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Bush: una gota de miel para Europa

Emilia Rojas3 de febrero de 2005

Positivo fue en general el eco que tuvo en círculos políticos de Alemania el discurso del presidente Bush sobre el estado de la nación, en que manifestó la voluntad de colaboración con sus aliados.

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Bush en la euforia libertadora.Imagen: dpa

Sin novedad en Washington. Al menos no en materia de fondo. Si bien el discurso del presidente sobre el estado de la nación llamó la atención por un tono más moderado y no reeditó la ya célebre definición del “eje del mal”, una vez más quedó en evidencia cuál es la misión que George W. Bush cree tener en la historia: combatir la tiranía en el mundo.

Reacciones en Alemania

De todas formas, en Europa se registró con beneplácito que el jefe de la Casa Blanca haya mencionado los esfuerzos de Francia, Alemania y Gran Bretaña por inducir a Irán a abandonar su programa atómico. El vicepresidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento alemán, el socialdemócrata Hans Ulrich Klose, puntualizó que “entre los aliados europeos y estadounidenses hay coincidencia en cuanto a que, en la medida posible, se debe evitar que el régimen de los mullahs de Teherán tenga armas atómica”. En este contexto, Klose destacó que Bush habló expresamente de la necesidad de cooperación, lo cual consideró “una buena base”.

bush state of the union
Signos de acercamiento.Imagen: ap

También la oposición cristianodemócrata germana reaccionó positivamente a las palabras del presidente estadounidense. El ex ministro de Defensa, Volker Rühe, consideró evidente que Bush busca un acercamiento a Europa. Por su parte, el portavoz de política exterior de la CDU, Wolfgang Schäuble, aprovechó de lanzar un par de dardos contra el gobierno del canciller Gerhard Schröder, opinando que la alta participación en las elecciones iraquíes demuestra que “todos aquellos que en Europa creían saber más que el gobierno estadounidense no tuvieron la razón.”

La cordialidad no implica concesiones

Entre los signos de acercamiento puede contarse también la sorpresiva aparición de Bush, el miércoles, en una reunión que sostenía el ministro del Interior alemán, Otto Schily, con el consejero de seguridad estadounidense, Stephen Hadley, en la Casa Blanca. Según Der Spiegel, en esa oportunidad el presidente elogió al ministro germano como un “buen amigo de Estados Unidos”.

En suma, las formas han vuelto a ser cordiales. Pero, volviendo al fondo del asunto, el discurso sobre el estado de la nación no dejó lugar a dudas de que Bush se siente en extremo satisfecho con su política exterior. Fortalecido por su cómoda reelección y con los nuevos bríos que le brinda el exitoso desarrollo de las elecciones en Irak, sus advertencias contra países como Irán y Corea del Norte no se han suavizado. Más seguro que nunca de estar en lo correcto, Bush puede tender ahora la mano a sus antiguos aliados. Pero eso no implica que esté dispuesto a hacer concesiones. Mientras los europeos coincidan con sus puntos de vista, todo marchará bien. Cuando haya discrepancias, lo más probable es que vuelva a optar por dejarlos simplemente de lado y seguir adelante con lo suyo.