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Chile: un país, dos mundos

Nicolás Guzmán
11 de noviembre de 2020

Los chilenos esperan que, con una nueva Constitución, el escenario cambie y el país por fin termine con una larga historia marcada por los altos índices de desigualdad y de segregación.

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Chile Proteste in Santiago
Imagen: picture-alliance/dpa/F. Llano

En algunos barrios de la capital, Santiago, la gente tiene una calidad de vida similar a la europea, en otros, tiene que convivir con el hacinamiento, la falta de oportunidades y el narcotráfico.

"La Pintana es una comuna donde la gran mayoría de las personas gana un sueldo que va desde los 300 a 500 dólares al mes. Viven en casas muy pequeñas y hacinadas. Para ir a sus lugares de trabajo demoran al menos tres horas en el transporte público y el pasaje les significa un cuarto de sus ingresos. Los servicios de salud a su alrededor están desfinanciados y colapsados, mientras que la red escolar es de baja calidad. Además de un acceso muy limitado de oportunidades, la gente tiene que convivir rodeada de bandas narco-criminales, con un alto poder de fuego. Así es la realidad acá”. De esta manera, el vicepresidente de América Solidaria y exdirector del Hogar de Cristo, Benito Baranda, explica cómo se vive en uno de los sectores más pobres del país, donde él también reside.

Soziale Unterschiede in Chile
La Pintana.Imagen: Victoria Eglau

Pero La Pintana, lejos de ser un caso excepcional, es una de las tantas comunas que existen a lo largo del país. El Instituto de la Vivienda de la Universidad de Chile las calificó como "Zonas Rojas”. Son barrios sin áreas verdes, sin grandes comercios y muchas veces con poco acceso al transporte público. Tampoco cuentan con instituciones -públicas y privadas-, ya que la mayoría de las empresas se niegan a entregar sus servicios en estas comunas, consideradas como "marginales”.

En la capital del país, Santiago, son fáciles de reconocer. La mayoría de ellas se encuentran conectadas una al lado de la otra, ya sea en el sector poniente o en el sector sur de la ciudad. "Chile es un país en exceso segregado. Solo con tomar un mapa se puede ver cómo las experiencias de vida entre los chilenos están enormemente desconectadas entre sí”, señala a DW Rodrigo Mayorga, doctor en antropología educacional de la Universidad de Columbia y director de Momento Constituyente.

Banco Mundial: 30% de chilenos vulnerables

El último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), de la cual Chile forma parte, volvió a confirmar este año una información que desde hace un tiempo viene advirtiendo. Según un estudio que presentó el organismo en marzo, se comprobó que, durante 2017, el 20% de la población más privilegiada ganó 10,31 más que el 20% menos favorecida. Con estos resultados, el país quedó en el segundo país de la OCDE con mayor brecha de ingresos entre el 10% más rico y el 10% más pobre, superado solo por México.

En la misma línea, el Banco Mundial publicó en su sitio web que el 30% de los chilenos se encuentra en una situación "económicamente vulnerable”. Y confirmó que solo una minoría del país concentra la mayoría de los ingresos, tomando como referencia el índice Gini, muestra validada en el mundo económico. Con estas cifras, Chile volvió a ubicarse como una de las naciones más desiguales de Latinoamérica.

"Chile se ha ido tornando, progresivamente, en una sociedad con muchas y permanentes desigualdades. Desigualdades en el acceso a una atención sanitaria oportuna, a una educación pública de calidad, a una vivienda digna y a una previsión justa. Hay también, incluso, una manifiesta desigualdad en el trato que se da a las personas, según sea su situación socio-económica o su aspecto”, afirma a DW el Profesor de la Universidad de Valparaíso y Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, Agustín Squella.

Chile Santiago | Anti-Regierungsprotest
Imagen: Ivan Alvarado/Reuters

Para tratar de explicar esta realidad en Chile, muchos especialistas recurren a una investigación que realizó el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que, tomando en consideración diversos estudios sobre el tema, explicaría el origen de la segregación en el país. Según el informe "Desigualdades: orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile”, el distanciamiento entre un grupo y otro se desarrolló con fuerza durante la dictadura militar de Augusto Pinochet, que comenzó en 1973 y que se extendió luego por 17 años.

