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Comentario: El error de cálculo de Erdogan

Baha Güngor (CP)3 de junio de 2013

Los enfrentamientos entre los manifestantes y la policía en Turquía han cobrado una magnitud que causa preocupación. El primer ministro turco, Erdogan, debería interpretarla como una advertencia, opina Baha Güngor.

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Imagen: Reuters

Los recientes e impactantes sucesos en Turquía comenzaron luego de protestas pacíficas realizadas con el objeto de proteger un pequeño parque cuyos árboles iban a ser talados a fin de construir un centro de compras. Protectores del medio ambiente formaron un frente de protesta que la policía turca quiso dispersar a través con brutalidad y una dureza indigna de un Estado de derecho. Pero no lo lograron, al contrario, las filas de manifestantes se cerraron contra el primer Ministro turco, Recep Tayyip Erdogan. Después de Estambul, también en Ankara, Izmir y otras grandes ciudades de Anatolia se produjeron choques entre los ciudadanos y la policía.

El error de cálculo de Erdogan consiste en suponer que su hegemonía en el Parlamento le otorga el derecho a hacer uso de su fuerza sin tener en cuenta a los grupos democráticos de la oposición y a la sociedad, polarizada por él de manera decisiva. Es por eso que no debe sorprenderse si sus rivales políticos, y ahora, además, los ciudadanos, lo comparan con los déspotas derrocados de países árabes. El frente de la oposición turca a Erdogan, en absoluto homogéneo, está unido, en principio, por el mínimo denominador común, es decir, demostrarle que su poder tiene límites.

Baha Güngör, jefe del Servicio Turco de Deutsche Welle.
Baha Güngör, jefe del Servicio Turco de Deutsche Welle.Imagen: DW

Diálogo en lugar de”¡Basta!”

Si bien Erdogan y sus partidarios trataron de suavizar la situación explicando que la policía había sobrepasado los límites al hacer uso de gases lacrimógenos, gas pimienta y cañones de agua, al mismo tiempo, Erdogan anunció que podría emplear esas armas en caso de “urgencia” también en el futuro. De ese modo, el primer ministro turco aún está lejos de una disposición al diálogo con la sociedad. Sin embargo, justamente el respeto a las diferentes capas étnicas y religiosas de la sociedad turca hacen imprescindible ese diálogo, en lugar de una estrategia del “¡Basta!”.

¿Por qué Erdogan le recomendó a su antiguo amigo, el dictador sirio Bashar Al Assad, no hacer uso de la fuerza ante los manifestantes al comienzo del conflicto en Siria? Para no incrementar la violencia de la oposición. ¿Por qué, luego de las protestas y la consiguiente caída del régimen de Mubarak, Erdogan recomendó el laicismo como modelo? Para que Egipto se esforzara por lograr una convivencia pacífica entre las religiones y la democracia. Todas esas recomendaciones eran lo suficientemente buenas para los antiguos y nuevos amigos en los países árabes. Pero en el propio país, Erdogan apenas deja espacio para un consenso social al que, por supuesto, también se debería comprometer la oposición.

En peligro el éxito de Turquía

La dureza de Erdogan pone en peligro el positivo desarrollo económico de Turquía, que causa envidia a varios países de Europa, así como el turismo, una de las fuentes de ingresos más importantes del país. Asimismo, con su inflexibilidad ante las críticas, el primer ministro turco está arriesgando su futuro político. Una Turquía laica y moderna no puede basarse en prohibiciones ni en el rechazo de quienes piensan diferente o tienen otras creencias religiosas.

Las revueltas en torno a la protección del parque de la plaza Taksim, en el centro de Estambul, amenazado por un innecesario proyecto de construcción, es tal vez una de las últimas advertencias sobre otras posibles escaladas de violencia. Erdogan debería tomar en serio esas señales de alerta para que la plaza de Taksim no se siga comparando con la plaza de Tahrir, en El Cairo. Un tribunal administrativo en Estambul logró tranquilizar a las partes por medios de una medida cautelar contra el proyecto. Esa decisión fue sumamente correcta y muy importante desde el punto de vista del Estado de derecho. Queda esperar que, sobre todo Erdogan, pero también la oposición, se esfuercen por hallar un camino de salida aceptable a la peligrosa crisis, y que ambos lo sigan. Turquía es demasiado importante en su rol de guía regional para muchos países que buscan un modelo político basado en la coexistencia pacífica del islamismo y la democracia.

Autor: Baha Güngor (CP)
Editora: Claudia Herrera Pahl