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Sociedad

Cinco costumbres alemanas difíciles de comprender

Dana Regev
12 de diciembre de 2019

Mudarse a un país nuevo implica conocer nuevas costumbres. El recién llegado puede adoptar algunas como propias, pero hay otras a las que es difícil acostumbrarse. Eso le pasó a nuestra autora cuando llegó a Alemania.

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Imagen: picture-alliance/ZB/B. Wüstneck

Nací y crecí en Israel, por lo que, cuando llegué a Alemania, muchas de las normas sociales y culturales me resultaron totalmente nuevas. Por ejemplo, los alemanes parecen estar a gusto desnudos en público, no tienen reparos en fruncir el ceño por la calle a completos desconocidos si piensan que han hecho algo mal y, por alguna razón misteriosa, prefieren comprar una cerveza barata en una tienda antes que pagar un poco más y sentarse en un agradable bar. Aunque admito que abracé felizmente muchas de las costumbres alemanas, desde broncearme en los parques hasta pagar en metálico y planificar meticulosamente mis vacaciones, hay otros hábitos germanos que aún me desconciertan.

1. Las corrientes son el enemigo

La relación de los alemanes con el airecillo parece ser muy compleja. Por un lado, siempre hay un colega que insiste en abrir la ventana, aunque afuera haga 10 grados, porque necesita respirar aire fresco. Pero, por el otro, una vez que el aire empieza a hacerse notar, se convierte en la causa de todos los males.

Cuando hay dos ventanas abiertas una frente a otra en la misma habitación, se produce una corriente altamente peligrosa para los seres humanos, que puede provocar desde tortícolis, pasando por un catarro leve y hasta neumonía. Todavía debo identificar el punto exacto en el que una fresca brisa pasa a ser una amenaza mortal, pero, afortunadamente, tengo ante mí un largo invierno para descubrirlo.

2.  ¿Límites de velocidad? LOL

Cualquiera que haya estado en Alemania más de un día sabe cuán en serio se toman sus autos los alemanes. Alemania no tiene límite de velocidad en algunos tramos de sus autopistas y cualquier atisbo de cambiar esa situación suscita de inmediato duras críticas. En defensa de aquellos que se oponen a establecer límites de velocidad, hay que decir que las estadísticas muestran que el 60 por ciento de los accidentes fatales no tienen lugar en la autopista, sino en carreteras regionales, donde el límite de velocidad es de 100 kilómetros por hora. Aun así, viniendo de un país donde los accidentes automovilísticos suponen la primera causa externa de muerte, me parece difícil de entender por qué es tan importante circular a 250 kilómetros por hora y atosigar a los conductores más modestos lanzando ráfagas con los faros delanteros o conduciendo pegados a la parte trasera de su auto.

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3.  Todo por escrito

Para un país famoso por su meticulosa cultura del reciclaje, me sorprende el extensivo uso que se hace en Alemania de papel innecesario. De hecho, en 2018, cada alemán utilizó una media de 241,7 kilos de papel, número que convierte a Alemania en el país con una mayor cantidad de consumidores de papel. A pesar de estas cifras preocupantes, si algo no está escrito en papel, sencillamente no es válido. Así que prepárense para escribir una carta si quieren rescindir un contrato, impriman los recibos que lleguen a su correo electrónico y olvídense de los PDFs. Aquí es muy importante guardar una copia en papel de prácticamente todo.

4.  El trabajo es el trabajo

Los alemanes no consideran necesariamente a sus colegas como sus mejores amigos, algo que al principio me sorprendió mucho. Mis jefes aquí nunca me preguntaron sobre mi vida personal y prácticamente tuve que conducir la conversación para que supieran algo de mí aparte de mi nombre y dónde nací. Como paso la mayoría de mi tiempo con los colegas, la ausencia de cercanía con ellos me supone una especie de disonancia cognitiva difícil de manejar. Es muy probable que esta gente con la que paso al menos ocho horas al día nunca tenga un rol en mi vida aparte de ese. Muchos opinan que esa separación entre trabajo y vida personal es saludable, pero, para mí, como israelí, es un reto: estoy acostumbrada a compartir con mis colegas algo más que la oficina.

5.  Los domingos

En Alemania, la semana solo tiene seis días. Es cierto que en el calendario hay domingos, pero, aparte de eso, me pregunto si realmente existen. Los comercios están cerrados,  así como muchos cafés y restaurantes, el transporte público funciona con menos frecuencia e incluso en la capital, Berlín, todo discurre con mayor lentitud. A los alemanes, eso no parece molestarles. No me malinterpreten, estoy a favor de descansar un día a la semana e incluso más, y valoro mucho la fuerte cultura de los derechos de los trabajadores en Alemania. Pero como trabajo a tiempo completo, me gustaría también poder hacer alguna compra los domingos.

Y un dato extra: las  citas amorosas con los alemanes

Durante mi primera semana en Alemania, tanto mujeres de diversas partes del mundo como residentes en este país me advirtieron sobre un escurridizo mamífero: el hombre alemán, ese gran misterio. En su defensa, he de decir que a algunos de ellos les ha llegado el rumor de lo difícil que es conseguir una cita y muchos fueron tan amables de preguntarme si es cierto y cómo me siento ante el hecho de que los hombres alemanes actúen de forma diferente. Pero, a pesar de esta amabilidad, he de confirmar que es difícil comunicarse con el alemán común. Sus patrones de comunicación pueden ser erráticos e inesperados, parecen evitar plataformas como WhatsApp y Facebook y les lleva mucho tiempo hasta que están dispuestos a definir esto que ocurre entre los dos como "una relación”.

(ms/cp)

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