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Cierre de Guantánamo: lo que el mundo esperaba

22 de enero de 2009

En su segundo día en funciones, el presidente estadounidense, Barack Obama, ha ordenado cerrar la prisión de Guantánamo en el curso de un año. Un paso que ya era hora que se diera, en opinión de Christina Bergman.

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El presidente Obama pasa a los hechos. Como candidato presidencial había prometido cerrar el campo de prisioneros de Guantánamo. Como presidente, cumple esta promesa en su segundo día en funciones. Es el acto que el mundo esperaba. Su valor simbólico no podría ser mayor. Junto con el indigno trato dado a prisioneros de Abu Ghraib, Guantánamo representa el alejamiento de la política estadounidense de la ley y el derecho. Ante los ojos del mundo, restó credibilidad moral a Washington. Extremistas se valieron de ello para azuzar el odio. En consecuencia, el cierre de ese campo de prisioneros es también una medida anti-terrorista.


Con el cierre de Guantánamo, Estados Unidos retorna a la senda de la fidelidad a la ley, tal como lo había anunciado el presidente Obama en su primer día en el cargo. La suspensión temporal de todos los procesos y la revisión de los motivos de detención de los 245 prisioneros que quedan, la prohibición de aplicar torturas, válida también para la CIA, al igual que la revisión general de los métodos de detención utilizados por los militares estadounidenses y los servicios secretos, subrayan el empeño de atenerse nuevamente a los estándares de derecho internacionalmente reconocidos.


Christina Bergmann
Christina Bergmann.

Sin embargo, todas estas medidas constituyen sólo el comienzo de un largo y complicado proceso. El cierre de Guantánamo no se puede llevar a cabo de la noche a la mañana. Porque en un aspecto no hay que engañarse: en Guantánamo están recluidas personas entre las cuales hay por lo menos algunas que han cometido graves crímenes. No es posible dejarlas simplemente en libertad. Su futuro encarcelamiento y juicio resulta problemático. Las torturas y otros tratos ilegítimos a que fueron sometidos se convertirán en un bumerang. Porque cualquier tribunal civil rechazará pruebas obtenidas en tales circunstancias, aun cuando sean contundentes.


El presidente Obama ha tenido esto en cuenta al tomar decisiones diferenciadas y al nombrar un grupo de trabajo para dilucidar qué podría hacerse con los prisioneros. Obama dio a sus juristas, militares y diplomáticos un año de tiempo para resolver los múltiples problemas. Porque, tras estos “problemas”, está el destino de seres humanos como los 17 Uigures, cuya inocencia se ha probado pero no pueden ser enviados de regreso a China porque allí serían torturados.


Ahora les corresponde actuar a los países que desde hace años demandan el cierre de este campo de prisioneros. En la reunión que sostendrán la semana entrante en Bruselas, los ministros de Relaciones Exteriores de la Unión Europea podrían respaldar el cambio de la política estadounidense. Podrían dar una señal de que están dispuestos a asumir responsabilidades. Porque, en la lucha contra el terrorismo internacional, se requiere un proceder mancomunado. El primer paso decisivo se ha dado al otro lado del Atlántico.

Christina Bergmann, corresponsal de DW en Washington. (ER/EV)