¿Cederá Assad?

El Kremlin, cuya cercanía política con Damasco data de los tiempos de la Guerra Fría, anunció este lunes (30.1.2012) que el Gobierno sirio estaba dispuesto a enviar emisarios a Moscú para que sostuvieran conversaciones informales con los opositores al presidente Bashar al-Assad. “Esperamos que la oposición nos dé una respuesta afirmativa en los próximos días, poniendo los intereses del pueblo sirio por delante de cualquier otra idea”, dijo un portavoz del estamento ruso.

Mientras tanto, en Nueva York, el secretario general de la Liga Árabe, Nabil al-Arabi, y el primer ministro de Qatar, el jeque Hamad bin Jassim al-Thani, se preparaban para persuadir al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de emitir una resolución condenando al régimen de Assad por la violencia usada en contra de los disidentes y de respaldar un nuevo plan de paz para Siria, concebido por los países árabes. La reunión del consejo tendrá lugar este martes (31.1.2012).

Cita con el Consejo de Seguridad

El mayor reto de Arabi y del gobernante de Qatar, que preside la comisión supervisora del caso sirio en la Liga Árabe, es vencer la resistencia ofrecida por China y Rusia dentro del Consejo de Seguridad. Moscú insiste en escuchar primero el informe de los observadores enviados a Siria por la Liga Árabe –una condición que puede retrasar cualquier votación sobre la materia–, pese a que fue la intensificación de los enfrentamientos armados lo que los obligó a suspender su misión este sábado (28.1.2012).

No obstante, Arabi y Thani no están solos. El ministro de Exteriores francés, Alain Juppe, viajará a Nueva York este 31 de enero con miras a ejercer presión sobre el Consejo de Seguridad para que ponga coto a los “crímenes contra la humanidad” cometidos por el Gobierno de Assad. El número de muertos que han dejado los choques entre las fuerzas de seguridad del Estado y los disidentes –5.400, según las últimas estimaciones de la ONU– aumenta cada día, sin que las cifras puedan ser verificadas inmediatamente.

Suníes contra chiíes

Así como la oposición siria se ha negado a dialogar con los representantes del Gobierno de Damasco hasta ahora, el régimen ha rechazado de plano los llamados a que Assad dimita y le abra paso a un Gobierno de unidad nacional. Ese es uno de los puntos que componen el plan de paz propuesto por la Liga Árabe. Pero la renuncia del presidente pondría en peligro la supremacía de su partido, Baath, y los privilegios de los alauitas, la minoritaria pero poderosa secta musulmana a la que Assad pertenece.

Aunque Homs sobresale como uno de los principales bastiones de las protestas contra el gobierno, los opositores y desertores de las fuerzas armadas sirias han ido ganando terreno en su camino hacia Damasco; en los suburbios capitalinos cuentan con el apoyo de buena parte de la población, que se identifica como suní. Siria tiene aproximadamente 23 millones de habitantes; la mayoría de ellos pertenece al grupo de los suníes, una secta musulmana de rasgos conservadores. Sin embargo, es la secta de los alauitas, una rama del Islam chií, la que ha acaparado el poder político en sus manos durante los últimos cincuenta años.

La lucha por Damasco

Este 30 de enero tuvieron lugar refriegas a ocho kilómetros de Damasco. El ejército intentó recuperar y consolidar el control de los suburbios que han caído en manos rebeldes de manera intermitente. La carretera que conduce al aeropuerto internacional fue bloqueada temporalmente. Tildándolos de “terroristas”, la agencia de noticias oficialista Sana atribuyó a los disidentes la explosión registrada en un gasoducto cercando a la frontera sirio-libanesa.

Autor: Evan Romero-Castillo
Editor: Emilia Rojas