Cárcel de Guantánamo: el lustro perdido de Murat Kurnaz
29 de julio de 2013“Quienes justifican el sacrificio de libertades, derechos y garantías constitucionales en nombre de la seguridad nacional deberían ponerse en el lugar de Murat Kurnaz, aunque sólo sea por un momento”. Este es un argumento recurrente en el largo debate en torno a las políticas antiterroristas de Alemania y sus aliados en Occidente. Kurnaz es el turco-alemán que pasó cinco años de su vida (2002-2006) en el centro de detención de Guantánamo bajo cargos de terrorismo que carecían de fundamento, sin que Alemania o Turquía intervinieran.
“El que no la debe, no la teme. Yo no tengo nada que ocultar”, alegan hoy quienes tildan de inofensivas las prácticas de espionaje masivo de países como Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Así pensaba Kurnaz en octubre de 2001, cuando emprendió un viaje de peregrinación a Pakistán a los 19 años para saber más sobre su fe musulmana. Pero, al calor de los sucesos del 11 de septiembre de 2001, su edad, su religión, su aspecto físico e indumentaria –cosas que él nunca pretendió disimular– terminaron confabulándose en su contra.
Arrestado en noviembre de 2001 durante una rutina de control de las autoridades pakistaníes, Kurnaz fue entregado a las fuerzas de seguridad estadounidenses en Afganistán a cambio de una recompensa de 3.000 dólares. El joven fue catalogado como un “combatiente hostil” y transferido de un campo de concentración afgano a Guantánamo en enero de 2002. Él fue uno de los primeros prisioneros de Guantánamo, después de que sus instalaciones fueran dedicadas exclusivamente a la acogida de sospechosos de terrorismo.
Bajo el estigma de Guantánamo
De ser torturado en Kandahar con electroshocks y técnicas como el waterboarding, Kurnaz pasó a ser golpeado sistemáticamente, encadenado y encerrado bajo condiciones extremas en una celda individual de Guantánamo. Ese mismo año, Washington ofreció liberarlo por falta de evidencias en su contra; pero ni Alemania ni Turquía quisieron asumir responsabilidad por el reo. De ahí que Kurnaz pasara cuatro años más en prisión. Fue la canciller alemana, Angela Merkel, quien negoció con George W. Bush la liberación del joven nacido en Bremen.
Decir que el resto es historia sería un poco cínico. Kurnaz sigue llevando el estigma de haber estado preso en Guantánamo. “El talibán de Bremen”, como lo bautizó la prensa sensacionalista alemana alguna vez, sigue siendo objeto de sospechas para muchos de sus conciudadanos; incluso ahora que ha dejado atrás algunos de los rasgos –su barba, ciertas prendas– que el imaginario colectivo asocia con los extremistas musulmanes. “Cortarme la barba no fue una gran cosa”, dice Kurnaz en entrevista con Deutsche Welle.
Kurnaz tenía 24 años cuando regresó a Alemania. Al llegar se enteró de que su primera esposa se había divorciado de él mientras estaba encarcelado. Pero eso no impidió que él intentara rehacer su vida: Kurnaz se casó por segunda vez y tuvo dos hijas, trabajó aquí y allá para descubrir su vocación profesional, enseñó deportes de combate y orientó a jóvenes con problemas de conducta. Kurnaz publicó una autobiografía y un cortometraje del conocido director turco-alemán Fatih Akin giró alrededor de su figura.
Si Europa acogiera a algunos de los presos…
Desde hace unos meses, Kurnaz se halla promocionando la película Cinco años de vida, del director alemán Stefan Schaller, basada en el libro que recoge sus experiencias en Guantánamo. Eso lo obliga a recordar a las 166 personas que siguen estando recluidas en el campo de detención ubicado en la isla de Cuba. Muchos de ellos –más de la mitad– podrían ser liberados a estas alturas, pero los países de origen de esos reos no pueden garantizar las medidas de seguridad o vigilancia que Estados Unidos pone como condición para dejarlos ir.
A juicio de Kurnaz, los pocos sospechosos de terrorismo realmente peligrosos pueden ser transferidos a cárceles de alta seguridad en Estados Unidos; los demás deberían ser enviados a sus respectivas patrias o a terceros países. “Las cosas serían más sencillas si Europa acogiera a algunos de estos presos”, sostiene Kurnaz, dudando, sin embargo, que exista una verdadera voluntad política para hacerlo. Él tampoco cree que Barack Obama realmente quiera cumplir su promesa de cerrar Guantánamo; pero eso no reduce la vehemencia con que Kurnaz exige la clausura definitiva de ese centro de detención al margen de las leyes internacionales.
Autores: Diana Fong / Evan Romero-Castillo
Editora: Claudia Herrera Pahl