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China: sin reformas políticas a la vista

Matthias von Hein / DZ15 de noviembre de 2012

Tras Hu llega Xi, el nuevo líder de China. Sin embargo no se deberían esperar grandes reformas, ni en el partido ni entre los jefes militares, opina Matthias von Hein.

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Imagen: Reuters

Los meses de espera y especulaciones ya pasaron, como también pasó el Congreso del Partido Comunista en China. La mayor organización política del mundo ha elegido una nueva cúpula. Y esta nueva generación de líderes estará al frente de la segunda mayor economía del mundo hasta bien entrada la próxima década. China es un Estado unipartidista. El Partido Comunista ha hecho del país casi un botín. En el fondo, nada de eso cambiará, aunque quizás sí: en el tono y el estilo.

Dominio conservador en el Politburó

El nuevo secretario general del partido, Xi Jinping, tiene un estilo sofisticado y jovial, en completo contraste con su pétreo antecesor, Hu Jintao. Pero no esperemos reformas políticas de Xi, de 59 años. Una señal importante en ese sentido es la decisión de reducir de 9 a 7 los miembros del círculo íntimo del líder, el Comité Permanente. Ahí radica la fuerza conservadora. Contra cualquier atisbo reformista habla el hecho de que Zhang Dejiang, el nuevo número 3 en la jerarquía del partido, justo tras Xi y el primer ministro Li Keqiang, estudió economía en Corea del Norte. Y también el que el líder reformista de la sureña provincia de Guangdong, Wang Yang, y el Jefe de Organización del partido, Li Yuanchao (educado en Harvard), no formen parte de ese círculo.

Por ello, Xi Jinping está dotado de grandes poderes. Además de la secretaría general del Partido, Xi fue nombrado también presidente de la Comisión Militar Central, y con ella empuñará el bastón de mando al frente del mayor ejército del mundo, compuesto por más de dos millones de hombres. A su antecesor, Hu Jintao, le tomó dos años alcanzar el mismo poder. Por si fuera poco, en marzo próximo Xi será presidente de China.

Seguidilla de escándalos

Sin embargo, Xi se enfrenta a grandes desafíos. En su discurso inaugural se refirió a lo que llamó la “corrupción rampante”. Justo antes de este cambio de mando, los escándalos de corrupción alcanzaron niveles gigantescos. Por ejemplo, está el caso del jefe del partido en la ciudad de Chongqing, Bo Xilai, quien con su esposa, Gu Kailai, literalmente caminaban sobre cadáveres, y el escándalo que rodea al ex ministro de Ferrocarriles, Liu Zhijun, acusado de recibir enormes sumas de dinero en sobornos.

En cambio, los detalles sabrosos de la investigación realizada por medios de comunicación estadounidenses sobre los presuntos activos por más de dos mil millones de euros que tendría la familia del saliente primer ministro, Wen Jiabao, fueron censurados, como también ocurrió con los reportes sobre la situación financiera de la familia de Xi Jinping, que tendría unos 300 millones de euros en activos.

El contrato social, en duda

Todo esto muestra que la sociedad china se está distanciando. Y desde hace unos 20 años el contrato social en China está al borde del colapso. Como consecuencia de ello, el pueblo renunció a sus derechos políticos y, en su lugar, se benefició económicamente. Los escándalos de corrupción en el Partido Comunista Chino y los numerosos desastres ambientales sacudieron a la gente. La confianza en la seguridad de los alimentos está destruida. La expropiación a los agricultores para realizar en esos terrenos enormes proyectos de construcción generan protestas masivas en todo el país.

El antecesor de Xi, Hu Jintao, no hizo ningún esfuerzo en los diez años de su mandato para resolver los muchos problemas que aquejan al país. Más bien dio curso a la represión y por ello los críticos hablan de una década perdida. Ahora es el turno de Xi Jinping, quien quizás también se ocupará solamente de los síntomas, sin atacar de raíz los problemas de su gigantesco país.

Autor: Matthias von Hein / DZ

Editora: Cristina Papaleo