Atentado neonazi en Colonia: tardía ayuda a las víctimas
7 de octubre de 2013En el soleado 9 de junio de 2004 la vida en la Keupstrasse transcurría tan alegre y pacíficamente, como de costumbre. Pero a la cuatro de la tarde de ese miércoles todo cambió: miembros de la célula neonazi NSU hicieron explotar una bomba llena de puntillas frente a una peluquería, llevada allí en una bicicleta. El resultado: 22 heridos, 5 de ellos de gravedad.
Muy pronto el ministro del Interior de esa época, el socialdemócrata Otto Schily, descartó cualquier atentado terrorista y, por el contrario, señaló que los autores vendrían de la misma comunidad turca. Hoy se sabe que fue una inculpación errónea: los sindicados son los miembros de la célula de ultraderecha Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU). Y la presunta única sobreviviente, enfrenta cargos de terrorismo en una corte de Múnich.
Las víctimas, en su mayoría inmigrantes turcos, sufren aún graves consecuencias traumáticas. “El hecho de que la policía sindicara a las mismas víctimas las hirió profundamente”, dice el alcalde de Colonia, el socialdemócrata Jürgen Roters.
Heridas, sospechas y burocracia
Para ofrecer asistencia a estas víctimas, las autoridades de Renania del Norte-Westfalia y la diaconía de la Iglesia luterana, abrieron por ello, una oficina en Colonia. La diaconía se entiende como una organización humanitaria de carácter confesional.
La apertura del proceso contra la restante célula neonazi, acusada de asesinar a por lo menos 9 migrantes y una policía alemana, “significa para las víctimas revivir la tragedia sufrida”, dice Martina Hille, de la diaconía. Las víctimas sufren de insomnio, presentan síntomas de enfermedades psicosomáticas, son martirizadas por ataques de pánico y caen en frecuentes depresiones.
Hilles, que cuenta con experiencia en atención de inmigrantes, atiende ahora a las víctimas del atentado de la NSU en las consultas de la diaconía en el sur de Colonia y hace visitas domiciliarias.
Las víctimas también buscan la ayuda de la psicóloga Martina Hille cuando los obstáculos de la burocracia los abruman. Ella les ayuda a buscar el lugar y la terapia indicados, habla con las autoridades y les recomienda a especialistas.
Hille se ocupa, por ejemplo, de una de las víctimas del atentado en la Keupstrasse que nunca más pudo volver a trabajar en su profesión, debido a las secuelas. Cuando la agencia de trabajo se negó a ofrecerle la oportunidad de aprender otra profesión, Martina Hille intercedió en busca de una solución.
Esclarecimiento es la prioridad
Si bien esta ayuda es bienvenida, llega con un retardo de casi 10 años para los afectados. Ali Demir, quien tenía una pequeña oficina de asesoría en declaración de renta en el sector, destaca que “ha sido con la autoayuda y la ayuda mutua entre los mismos afectados como han sacado adelante sus negocios y han tratado de curar sus heridas de la tragedia y la posterior quiebra financiera de muchos”.
Demir mismo, que ayudó a otras personas a recuperar su normalidad, se mudó, como muchos otros, a otra calle, “para no tener que pensar todos los días en el atentado”.
Aún así, el juicio contra los posibles culpables, puede ayudar a sanar las heridas, sobre todo las ocasionadas con las falsas sospechas con las que algunos políticos, la policía y los servicios secretos criminalizaron a las víctimas.
De esto está seguro Mustafa Kaplan, uno de los abogados que representa a una de las víctimas ante la corte de Múnich. Pero ni la reparación moral ni económica es lo primordial para las víctimas, “lo prioritario es el esclarecimiento total de los crímenes”.
Aún así, la asistencia social y psicológica ofrecida por la Iglesia luterana y el Estado es, aunque tardía, aún necesaria para las personas que no logran librarse del horror causado por un grupo de personas enemigas de la convivencia pacífica entre alemanes e inmigrantes.