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Brasil pierde reputación bajo la presidencia de Bolsonaro

Alexander Busch gg/er
17 de mayo de 2019

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, no fue bienvenido en Nueva York para una cena de gala. Esto podría ocurrir aún más a menudo en el futuro.

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USA Jair Bolsonaro in Texas
Imagen: picture-alliance/dpa/Agencia Brazil/M. Corrêa

La idea inicial era ofrecer una cena de gala en la que el presidente brasileño iba a recibir el reconocimiento "Personalidad del año" en EE.UU. La Cámara de Comercio Brasil – EE.UU. quiso honrar a Jair Bolsonaro en el Museo de Historia Natural, en Nueva York, junto con el secretario de Estado, Mike Pompeo. Se trata de una gala anual, generosamente patrocinada por empresas brasileñas y estadounidenses, un evento rutinario del que los inversores y empresarios se esperan sacar ventajas para sus negocios.

Pero esta vez todo salió mal. Primero fueron los patrocinadores del museo los que exigieron cancelar el evento, debido a las opiniones populistas de Bolsonaro. Cuando la se escogió un lugar alternativo en la misma ciudad, los primeros patrocinadores del evento retiraron su apoyo. Luego intervino el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, constatando públicamente que el presidente brasileño no sería bienvenido "por sus opiniones homofóbicas y racistas". El equipo diplomático de Bolsonaro trasladó entonces el evento a Dallas, en Texas, donde la visita de 24 horas del presidente brasileño (15-16 de mayo) fue apenas percibida. De Blasio se burló de Bolsonaro, insinuando que fue demasiado cobarde para presentarse en Nueva York.

La actitud del alcalde de Nueva York se explica sobre todo por la política interna estadounidense. Como miembro del Partido Demócrata, quiere pulir su reputación como buen activista de derechos humanos. El hecho de que no dude en insultar al democráticamente elegido presidente brasileño, demuestra lo débil que se ha vuelto Brasil en el extranjero. Hasta el momento se desconocen comentarios similares de De Blasio sobre dictadores económicamente potentes de Asia y del Medio Oriente que pasaron por Nueva York.

Silencio entre los conservadores

Pero ni siquiera los partidarios conservadores de Bolsonaro en Estado Unidos se pusieron de su lado. Al final tuvo que recoger su premio en la provincia. No se pudo convencer a ningún representante estadounidense de alto calibre del mundo de los negocios o de la política para que asistiera a esta reunión en Texas.

Cientos de miles de brasileños protestan contra los recortes educativos planeados por Bolsonaro.
Cientos de miles de brasileños protestan contra los recortes educativos planeados por Bolsonaro. Imagen: Reuters/A. Machado

Brasil está perdiendo cada vez más importancia en la política mundial. Aunque esto no comenzó con la toma de posesión de Bolsonaro a principios de año, su presidencia está acelerando esta tendencia. La influencia internacional de Brasil comenzó a disminuir hace unos cinco años, paralelamente al declive de la economía brasileña.

Hasta entonces, Brasil había confiado principalmente en su poder "blando" en la política mundial para lograr sus objetivos, en contraste con el poder "duro" de Rusia, Estados Unidos o China. Joseph Nye, experto estadounidense en relaciones internacionales, acuñó esos términos. Según Nye, un país trabaja con poder "duro" cuando subraya su pretensión de liderazgo mundial sobre todo con su poder económico, financiero y militar. Los diplomáticos brasileños tradicionalmente operan con el poder "blando", aún más en la década de 2000, debido a su condición de octava potencia económica, proveedora de alimentos, de materias primas industriales y de energía.

Pérdida de influencia

Brasil convenció en sus negociaciones con la habilidad de sus diplomáticos, con su imagen positiva como cultura multiétnica capaz de pasar por sobre las diferencias entre negros y blancos, ricos y pobres. De esta manera, Brasil logró éxitos diplomáticos sorprendentes en el debate sobre el clima y en el comercio mundial. Sus diplomáticos fueron capaces de forjar alianzas entre continentes y entre países industrializados, emergentes y en desarrollo.

Pero el poder "blando" de Brasil ha estado declinando desde hace tiempo. Por un lado, porque el país, en la cúspide de su éxito económico hace diez años, se convirtió cada vez más en un competidor de los países industrializados en los ámbitos de agricultura, la energía y las materias primas. El poder económico no encaja bien con el poder "blando". Con la recesión económica, la capacidad de persuasión de Brasil también ha perdido parte de su fuerza: un poder "blando" sin dinámica económica tampoco es muy convincente.

La pérdida de influencia de Brasil se ha acelerado: la política interna y externa de Bolsonaro mantiene la polarización que prometió en la campaña electoral y por la cual muchos brasileños votaron por él. Con su simple visión maniqueísta de la política exterior, ya no se pueden forjar alianzas globales. Los brasileños tendrán que acostumbrarse al hecho de que en el mundo ya no serán recibidos con los brazos abiertos.

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