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"Un foro inadecuado"

29 de junio de 2011

En Berlín comenzaron las primeras consultas germano-chinas. Pero, ¿es correcto utilizar este instrumento de cooperación en la relación entre ambos Estados? Peter Stützle lo pone en duda.

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Lo que queda luego de las primeras consultaciones germano-chinas es una extraña sensación. Alguna vez, las consultas gubernamentales, como las que se han llevado a cabo entre Alemania y China, fueron algo muy especial. Y, si se las analiza históricamente, cabe preguntarse si son verdaderamente el foro adecuado para la cooperación entre un Estado democrático y uno dictatorial, por más importante que este sea.

Peter Stützle, de Deutsche Welle.
Peter Stützle, de Deutsche Welle.Imagen: DW

Con la firma del Tratado del Elíseo de 1963, el presidente francés, Charles de Gaulle, y el canciller alemán, Konrad Adenauer, acordaron una nueva forma de cooperación en el marco de la cual ambos Estados debían reunirse dos veces al año. Eso rompió con el concepto vigente de soberanía nacional. Los antecedentes del tratado fueron la Segunda Guerra Mundial y la cruenta ocupación alemana. Y también la terrible Primera Guerra Mundial con la subsiguiente humillación de Alemania por el Tratado de Versailles, que, a su vez, era la consecuencia de la humillación de Francia luego de la guerra con Alemania y la coronación del emperador alemán en Versailles, en 1871.

Después de todo eso, Francia y Alemania se tendieron la mano en una actitud jamás antes vista, y las consultaciones con Italia, en 1977, siguieron también ese modelo que ha sido un motor incansable de la unidad europea. Seis años después, Alemania acordó consultaciones anuales con el Gobierno de España, que había superado la dictadura de Francisco Franco y estaba dando los primeros pasos hacia la Europa unificada. En 1997 se llevaron a cabo las consultaciones con Polonia, que había logrado la democracia, y con el cual Alemania quería repetir la exitosa historia de las relaciones germano-francesas.

Dudosa valoración de relaciones diplomáticas

Más tarde, aumentó inflacionariamente el uso de las consultaciones como herramienta diplomática. En 1998, el Gobierno alemán acordó consultaciones con la Rusia de Boris Yeltsin, a la que se quería apoyar porque se pensaba que estaba en transición hacia el mundo occidental. En 2008 se sumó a las consultaciones Israel, país con el que Alemania tiene un compromiso histórico relevante. Y, finalmente, este año, China e India, dos de los países más poblados del planeta, se sumaron a la lista. Ambas son potencias económicas emergentes. A pesar de que tiene enormes problemas, India es hace décadas una democracia estable digna de admiración. China, por su parte, es una dictadura cruenta que pisotea los derechos humanos y destroza con violencia toda tentativa de lucha por la libertad.

Ya en el caso de India y, con más razón, en el de China, cabe preguntarse qué es lo que justifica la puesta en práctica de esta estrategia de cooperación poco común, además –claro está- de los intereses económicos. China e India son mercados en fase de marcado crecimiento. China utiliza, además, sus reservas para estabilizar a países europeos en crisis, mientras en EE. UU., también plagado de deudas, se especula en contra del euro. Por eso, a Alemania puede parecerle útil ennoblecer las relaciones con China a través de esta forma especial de cooperación. Sin embargo, esta decisión desbarata el significado original de las consultaciones, que se basan en la existencia de una comunión de valores. Y pone en cuestión si el espíritu bajo el cual Adenauer y de Gaulle las concibieron aún sigue vivo.

Autor: Peter Stützle

Editor: Enrique López Magallón