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Chile-Bolivia: hora de sanar viejas heridas

Emilia Rojas Sasse (CH)11 de noviembre de 2014

Más allá de la decisión que tome la Corte Internacional de La Haya respecto a la demanda boliviana, Chile tiene la responsabilidad de buscar acuerdos para sanar de una vez por todas las heridas de la Guerra del Pacífico.

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Imagen: picture-alliance/dpa

¿Tiene Chile la obligación de sentarse a negociar con Bolivia la salida al mar que el país reclama incansablemente desde hace décadas? El gobierno de Evo Morales espera una respuesta afirmativa de la Corte Internacional de La Haya, cuya competencia en la materia ha sido impugnada por Santiago, alegando que ninguna instancia internacional puede forzar a un país a ceder soberanía. Los sucesivos gobiernos chilenos se han remitido siempre al tratado de 1904, en virtud del cual quedaron sellados los límites actuales y la pérdida del litoral sufrida por Bolivia en la Guerra del Pacífico. Y se han amparado en la inviolabilidad de los tratados limítrofes, con buenos argumentos.

La Caja de Pandora

Nadie quiere abrir la Caja de Pandora, poniendo en duda la vigencia de fronteras que en incontables lugares del planeta han sido dibujadas y redibujadas con el paso de los siglos y las guerras. También el mapa de Europa ofrece múltiples ejemplos. Si esas muchas guerras fueron justas o injustas, motivadas por ansias libertarias, ambiciones de poder, delirios religiosos o simples intereses económicos, es harina de otro costal. De partida, porque ya el solo concepto de la “guerra justa“ resulta más que cuestionable.

Tampoco Bolivia pone en duda la vigencia del Tratado de 1904, y así lo han subrayado expresamente sus autoridades. Lo que el gobierno de La Paz persigue es forzar al de Santiago a sentarse a la mesa de negociaciones, en busca de una solución a la mediterraneidad boliviana.

Más que desventajas económicas

Objetivamente, la falta de una salida al mar supone una traba para los esfuerzos de desarrollo, como lo ha expuesto también la ONU. Las desventajas para el comercio son evidentes. Un botón de muestra: de acuerdo con cálculos del Banco Mundial, a un país sin litoral le cuesta más de 3.000 dólares embarcar un contenedor estándar. Un país con acceso al mar paga en cambio menos de 1.300 dólares.

Pero, en el caso de Bolivia, hay más en juego. Por generaciones, los bolivianos han sentido la mediterraneidad como una injusticia histórica y sus gobiernos han solido achacar a la ausencia de litoral muchos de los problemas del país. Es un tema recurrente, que cohesiona a la población y mantiene vigente el recelo hacia el adversario de una guerra que se inició 35 años antes que la primera Guerra Mundial.

Destinos entrelazados

En Europa, las heridas mayores han cicatrizado. Los enemigos de antaño conmemoran de la mano los hitos de las dos hecatombes bélicas que arrasaron el continente en el sigo XX y rinden juntos homenaje a los caídos de lado y lado. La clave radica en la integración, que, pese a todos sus problemas, liga ahora estrechamente los destinos de países que por siglos fueron escenarios de batallas. La idea de este destino común se ha impuesto en buena medida, con esfuerzos financieros por nivelar estándares de vida, homologar legislaciones, permeabilizar fronteras. La integración puede ser también la respuesta a esta antigua disputa entre Bolivia y Chile.

¿Tiene Chile la obligación de negociar con Bolivia? La respuesta la dará la Corte Internacional de La Haya, si desestima las objeciones chilenas y se declara competente en el caso. Pero, aun si el derecho internacional respaldara la posición del gobierno chileno, eso no lo exime de la responsabilidad de buscar acuerdos para que después de más de un siglo terminen de sanar las heridas de la Guerra del Pacífico. Es hora de que se imponga también en esta parte del mundo la convicción de que el mejor futuro posible es un futuro común, en el entendido de que el crecimiento de uno potencia el del otro, y hay que remover viejos escombros para darle paso.