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Una guerra contra la bolsa plástica

Stephanie Höpner / Mirra Banchón14 de abril de 2013

En promedio suele ser útil 25 minutos, pero tiene una larga vida de 500 años. Y cuando llega al mar ocasiona grandes problemas. Los expertos exigen acabar de una vez por todas con su gratuidad.

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Imagen: picture alliance/WILDLIFE

En la playa muchos bañistas conocen la sensación: una cosa pegajosa se adhiere de pronto al pie. Y no es un pez. Es un jirón de bolsa plástica. Los expertos calculan que en este momento hay entre 100 y 150 millones de bolsas en los océanos. Y la tendencia va al alza: 6,5 millones de toneladas de plástico se suman cada año. Las corrientes se encargan de distribuirlas por los siete mares.

En una conferencia sobre la protección marítima en Berlín, unos 200 especialistas discutieron en torno a cómo atacar el problema. El viernes 12 de abril, la Liga por el Medio Ambiente y la Protección de la Naturaleza (BUND) entregó al ministro alemán de Medio Ambiente, Peter Altmaier, un manifiesto firmado por organizaciones medioambientalistas europeas.

Morir de hambre con plástico en el estómago

Pero, ¿cómo llegan las bolsas, las botellas y los envases al mar abierto? Cerca del 80 por ciento de estos residuos llega por tierra: depósitos de basura a cielo abierto como los hay en Inglaterra y en Holanda ocasionan que los desechos sean soplados por el viento, lleguen a los ríos y, finalmente, al mar. Según cuenta a DW Nadja Ziebarth, especialista de BUND para la protección de los mares, la industria pesquera ocasiona también buena parte de la basura que está en los océanos: las redes que ya no sirven, por ejemplo, son tiradas al mar. Especialmente problemáticas son las diminutas bolitas de plástico presentes en los productos de peeling y en los geles de ducha. Su ínfimo tamaño impide que los filtros las detecten.

Dramáticas son las consecuencias de esto para los habitantes marinos. “Los animales no ven la basura en el agua, se enredan en ella, se hieren y acaban muriendo”, explica Ziebarth. Además, el plástico convertido ya en pequeñas partículas es ingerido por los peces: “no pueden digerirlas y en el peor de los casos, mueren de hambre teniendo el estómago lleno de plástico”.

Pero no sólo a la vida de los habitantes marinos afecta este tipo de desechos: a través de los peces llegan a los platos de los seres humanos los tóxicos del plástico. “Estos son omnipresentes en toda la cadena alimenticia marina”, afirma Kim Detloff, de la Asociación por la Naturaleza (NABU).

Aprender de Ruanda

¿Utilizar una cesta en vez de la bolsa plástica es la solución a futuro? Sí, precisamente es lo que sugieren las organizaciones ecologistas. Las tiendas, los almacenes de ropa y las farmacias deben dejar de darla gratuitamente. El Partido Verde alemán propone un precio de 22 céntimos por cada una. Como fuere, lo que para Alemania suena todavía a devaneos futuristas, en muchos países del planeta ya es una realidad. Allí donde los sistemas de reciclaje aún no están desarrollados, el problema se ha atacado en la raíz: gravando la bolsa plástica de manera considerable o evitándola completamente.

El resultado: su consumo en países como Irlanda –en donde el cliente tiene que comprar cada bolsa por su cuenta– se ha reducido en un 90 por ciento y asciende ahora a 18 bolsas por persona anualmente. Como comparación: cada alemán utiliza al año un promedio de 71 bolsas y un búlgaro, 421. El promedio europeo es de 198 bolsas por persona y año.

En países como Kenia y Uganda, las bolsas plásticas están prohibidas; y aunque sí existen bolsas de plástico más grueso, su precio es muy alto. En Ruanda y Tanzania hace siete años desaparecieron del mercado, algo similar sucedió en Bangladesh y Bután. “Es interesante constatar que Europa puede aprender de los países en desarrollo”, subraya Detloff.

¿Obstáculo para el comercio?

Con todo, esto no es suficiente para las organizaciones medioambientalistas. “Tenemos que reducir nuestro consumo de plástico. Y esto empieza con los productos de diseño. Es necesario que utilicemos menos envases desechables y más reutilizables, que los productos puedan ser reparados para poder reducir el material de empaque”, exige Detloff. La industria del reciclaje y del tratamiento de residuos también admite mejoras.

Por su parte, la Asociación Alemana de Comercio (HDE) ve con ojos muy críticos estas propuestas: aumentar de precio las bolsas plásticas no ataca el problema. Según Kai Falk, responsable de la sostenibilidad en la HDE, “esto significaría un costo adicional de 1.200 millones de euros en Alemania, en donde se consumen 5.300 millones de bolsas al año. El costo lo tendrían que pagar o los consumidores o las empresas. Y que eso reduzca el consumo de bolsas, lo ponemos en duda”.

Piense lo que piense el comercio, las organizaciones medioambientalistas exigen en el manifiesto “Un mar sin plástico” que el Gobierno federal tome medidas para reducir en un 50% la presencia del plástico en el mar hasta el año 2020.

Kai Falk, de la Asociación Alemana de Comercio (HDE).
Kai Falk, de la Asociación Alemana de Comercio (HDE).Imagen: HDE
Nadja Ziebarth, de la Asociación para el Medioambiente y Protección de la Naturaleza (BUND).
Nadja Ziebarth, de la Asociación para el Medioambiente y Protección de la Naturaleza (BUND).Imagen: BUND
Plástico, plástico, plástico...
Plástico, plástico, plástico...Imagen: picture-alliance/dpa

Autoras: Stephanie Höpner / Mirra Banchón
Editor: Diego Zúñiga