La investigación del PNUD señala que, "durante este período, el país experimentó una radical transformación económica y social que tuvo efectos significativos sobre la estructura de la desigualdad, porque se redefinieron las reglas de funcionamiento de la economía y de las relaciones entre trabajadores y empleadores”. Además, agrega que en ese tiempo también se privatizaron muchas empresas que, en su mayoría, quedaron bajo la conducción de grupos económicos que se fortalecieron durante la dictadura.

Así también lo confirma la directora de Estudios Latinoamericanos del Instituto GIGA de Hamburgo a DW, Prof. Dr. Merike Blofield, quien asegura además que, la "Constitución de 1980, que fue redactada por y bajo un régimen militar, tuvo como uno de sus objetivos explícitos eliminar las posibles amenazas de políticas redistributivas”.

Y además sostiene que, desde ese entonces, "Chile ha tenido un sistema político que ha preservado estos altos niveles de desigualdad socioeconómica”.

Abrumadoras diferencias en una ciudad

Mientras en el barrio de La Dehesa -donde se concentra gran parte de la élite de Chile- abundan las áreas verdes, viviendas con más de 5.000 metros cuadrados, centros médicos y colegios que destacan cada año por sus buenos resultados, en otros sectores de la capital, familias completas deben convivir en departamentos que no alcanzan los 30 metros cuadrados y en edificaciones de hasta 40 pisos en la periferia de la ciudad. Hoy, conocidos coloquialmente, como los "guetos verticales”.

El Observatorio del Gasto Fiscal en Chile, que midió el presupuesto de los municipios de la Región Metropolitana en 2019 por cantidad de habitantes, destacó en su último estudio que la diferencia per cápita entre aquellas comunas con más recursos, en comparación con las que tienen menos, es de 7,9 veces.

Chile Santiago de Chile
Imagen: Imago/robertharding

Los municipios más beneficiados y en donde históricamente reside la élite del país son Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea que, paradójicamente, fueron -junto a otras dos comunas- los únicos de los 346 que existen en el país, en donde la opción "Rechazo” a la idea de una nueva Constitución se impuso en el último plebiscito del 25 de octubre.  

"Cuando se habla de que hay un distanciamiento entre la elite política y empresarial con la ciudadanía es porque la mayoría vive en esos barrios. No solamente pasa en Santiago, sino también en otras ciudades de Chile”, señala Baranda, de América Solidaria.

Similar opinión tiene el historiador Mayorga quien indica que, "estas comunas que votaron en contra del resto del país, estaban defendiendo un modelo que especialmente para ellos es un modelo exitoso”. Sin embargo, precisa que, "si uno mira la experiencia de la gran mayoría de la población, uno se encuentra con una realidad que es totalmente distinta”.

¿Puede Chile salir de este escenario?

Casi un año después de que comenzaron las movilizaciones en Chile, como respuesta al descontento social, un categórico 78% de la población se mostró a favor de escribir una nueva Constitución, con la esperanza de terminar con los altos índices de desigualdad y la falta de oportunidades.

Pero, ¿qué tanto puede cambiar una nueva Carta Magna el actual sistema económico y político-social de un país? El Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, que suena con fuerza como un posible cardidato a constituyente, lo explica de la siguiente manera: "Las Constituciones no producen cambios, pero los facilitan, especialmente en cuanto a lo que ella establezca en materia de régimen político y compromiso del Estado, con aquellos derechos fundamentales que tienen que ver con el acceso garantizado a bienes básicos”.

Así también lo aclara la directora de Estudios Latinoamericanos del Instituto GIGA. "Ahora comienza el largo camino para realmente forjar la convención, redactar la Constitución, lograr su aprobación e implementarla. Pero se requerirá también del compromiso, especialmente, de aquellos que se han beneficiado durante mucho tiempo del sistema actual”, concluye.