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Conflicto sirio pone a EE.UU. en un dilema

Gero Schließ / Evan Romero-Castillo28 de abril de 2013

Aunque los servicios secretos estadounidenses sostienen que en Siria se están usando armas químicas, Barack Obama se resiste a ceder ante quienes lo instan a intervenir militarmente en la guerra civil del país asiático.

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Imagen: picture-alliance/ZB

El senador estadounidense John McCain y otros miembros del Partido Republicano vienen ejerciendo presión sobre el presidente Barack Obama para que intervenga militarmente en la guerra civil siria desde que los servicios secretos redactaron un informe que atribuye al Gobierno de Bashar al-Assad el uso de armas químicas contra sus opositores. A juicio de esos congresistas, Damasco ha incurrido en suficientes desmanes para poner fin a la tolerancia exhibida por el hombre fuerte de Washington hasta ahora.

Pero las evidencias aportadas por los servicios secretos estadounidenses no son tan sólidas como McCain pretende hacerlas ver; éstas pueden ser interpretadas de diferentes maneras. Eso le permite tanto a Obama, como a sus aliados en Europa, tomarse tiempo para sopesar las opciones políticas a la mano y reaccionar razonablemente. Charles Mallory, del Instituto Aspen, un think tank enfocado en estudios humanísticos, duda que Obama ceda sin más ni más ante quienes le piden que coloque tropas estadounidenses en territorio sirio.

“Considerando que Estados Unidos acaba de pasar diez años en el Cercano Oriente, no creo que a la opinión pública local le entusiasme la idea de otra intervención en la región”, comenta Mallory en entrevista con DW. “Yo creo más bien que abundarán los esfuerzos para que Siria sea condenado en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”, sostiene el experto, trayendo a colación los sucesos del 16 de marzo de 1988, cuando, bajo las órdenes de Saddam Hussein, aviones iraquíes lanzaron bombas químicas sobre la ciudad kurda de Halabja.

Sospechas sobre el uso de armas químicas en Siria

“Hasta que no se vean imágenes espantosas en televisión como las que se vieron tras ese ataque químico, no habrá intervención estadounidense en Siria”, agrega Mallory sin dejo alguno de sarcasmo. 5.000 kurdos fueron asesinados en esa operación. Ese episodio es recordado con desagrado en Washington porque en el año 2003, el entonces ministro estadounidense de Exteriores, Collin Powell, convenció al Consejo de Seguridad de la ONU de que Hussein tenía armas de destrucción masiva en su poder, basándose en información de los servicios secretos.

Más tarde se comprobó que las pruebas aportadas por la inteligencia estadounidense carecían de fundamento. De ahí que Obama y sus aliados en el Viejo Continente quieran guardarse las espaldas, recopilar evidencias irrefutables y respaldar inspecciones en Siria lideradas por la ONU. “Intervenir en Siria no es la única alternativa para Obama. Él también puede decidir armar a los rebeldes que se oponen a Assad o continuar apoyando militarmente a Arabia saudita, Catar y Turquía, por ejemplo”, explica Mallory.

¿Por qué vacila Obama?

Bruce Riedel del centro de investigación Brookings Institution parece coincidir con el especialista del Instituto Aspen cuando alega que Obama fue elegido presidente para poner fin a las guerras de Irak y Afganistán, no para comenzar una nueva. Riedel da por sentado que no habrá intervención en Siria porque ni los estadounidenses la quieren, ni hay un mandato internacional que la respalde. China y Rusia se encargarían de vetar esa moción sin titubear. No obstante, los republicanos siguen preguntándose, ¿por qué vacila nuestro presidente?

A los ojos de John Boehner, líder del bloque mayoritario en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, el hecho de que Obama no le ponga un ultimátum a Assad debilita la posición de Washington en la arena mundial. Para los editorialistas del diario The Washington Post, solicitar que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sancione a Damasco o esperar a que inspectores de la ONU viajen a Siria para verificar si se han utilizado armas químicas o no, como lo ha solicitado el ministro alemán de Relaciones Exteriores, Guido Westerwelle, equivale a evadir las responsabilidades de Estados Unidos, poniéndolas en otras manos.

Autores: Gero Schließ / Evan Romero-Castillo

Editor: José Ospina Valencia