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Colombia va marcha atrás hacia el conflicto

29 de agosto de 2019

Dos exlíderes de las desaparecidas FARC anunciaron que retomarían las armas. ¿Puede su declaración reencender la llama de la guerrilla? Eso no es lo único de lo que depende la paz en Colombia, comenta Günther Maihold.

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Kolumbien Mitglieder der kolumbianischen Rebellenorganisation FARC in Toribio
Imagen: picture-alliance/dpa/EFE/C. Escobar Mora

En un video publicado hoy, dos líderes históricos de la desmantelada organización guerrillera Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) anunciaron que retomarían los fusiles para darle inicio a una nueva fase de la lucha armada. Iván Márquez y Jesús Santrich, ambos miembros de la comisión negociadora de las FARC en el proceso de paz que se desarrolló en La Habana, Cuba, se retiraron hace mucho de la vida pública hasta el punto de volverse ilocalizables. Ahora se confirman los rumores según los cuales ellos estaban buscando pertrecho con miras a fundar una "nueva guerrilla”. Ésta ha sido bautizada FARC-EP y se ha dado a la tarea de reunificar a los grupos disidentes de las desarticuladas FARC para insuflarle nueva vida al viejo proyecto de la lucha armada.

Günther Maihold Quadriga
Günther Mailhold, subdirector de la Fundación Ciencia y Política (SWP), de Berlín, y comentarista invitado de DW.Imagen: DW

¿Más que una guerrilla de veteranos?

Según estimaciones extraoficiales, todavía hay unos 1.800 exguerrilleros armados involucrados en actividades criminales como el tráfico de drogas, la minería ilegal, la extorsión y el secuestro organizados. Hasta ahora, ellos han actuado de manera dispersa en el territorio nacional, sin una estructura de liderazgo clara. Ahora podrían ceder a la tentación de responder al anuncio de los dos comandantes históricos de las FARC para arrogarse una nueva fachada de legitimación política. Cabe dudar que las conversaciones anunciadas por las FARC-EP con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) sean exitosas. No obstante, es un hecho que ahora hay un nuevo actor en la escena política. Esto echa por tierra uno de los principales logros del proceso de paz, el desarme y la desmovilización de los exguerrilleros, y enciende de nuevo la lucha armada de las FARC; a eso se suma la organización guerrillera ELN, que sigue estando activa porque todavía no se ha podido llegar a acuerdo trascendental alguno con sus líderes.

Prueba de fuego para el presidente Duque

Colombia vuelve a encontrarse en una encrucijada mientras procura seguir adelante con un proceso de paz que tiene demasiados precursores fracasados a sus espaldas. Los compromisos dejaron de cumplirse una y otra vez, garantías prometidas no fueron respetadas y la vieja élite política sigue controlando el poder. ¿Puede la declaración de los dos veteranos volver a encender la llama de una guerrilla? ¿Dejará el Gobierno de Duque de desatender al proceso de paz para, por fin, profundizarlo? Las primeras declaraciones en Bogotá dejan entrever que la "nueva” guerrilla no es percibida como una señal de advertencia. El expresidente Álvaro Uribe ve confirmada su opinión de que no ha habido un proceso de paz, sino un "indulto para algunos responsables de delitos atroces a un alto costo institucional”.

Para el presidente Iván Duque, esto será una prueba de fuego: está por verse si toma partido por el proceso de paz o si se alinea con su mentor político, pone en duda por completo al proceso de paz y lo declara fracasado. Seguramente comenzará dentro de poco la persecución militar de los rebeldes y eso incrementará el riesgo de que aumenten los actos de violencia en el país. Pero detrás de todo esto sigue estando la cuestión fundamental de si las élites políticas y económicas están dispuestas a encarar los temas pendientes de la distribución de las tierras, las reparaciones y las reformas políticas, o si seguirán postergando la discusión de estos tópicos. Y menciono estos puntos por no hablar de la protección tanto de los exguerrilleros de las FARC como de los activistas locales por la paz, que recurrentemente son víctimas de ataques homicidas.

Sin una implementación profunda del pacto de paz no será posible una nueva convivencia en Colombia, y mucho menos bajo la presión de los flujos migratorios provenientes de Venezuela. La comunidad internacional debería hacer todo lo que está a su alcance para mantener a Colombia encaminada hacia la paz y la reconciliación.

(erc/cp)

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