuchar la radio de Londres. Los tres fueron encarcelados en Bruchsal, en el estado de Baden-Württemberg.

Tomé fotos de todos esos documentos, y ya estaba pensando en contarle a mi familia todo lo que había encontrado, cuando la archivista me dijo, para mi sorpresa, que había muchas otras coincidencias del nombre en las tarjetas. Todos provenían de Polonia, y algunos se establecieron en Berlín antes de ser deportados de vuelta a Polonia. ¿Puede ser entonces que Berlín, la ciudad a la que me mudé hace casi una década, también haya sido el hogar de algunos parientes lejanos que fueron asesinados por los nazis?

Al dirigirme a los archivos ese día, no tenía idea de que encontraría pistas sobre el pasado de mi propia familia. Pero, en esa corta visita, aprendí más de lo que nunca supe, y descubrí que todavía me queda mucho por explorar.

(rml/cp)

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