Austria: el escándalo olvidado
29 de septiembre de 2019Es viernes por la noche. La activista Laura Fellerer ve las primeras señales de la inminente implosión del gobierno austriaco. Se está preparando para salir. Algunos de sus DJs favoritos actúan en un festival de música en Viena. Su computadora portátil está en el suelo de la habitación. Una amiga le envía un enlace por Facebook y se tumba para leerlo sobre la alfombra beige. "No me levanté en cinco horas", dice. "Me quedé despierta toda la noche, leyendo las noticias en Internet."
El enlace que había recibido era el ya famoso vídeo de Ibiza, publicado en mayo de 2019, que mostraba al vicecanciller austriaco Heinz-Christian Strache con una mujer que pretendía ser la sobrina rica de un oligarca ruso. En una villa de Ibiza, entre champán, vodka y Red-Bull, la mujer dice estar interesada en invertir en el Kronen Zeitung, el periódico sensacionalista más grande de Austria. En respuesta, Strache sugiere que podría conseguirle contratos públicos a cambio de apoyo editorial. El vídeo -filmado en 2017- era fruto de una trampa. Se habían instalado cámaras y micrófonos en los interruptores de luz. Todavía hoy hay pocos detalles sobre quién organizó la treta o por qué esperaron dos años para publicar las imágenes, pero el escándalo de Ibiza no tiene precedentes en la política austríaca moderna.
Para Fellerer, este fue un gran momento y sintió euforia y alivio. "Pensé que la gente que no vio que Strache era corrupto tendría que creerlo ahora porque había pruebas".
"Me enamoro los jueves"
Como organizadora del movimiento antigubernamental Donnerstag (jueves) de Viena, esta joven de 22 años es una feroz opositora al Partido Liberal de Strache, el FPÖ. Desde octubre de 2018, forma parte del grupo que organiza manifestaciones casi cada semana, los jueves, atrayendo a cientos, o incluso a veces miles de manifestantes a las calles para protestar contra la coalición gobernante del país que emparejó al FPÖ con el Partido Popular Conservador (ÖVP), encabezado por el entonces canciller Sebastian Kurz.
Para las personas que participaron en el movimiento Donnerstag, las manifestaciones semanales se convirtieron en una oportunidad para protestar por la actitud hostil de la coalición hacia grupos minoritarios y por los vínculos del Partido de la Libertad con la ideología y con grupos de extrema derecha. Pero también fueron una forma de mostrar una visión alternativa para la sociedad austríaca. Los ponentes eran siempre al menos un 50 por ciento mujeres y un 30 por ciento personas de origen migratorio, según los organizadores. Katha, una estudiante de psicología de 25 años, explica por qué acudía cada semana. "Porque tenemos un gobierno de extrema derecha", dice, rodeada de una multitud que bebe cerveza y come sándwiches un jueves por la noche. "Ya vivimos esta mierda desde 1932. Ya tuvimos fascismo en Austria".
Las celebraciones continuaron a medida que el gobierno se derrumbaba. El canciller Sebastian Kurz convocó elecciones tras la renuncia de Strache, pero a finales de mes el propio Kurz había sido expulsado por una moción de censura y reemplazado por un canciller interino.
¿Escándalo? ¿Qué escándalo?
Pero el ambiente de fiesta duró poco. Para Frey, que interpretaba canciones obreras en yiddish (dialecto de los judíos alemanes) en las protestas de los jueves, ese estado de eurofia comenzó a cambiar a finales de mayo. Para los manifestantes, los resultados de las elecciones europeas fueron una llamada de atención que demostraba que el movimiento Donnerstag vivía en una burbuja. Mientras los manifestantes de Viena pedían la dimisión de Kurz, su popularidad se mantenía en otras zonas del país y su ÖVP obtuvo el mejor resultado de su historia en las elecciones europeas, con un 35 por ciento de los votos.
Incluso el Partido Liberal resistió a las protestas. La agrupación se volvió a levantar rápidamente después de la renuncia de Strache, presentándose a sí mismo como víctima en una oscura operación encubierta. "Los del FPÖ salieron como héroes, como mártires, reformularon la situación", dice Paul Schmidt, secretario general de la Sociedad Austríaca de Política Europea. En las elecciones europeas, el partido perdió sólo unos pocos puntos porcentuales en comparación con 2014. "Mucha gente pensó que este episodio dañaría al FPÖ, si no hacía desaparecer al partido por completo. Este fue uno de los mayores escándalos de la historia de Austria, pero el impacto fue muy limitado", afirma Schmidt.
Cuatro meses después del video de Ibiza, la situación no ha cambiado mucho. Las encuestas indican que Kurz será reelegido canciller y no ha descartado la renovación de su antigua coalición con el Partido Liberal. "No creo que haya un cambio radical en Austria", dice Marty Huber, otro organizador de las protestas del jueves. "Creo que en este punto Austria es un país muy conservador". El Partido Liberal, dice, ha logrado sobrevivir a otros escándalos este año. Por ejemplo, un político del FPÖ se vio obligado a dimitir en abril tras escribir un poema que comparaba a los inmigrantes con las ratas, pero el partido salió indemne.
Cuando uno de los empleados de Kurz fue sorprendido destruyendo cinco discos duros bajo un nombre falso, tampoco se vio afectada la popularidad del excanciller en las encuestas. Al igual que otros líderes de todo el mundo, los políticos austríacos están desarrollando una nueva inmunidad al escándalo. Desafortunadamente para el movimiento Donnerstag de Viena, las elecciones de este domingo podrían ser otro ejemplo de una nueva era en la política en la que el escándalo simplemente no trae consecuencias.
(lgc/rrr)
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