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China, EE.UU. y la lucha antiterrorista

Ernin Zhu (traducción LBM)5 de septiembre de 2006

Los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 provocaron algunos cambios en las relaciones entre Estados Unidos y China. Pero, en el fondo, la desconfianza y el miedo siguen dominando la convivencia de ambos.

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El acercamiento entre Bush y Zemin se mantiene en los límites de la desconfianza.Imagen: AP


La política para China de Estados Unidos se mueve desde hace años, dependiendo de la situación internacional, de los conflictos bilaterales y de los cambios de opinión, entre dos polos que van del compromiso (engagement) a la contención (containment). Se pudo observar, que cada nuevo gobierno en Estados Unidos comenzaba su periodo legislativo manteniendo una postura de confrontación con China, para virar pasado un tiempo hacia posiciones más pragmáticas y cooperativas. Mientras que el presidente Clinton durante su segundo mandato elevó a China a la categoría de "colaborador estratégico", el país asiático volvió a ocupar en la campaña electoral de George W. Bush el lugar de "competidor estratégico".

Kitty Hawk
El incidente entre la aviación estadounidense y china tensó las relaciones.Imagen: AP

Las relaciones entre ambos países empeoraron después de que en abril de 2001 un avión de reconocimiento estadounidense colisionara con uno de combate chino sobre el mar meridional de China. Con este escenario de fondo resulta destacable que, tras los atentados del 11 de septiembre el presidente del Partido y del Estado chinos, Jiang Zemin, no sólo tomara el teléfono para transmitir al presidente Bush sus condolencias y su condena ante los actos terroristas, sino que además aceptara colaborar con la lucha contra el terrorismo internacional.

Esta decisión de la clase dirigente china iba acompañada de riesgos internos. En ese momento, las opiniones antiamericanas, sobre todo entre los jóvenes, seguían siendo en China muy virulentas. Los autores de numerosos artículos publicados en Internet consideraban que el 11 de septiembre era la factura que se pagaba Estados Unidos su política de potencia mundial y su autodefinido papel de gendarme del planeta.

¿Empezar de nuevo?

Symbolbild Grafik Weltmacht USA China Adler, Drache
Dos gigantes luchan por ocupar su puesto en el mundo.

Jiang Zemin vio sin embargo en el nuevo reto que suponían los atentados una oportunidad para mejorar las relaciones entre China y Estados Unidos. Su idea era que China no podría negarse eternamente a colaborar con Estados Unidos si deseaba que la modernización del país fuera un éxito- cuestión que es, para la dirección política de China, una tarea principal.

Para alcanzar dicha meta, los dirigentes chinos han declarado la guerra a "tres fuerzas": el separatismo, el terrorismo y el extremismo. China espera, por supuesto, que su pertenencia a la alianza contra el terrorismo le depare de la comunidad internacional algo más de comprensión y mano libre en su duro proceder, sobre todo en lo que se refiere a Xinjiang, la zona norte del país, donde más de la mitad de sus 18 millones de habitantes son musulmanes y donde ya en los años 90 hubo cientos de altercados. Pero también para combatir el separatismo de Taiwan y el movimiento "Falungong", quería Pekín que la etiqueta de la "guerra contra el terrorismo" le otorgara cierta legitimidad.

Georg W. Bush und Jiang Zemin in Shangai
Oportunidad para mejorar las relaciones.Imagen: AP

También Bush buscó el apoyo chino. No sólo en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, donde China tiene derecho a veto, sino en acciones concretas. En Pakistán, para luchar contra los talibanes, y en otros casos, China podía ser un buen aliado. Bush correspondió al acercamiento chino colocando en su lista de grupos terroristas a la agrupación uigur "East Turkistan Islamic Movement". Sin embargo, la esperanza china de sacar capital a la lucha conjunta contra el terrorismo para financiar su propia política no pasó de la mera utopía.

Entre el 11 de septiembre y finales de 2002 tuvieron lugar tres encuentros personales entre Jiang Zemin y Bush, lo que por lo menos de cara al público contribuyó a mejorar la retórica y el ambiente reinante. En ese momento, la Administración estadounidense hablaba de una "colaboración abierta y constructiva" con China. El "compromiso" parecía ganarle terreno a la "contención".

Tras cinco años ha llegado el momento de hacer balance. Lea más en la siguiente página

Renacidos los temores

Spielzeugauto produziert in China, Made in China
Miedo al "made in China".Imagen: dpa

Cinco años después de los atentados del 11 de septiembre ha llegado el momento de hacer balance. Los observadores económicos aseguran que éste no resulta demasiado positivo para China, que no puede contar con un aumento de la confianza por parte de Estados Unidos. Entre la población estadounidense, China sigue ocupando el puesto de principal obstáculo al poder mundial de su país. El Congreso prepara un proyecto de ley para gravar con un 27% todos los productos "made in China" que crucen la frontera estadounidense. En el Departamento de Estado han sido sustituidos todos los directores con conocimientos de la realidad china.

Antes del 11 de septiembre, Estados Unidos aumentó su presencia militar al este de China, sobre todo en Japón, Corea y algunos Estados sudasiáticos. Ahora, China se ve confrontada con soldados estadounidenses también en el este. Si en julio de 2006 el contingente norteamericano estacionado en Uzbekistán fue retirado, las unidades en Kirguistán y Afganistán siguen en sus puestos. El estacionamiento de tropas estadounidenses en Asia Central fue consultado primero con Rusia, mientras que a China nadie le preguntó.

USA Soldaten unter Beschuß auf dem Rollfeld Saddam International Airport
Los soldados estadounidenses se extienden por Asia.Imagen: AP

Poco después del 11 de septiembre de 2001, el primer ministro japonés, Junichiro Koizumi, envió cuatro barcos de guerra nipones al Océano Índico. Con ello, Japón se despide de facto de su tradicional no participación en las medidas de defensa colectiva de la región. En China existe un gran descontento por la forma en que se ha llevado a cabo el abandono de la fase pacífica japonesa, pero al mismo tiempo está se es consciente de que actuar en contra es imposible.

Además de todo esto, Washington ha levantado las limitaciones a la venta de sistemas militares a la India, mientras que las sigue manteniendo para China. La India y Estados Unidos han acordado colaborar en un sector de gran importancia estratégica: el de la tecnología nuclear para fines civiles y la navegación espacial. Esto a pesar de que a día de hoy Nueva Delhi sigue sin haber ratificado el Tratado de no Proliferación de las Armas Nucleares. Los estadounidenses se han comprometido a formar soldados vietnamitas. Bush ha sido el primer presidente estadounidense en visitar Mongolia, ha aprobado una ayuda militar de 20 millones de dólares anuales para el país y se han acordado maniobras conjuntas mongolo-estadounidenses.

Como consecuencia, China se encuentra retada en todas sus fronteras por acciones militares estadounidenses. No resulta por lo tanto sorprendente que el miedo chino a un aislamiento del país por parte de la superpotencia Estados Unidos esté, cinco años después del 11 de septiembre, más vivo que nunca.