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Chile repite la historia: campeón de la Copa América

Diego Zúñiga (JOV) 27 de junio de 2016

No hubo venganza de parte de Argentina. Los dirigidos por Juan Antonio Pizzi demostraron, en un partido de altísimo nivel, que la estrella que ganaron en 2015 no fue casualidad.

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Imagen: picture-alliance/dpa/J. Szenes

No es casualidad que por segundo año consecutivo, una final de la Copa América (una oficial, la otra conmemorativa) haya sido protagonizada por Chile y Argentina. Es cosa de lógica, aunque en el fútbol ese concepto no sea aplicable del todo. Son los dos mejores equipos de América en estos momentos, y así lo demostraron en el partido jugado este domingo (26.06.2016) en el Metlife Stadium, donde 82 mil espectadores presenciaron un auténtico espectáculo táctico, de dientes apretados y nervios de acero.

El 0-0 que sellaron los finalistas en los 90 minutos reglamentarios se extendió en los 30 adicionales, donde al final pesaron las piernas y flaquearon las ideas. El triunfo fue nuevamente a través de la lotería de los penales, donde Argentina falló dos y Chile uno. Eso, sin embargo, no quita brillo a la nueva copa obtenida por un Chile que confirma que lo suyo no es obra de una coincidencia, sino fruto del trabajo de un equipo, de una generación de futbolistas que se ha ganado a pulso un lugar en el cielo del balompié de ese país, que ahora puede lucir dos estrellas y dejar atrás el trauma de ser una selección que nunca había ganado nada.

Lionel Messi, en cambio, no pudo dejar en el olvido su propio trauma, quizás su propio karma, el de no haber ganado torneos clase A con Argentina. El Messi que se vio la noche de este domingo en Estados Unidos dista, miles y miles de kilómetros, del que luce con brillo propio en Barcelona. Y, por si fuera poco, el 10 argentino marró el primer penal de su equipo, disparando por sobre la portería defendida por Claudio Bravo. La transmisión alemana del partido lo decía: Messi tiene un problema con sus nervios cada vez que juega instancias decisivas con la albiceleste.

Odiosas comparaciones

Es inevitable comparar este partido, lleno de transiciones, de dinámica, de velocidad, con los a ratos sonsos encuentros de la Eurocopa. Está bien, ésta era una final y la Eurocopa recién juega sus octavos. Pero, comparando la Copa América completa con el torneo del Viejo Continente, salta a la vista la mezquindad de los planteamientos tácticos que se han visto en Francia contra la vocación ofensiva y la intensidad a veces suicida de los equipos americanos. Es cosa de pensar en el partido de Eslovaquia con Alemania, donde los campeones del mundo ganaron por 3-0. Eslovaquia prácticamente no quiso atacar, buscó simplemente no ser humillado.

Argentina y Chile fueron los equipos que mostraron el mejor juego durante todo el campeonato. Los primeros comenzaron a gran nivel y se mantuvieron así hasta el final. En todos los partidos habían recibido apenas dos goles (uno de Chile, otro de Venezuela) y habían marcado 18, lo que habla de una selección aceitada, de juego casi perfecto y con la ventaja casi imposible de equiparar de contar con un Lionel Messi inspirado casi todo el torneo. También es cierto que su camino a la final fue más cómodo: enfrentó, tras la fase de grupos, a Venezuela y a Estados Unidos, y a ambos les anotó cuatro goles.

Chile, en cambio, partió de menos a más. Su punto más glorioso, el 7-0 contra México. Pero comenzó perdiendo con Argentina en la fase de grupos, luego dando un espectáculo dudoso ante la increíblemente débil Bolivia y mejorando a partir de ahí hasta la final. Su ruta al partido de este domingo fue más compleja, al menos en el papel: el ya mencionado México y Colombia. Los dirigidos por Juan Antonio Pizzi, campeones defensores, poco a poco fueron revalidando sus galones como aspirantes al título y terminaron demostrando que estaban preparados para instancias mayores.

Justo campeón

Quizás en unos años más, la historia nos dirá que Messi sí pudo ganar algo con Argentina. Pero su displicencia en los momentos decisivos es enervante. Además, Chile supo bloquear muy bien el lujo, la habilidad desmedida con que el 10 de Argentina está dotado. A veces la marca sobre él no solo se duplicaba, sino que se cuadruplicaba. Ningún otro equipo en el torneo pudo, o supo, hacer lo mismo y las consecuencias las padecieron Venezuela, Estados Unidos, Panamá y Bolivia, todos goleados por los dirigidos por el Tata Martino.

Lo que sí es seguro es que la historia dirá es que este Chile, heredero directo del surgido hace 9 años con José Sulantay, moldeado meticulosamente por Marcelo Bielsa, depurado tácticamente por Jorge Sampaoli y con algunas modificaciones realizadas por Pizzi, es la mejor selección de la historia del fútbol de ese país y ha validado con hechos ese pergamino. Supo reponerse a un cambio de técnico traumático, a un comienzo flojo de campeonato y a bajas obligadas (Eugenio Mena, Matías Fernández) que, en el papel, debilitaban al plantel.

La convicción mostrada por las estrellas más refulgentes del equipo chileno tuvo un premio en una final de alto vuelo, con una Argentina jugando a su mejor nivel y con Messi en la cancha. El año pasado se dijo mucho que la Copa América había sido comprada, una acusación infamante que intentaba menoscabar el trofeo que Chile ganó en casa. A veces es mejor saber reconocer que un equipo es mejor o, cuando menos, cuenta con los merecimientos para lucir en su palmarés un título. Chile lo hizo bien, mejor que todos hasta en el detalle de acertar los penales. Vidal, Sánchez, Bravo y compañía se ganaron en la cancha sus dos estrellas.