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“Brasil podría estar construyendo una bomba atómica”

12 de mayo de 2010

Poco antes de la visita del presidente Lula a Irán, el investigador alemán Hans Rühle difunde la sospecha de que Brasil tendría un programa nuclear ‘paralelo’.

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Reactor nuclear de la usina de Angra 2, en Brasil.Imagen: AP


Para el ciudadano común de Brasil, que camina por las calles y mira televisión, la idea de que se esté construyendo allí una bomba atómica es improbable. Pero no para un investigador que acompaña el desenvolvimiento político del país en el exterior.

A comienzos de mayo, un artículo del alemán Hans Rühle caldeó el debate sobre la proliferación de armas nucleares. En un largo texto que revisa episodios de la historia de la dictadura militar y reproduce las declaraciones de importantes autoridades brasileras -como el presidente Lula-, Rühle dice que Brasil podría estar desarrollando una bomba atómica en secreto.

La opinión, publicada en la revista alemana Internationale Politik, del Consejo Alemán de Relaciones Internacionales, repercutió en Europa. Deutsche Welle conversó con el experto, ex director del departamento de planeamiento del Ministerio Alemán de Defensa y especialista en cuestiones de armamento.

Deutsche Welle: ¿En qué se basó para escribir su artículo?

ehemaliger Leites des Planungsstabs im Verteidigungsministerium, Hans Rühle
Hans Rühle, experto en seguridad.Imagen: picture-alliance/dpa

Hans Rühle: Primero es preciso recordar que Brasil tuvo tres diferentes programas nucleares entre 1975 y 1990. No los continuó, pero no está claro que sucedió con ellos. Y constato que, desde 2003, se está dando un desarrollo difícil de interpretar.

Por un lado, Brasil es miembro del Tratado de No Proliferación Nuclear. Por el otro, los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica se enfrentan a grandes obstáculos cuando quieren inspeccionar el territorio. El país también se rehúsa a aceptar controles de centrales nucleares no declaradas oficialmente.

Y también es preciso decir que Brasil tiene un programa para construir un submarino nuclear que también está vedado a los inspectores. Sabemos que el grado de enriquecimiento de uranio de ese tipo de programa permite la construcción de armas atómicas.

Pero Brasil es uno de los países firmantes del Tratado de No Proliferación.

Ese es el problema: Brasil no firmó el protocolo adicional del acuerdo, que amplía los poderes de control de la agencia. Creo que son 4 o 5 países los que no firmaron, entre los cuales se encuentra Brasil. (N. de la R.: El acuerdo adicional fue firmado por 98 países).

El protocolo autoriza el libre acceso a todos los lugares con actividad nuclear, a cualquier hora, siempre que haya una sospecha, de modo que los inspectores puedan investigar todas las instalaciones. Los brasileros no firmaron ese protocolo, lo que significa que las autoridades de Viena sólo pueden visitar las instalaciones declaradas.

Pero el presidente Lula ya dijo varias veces que Brasil no firmará esa parte del tratado.

Estamos hablando de un país democrático, con una Constitución que prohíbe el uso de armas nucleares.

Esa prohibición está en la Constitución de 1988, formulada por un Gobierno anterior a la presidencia de Lula. Y él ya dejó en claro que no concuerda con las decisiones tomadas entonces, ni con la firma del Tratado de No Proliferación, ni con la prohibición constitucional de armas atómicas.

Además, la Constitución no permite la construcción de armas atómicas, pero autoriza las llamadas “explosiones nucleares pacíficas”, que, en el fondo, no son muy diferentes de los explosivos nucleares. Sólo su nombre es diferente.

El mejor ejemplo de eso es India, que sirve de modelo, en ese aspecto, para el caso de Brasil. En 1974, India llevó a cabo una de esas explosiones y la declaró como pacífica. Hoy sabemos, de boca de los propios ciudadanos indios, de qué se trataba en realidad. El propio responsable de la operación afirmó, 23 años después: “Claro que fue una bomba, y de ningún modo pacífica”.

Aparte, la Constitución brasilera ofrece un margen de interpretación.

Pero usted dice en su artículo que no hay pruebas concretas de que Brasil esté construyendo una bomba. ¿Cuán grande es el riesgo de que eso sí sea verdad?

La cuestión de las evidencias siempre es difícil. Podemos hacer una comparación entre Brasil e Irán. Sabemos más sobre Brasil que sobre Irán. Cité al vicepresidente, que dijo hace un año que el país necesita armas nucleares. En Irán, eso jamás fue dicho por ningún líder. O sea que Brasil es más contundente.

Tenemos un conocimiento relativamente reducido sobre las instalaciones brasileras. Pero sabemos que Brasil tiene posibilidades infinitamente mayores en lo que respecta al proceso nuclear. Ese país ya lo está desarrollando hace 30 años y domina todas las etapas del mismo.

No fue porque sí que cité a los institutos estadounidenses de Los Alamos y Livemore, según los cuales Brasil, si quisiese, podría construir armas nucleares dentro de un lapso de tres años.

No puedo decir, en el caso de Brasil, cuándo va a suceder esto, pues no sé cuándo comenzó el programa nuclear. Probablemente nadie lo sepa, a no ser los brasileros.

Entrevista: Christina Krippahl (CP)
Edición: Claudia Herrera Pahl