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Bayer o la historia de un grupo empresario indestructible

Henrik Böhme
25 de junio de 2020

Desde la compra de Monsanto hace dos años, el gigante químico alemán Bayer lucha con el legado de esa adquisición. Pero el acuerdo con los demandantes del glifosato no es el final de la historia, opina Henrik Böhme.

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Imagen: picture-alliance/dpa/P. Pleul

Bayer, la inventora de la aspirina, pastilla multiusos, una empresa farmacéutica y química fundada hace 157 años en Elberfeld, un barrio de Wuppertal, al oeste de Colonia, siempre ha tenido una relación muy especial con Estados Unidos. Ya en 1865, dos años después de la fundación de la empresa, Friedrich Bayer adquirió una participación en una fábrica de tintas en el estado de Nueva York. La historia de Bayer en Estados Unidos es azarosa, llena de altibajos, caídas, levantadas y ajustes de todo tipo.

Un vía crucis que comienza ya en 1917, año en el que Estados Unidos se involucró en la Primera Guerra Mundial, cuando Washington confiscó el floreciente negocio de Bayer por considerarla propiedad del enemigo. Después de la guerra, la compañía fue subastada. Entonces, los alemanes también perdieron los derechos mundiales de la marca, la famosa Cruz de Bayer. El capítulo más aciago de la historia de Bayer se produce cuando la compañía era parte de IG Farben, la asesina alianza de fideicomiso formada por Bayer, BASF y Hoechst.

Monsanto, los "malos" del sector

Tras su desmembramiento por los aliados, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, Bayer comienza de nuevo en EE.UU., pero sin que se le permita usar su propio nombre. Con el tiempo, se le restituye la marca, y en 1994, los fabricantes de píldoras, que entre tanto se habían mudado a la ciudad alemana de Leverkusen, pudieron incluso reutilizarla en Estados Unidos. Para entonces, ya se había establecido una red ampliamente ramificada de holdings de la compañía. Y, por último, los alemanes lanzan una gran jugada con la adquisición del gigante agroquímico estadounidense Monsanto. Bayer pone 66 mil millones de dólares sobre la mesa, la mayor adquisición de una empresa alemana en el extranjero hasta la fecha.

Monsanto, es la cabeza de la familia de los "malos" en la agroquímica mundial. Y el miserable que la hace quedar peor aún se llama glifosato, un herbicida clasificado por el Centro Internacional de Investigación del Cáncer (CIIC) de la OMS como "posiblemente cancerígeno".

Henrik Böhme, de DW.
Henrik Böhme, de DW.

Bayer hereda una gigantesca ola de demandas y sufre varias derrotas en los tribunales. El presidente del Consejo de Gerencia de Bayer, Werner Baumann, quien considera la compra de Monsanto como "la obra de su vida”, pierde el respaldo de la Asamblea Anual de Accionistas de 2019, otra primicia en la historia económica alemana de la que la empresa es responsable. Y ¿qué pasa luego?: nada.

En Bayer es tradición caerse, levantarse, acomodarse el sombrero... y seguir como si nada, no sin dejar de hacer todo por recuperar el equilibrio. El grupo empresario pone entonces en marcha a un ejército de abogados, y he aquí que logra llegar a un acuerdo extrajudicial. Todo esto recuerda al escándalo de Lipobay, en 2001, cuando Bayer tuvo que retirar del mercado de Estados Unidos ese medicamento para reducir el colesterol debido a sus efectos secundarios mortales. También en esa oportunidad, las demandas por daños y perjuicios llevaron a la empresa al borde de la quiebra, aunque, finalmente negocia su salvación. Sin embargo, los 1.100 millones de dólares de esa época parecen una propina comparados con los casi 11.000 millones que tiene que pagar ahora. Ahora Bayer vuelve a ofrecer una novedad: nunca antes una empresa había puesto tanto dinero sobre la mesa de un solo golpe para lograr un acuerdo extrajudicial.

Lecciones del escándalo del diésel

Después del desastre de Lipobay, Bayer reestructuró profundamente la compañía, recortó miles de puestos de trabajo, vendió partes de la compañía y compró otras. En retrospectiva, el escándalo es visto como un catalizador para la nueva fuerza del grupo, que más tarde puede permitirse hacer una gigantesca compra como la de Monsanto. Ahora est¡a por verse qué significa el trato del glifosato para el futuro de la compañía. Un buen tercio de las demandas aún no han sido resueltas, por lo que puede que aún quede alguna que otra mina por estallar. Los abogados defensores de los consumidores de Estados Unidos son de un calibre diferente a los de Alemania. Volkswagen puede contar algunas cosas de esa historia. El escándalo del diésel le ha costado al fabricante de coches 30 mil millones en EE. UU.; en Alemania, ni siquiera mil millones.

Todo eso lo saben en Leverkusen, donde el departamento jurídico es probablemente el más grande de la empresa.  Pero los inversionistas no confían en el trato todavía. Después de un despliegue inicial de fuegos artificiales, las acciones de Bayer están volviendo a caer. Esta historia continuará.

(jov/cp)

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