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Brasil: los indignados salen a la cancha

Jan D. Walter /Emilia Rojas20 de junio de 2013

Las protestas que sacuden a Sao Paulo, Río de Janeiro y otras ciudades que serán sedes del Mundial ponen de manifiesto que no sólo de fútbol vive el hombre, tampoco en Brasil. ¿Peligra el gobierno de Dilma Rousseff?

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Imagen: Reuters

La Copa Confederaciones había de ser un adulce aperitivo para el próximo Mundial. Pero hace días que se echó a rodar la pelota en este torneo preparatorio y Brasil sigue siendo escenario de las mayores manifestaciones de los últimos 20 años. Ahora también la selección brasileña se solidariza con los manifestantes. “Marchemos juntos, Brasil. Amo a mi gente y siempre la apoyaré”, escribió en Twitter el jugador del Bayern y defensa brasileño Dante, desde Fortaleza, antes del partido de Brasil contra México.

Descontento generalizado

¿Contra qué protestan los manifestantes en las principales ciudades de Brasil? “Cada uno tiene sus propias razones”, señala Marcelo Feller, un abogado de Sao Paulo que, junto a otros juristas, defiende gratuitamente a manifestantes pacíficos que han sido detenidos. “Las masas que ahora se han movilizado protestan contra el alto costo de la vida, la corrupción y los malos manejos del Estado, sobre todo en la antesala de la Copa”, afirma el abogado.

El sociólogo Cándido Grzybowski, del renombrado instituto de investigaciones sociales Ibase, de Río de Janeiro, lo confirma. Y añade que “se trata sobre todo de gente joven”, que trabaja y estudia, o ambas cosas. Las manifestaciones tienen lugar frente a su oficina. Desde su ventana vio una pancarta con una leyenda que le parece emblemática: “¿Tendré que mandar a mis hijos a clases al Maracaná?”

Se estimaba que la remodelación del Maracaná, donde se jugará la final del Mundial 2014, costaría 230 millones de euros. La cifra terminó elevándose a 360 millones. Y eso, pese a que el estadio ya había sido saneado dos veces en los últimos 15 años, con un costo de otros 220 millones de euros.

Stadien Fußball WM 2014 Brasilien Estádio do Maracanã Rio de Janeiro
El estadio de Maracaná, el más grande del país.Imagen: VANDERLEI ALMEIDA/AFP/Getty Images

“Brasil ha despertado”

La gente ve cómo los preparativos para el Mundial consumen enormes cifras de dinero; “dinero que no está disponible para colegios, universidades y hospitales” apunta la periodista Hildegard Stausberg, en una editorial del periódico Die Welt. Agrega que “una prensa -por suerte libre- informa además en forma incansable sobre los miles de millones que fluyen ininterrumpidamente por los oscuros canales” de la corrupción. Y todo eso genera malestar.

Cierto es que grandes sectores de la población han logrado salir de la extrema pobreza en los pasados 15 años. Pero la medalla tiene también otra cara: la inflación dificulta a mucha gente mantener su estándar de vida. Las posibilidades de ascenso social son limitadas y “las políticas sociales en parte no toman en cuenta las necesidades de la gente”, indica Grzybowski.

El aumento del precio de la locomoción pública fue solo la gota que colmó el vaso. “Los propios manifestantes dicen que no se trata de eso”, afirma el sociólogo, mientras el abogado Feller subraya: “hasta ayer nadie se había levantado del sofá, pero ahora Brasil ha despertado”.

Una advertencia para Rousseff

La última vez que el país se despertó, los brasileños forzaron a renunciar al presidente Fernando Collor de Mello, por corrupción. Eso ocurrió en 1992. Algunos activistas ya están recolectando en Internet firmas contra la actual presidenta. No obstante, “hasta ahora Dilma Rousseff sigue siendo muy popular, también porque da la impresión de que combate activamente la corrupción en el país”, señala Hildegard Stausberg en su artículo. Pero también hace notar que el escándalo de la compra de votos por parte del Partido de los Trabajadores perjudica la imagen de toda la clase política.

Según la periodista alemana, las protestas de los últimos días son un disparo de advertencia para la presidenta, porque la gente quiere avanzar con Brasil hacia la modernidad.

Dilma Rousseff, por su parte, considera las protestas como una prueba de la fortaleza de la democracia brasileña. A diferencia del primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan, ella se ha puesto de parte de los manifestantes. Ni Grzybowski ni Feller ven actualmente un peligro para la mandataria. Pero tampoco creen que los brasileños se calmen con meras palabras.

Autor: Jan D. Walter /Emilia Rojas

Editora: Claudia Herrera Pahl