Confinamiento en Alemania: ¡Que sea más estricto, por favor!
6 de enero de 2021En noviembre hubo un cierre parcial, que en diciembre fue un poco más estricto, pero con excepciones. Ahora, en enero, todo el mundo está consternado al descubrir que las cifras de contagio son todavía demasiado altas. Fue un error cerrar solo los restaurantes, el comercio minorista y algunas otras áreas, pero dejar abiertas las escuelas, los jardines infantiles y la mayor parte de la economía. Por cierto, no está funcionando apelar a la gente para que, por favor, cumpla con las restricciones de contacto.
Demasiada gente sigue infectándose y demasiados mueren por causa de o con COVID-19. Un desastre hecho en casa y provocado por dos cosas principalmente.
Uno es el federalismo alemán. En realidad, algo bueno. Alemania se compone de 16 estados federales. Las tareas, pero también el poder se distribuye en diferentes niveles. Esto asegura la diversidad regional, fortalece la democracia y previene el abuso de poder.
El control de una epidemia es competencia de los Länder
En una crisis, sin embargo, el federalismo se convierte en desventaja cuando los caciques regionales, con sus intereses y vanidades, quieren tener voz y voto en todas las decisiones. Y como el control de una pandemia es asunto de los Länder (estados federados), la canciller solo puede apelar, alentar o amonestar. Merkel no puede decidir.
Y decidir es lo que precisamente se necesita en una crisis tan grave que afecta a todo el país. Aquí es donde el federalismo alcanza sus límites. En caso de duda, el Gobierno federal debería poder tomar la iniciativa y establecer reglas nacionales. Y eso no tiene por qué excluir a los Länder.
Los ruegos no bastan
Que valgan para todos, comprensibles y consistentes son los requisitos para que las reglas sean aceptadas y seguidas. Hoy, en Alemania pocos saben en dónde, por qué y cuándo está vigente una medida anticoronavirus. Los alemanes están exasperados. Y la lentitud de la campaña de vacunación genera más impaciencia. Aquí la política debe mejorar.
Tampoco basta con dirigir a la población pedidos a mantener la cordura. Nadie se comporta siempre y en todas partes de forma cuerda. Los humanos nos movemos dentro de los límites de lo que es factible, solo en raras ocasiones decidimos voluntariamente abstenernos. Lo que se necesita aquí son anuncios claros y la voluntad de hacer cumplir las restricciones. Más severidad.
El peligro es reprimido
Al principio, la gente simplemente tenía miedo del virus. Durante el primer confinamiento de primavera, las calles y las carreteras quedaron casi vacías. Pero la naturaleza del hombre acostumbrarse al peligro, reprimir hasta cierto punto la amenaza real y volverse imprudente. En Navidad y Año Nuevo, muchos impulsados por el anhelo de volver a reunirse con la familia, y otros sencillamente hartos de la pandemia no guardaron la distancia. Hay muchos padres que viven al límite de su paciencia, especialmente aquellos que viven en pequeños apartamentos y que no pueden salir al aire libre con sus hijos. Aquí tampoco bastan los pedidos a conservar el sentido común.
No olvidemos a los muchos trabajadores que no tienen otra opción que salir a trabajar todos los días. La economía sigue funcionando en partes, y la gente no puede evitar el contacto directo, tampoco en los medios de transporte.
El Gobierno debiera exigir a las empresas que les permitan a sus trabajadores trabajar desde casa, en donde sea posible.
¿Se podrá ir a cenar a un restaurante en Semana Santa?
Las escuelas y los jardines de infancia deben reabrirse en febrero como muy pronto y luego solo lentamente y adaptarse a la situación. Durante demasiado tiempo se calculó mal el riesgo. La evidencia científica de que los niños y adolescentes son tan propensos a contagiarse como los adultos se filtró en la conciencia política demasiado lentamente.
A finales de enero veremos si el nuevo confinamiento en Alemania será o no suficiente para controlar la propagación incontrolada del virus. Si no, las consecuencias serían fatales para la población y la economía. Un dueño de un restaurante en Berlín aseguró recientemente que él y sus colegas habían perdido las esperanzas de una reapertura antes de Pascua. ¡Qué desastre!
(jov/few)