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Continuidad con nuevos socios políticos

Ute Schaeffer/ EL22 de septiembre de 2013

La canciller Angela Merkel podrá seguir gobernando. Pero las coordenadas del sistema político alemán han cambiado notablemente tras las elecciones del domingo, dice la editora en jefe de Deutsche Welle, Ute Schaeffer.

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La canciller puede quedarse, pero el gobierno encabezado por ella cambiará. El mandato recae en Angela Merkel, cuya CDU será la mayor fuerza política en el Bundestag. Pero le fue arrebatado su socio, el Partido Liberal. Previsiblemente gobernarán los cristianodemócratas los próximos cuatro años, pero lo harán junto con los socialdemócratas o, si consiguen mayoría absoluta, solos.

El valor agregado que representó la canciller fue imposible de alcanzar: su partido, la CDU, sacó provecho del prestigio de su candidata. De este modo consiguió el mayor triunfo electoral desde hace dos décadas.

El resultado electoral trajo consigo, al mismo tiempo, una caída histórica para el socio minoritario del actual gobierno. El FDP, que hace cuatro años llegó a la coalición con un máximo histórico de 14 por ciento de la votación, no estará más en el Bundestag. Es un momento álgido para ese partido y un auténtico hito en el panorama político alemán: los liberales estuvieron representados en el Bundestag desde la fundación de la República Federal de Alemania, en 1949.

Una Gran Coalición es posible

Evidentemente, los éxitos de la coalición fueron vistos como un éxito de la canciller. Alemania tiene la cuota de desempleo más baja de Europa y presenta un sólido crecimiento económico, así como un bajo endeudamiento público. Todo ello ha sido conseguido sin afectar demasiado a la mayoría de los alemanes. Fue suficiente para convencer a la muchos electores que buscaban continuidad, estabilidad y seguridad, que muchos vieron representados por Merkel.

Tras ocho años en el poder, la canciller se ha mostrado como una sobresaliente política. Ha sabido ocupar los temas centrales de la oposición: más justicia social, rebajas de la carga financiera para las familias, abolición del servicio militar obligatorio. También se ha opuesto a que Alemania intervenga en los conflictos de Libia y Siria, y ha encabezado el inicio de la transición energética.

La coalición de los últimos cuatro años tenía un corte conservador, pero solo en el papel. En algunos temas practicó una política socialdemócrata y hasta verde. Pragmatismo puro parece ser el principio rector de Merkel, ¡y resultó popular!

Para Merkel, y evidentemente para sus seguidores, la continuación de este trabajo político en el marco de una eventual Gran Coalición no sería problema alguno. Al contrario: con los socialdemócratas se rompería más fácilmente la resistencia en el Bundesrat –la representación de los estados federados– dominado por la CDU y el SPD. Por el momento, dicha cámara bloquea algunos importantes proyectos de ley.

Erosión del sistema partidario

El horizonte político de Alemania llega a un momento decisivo. Las coordenadas se han desplazado. El SPD y Los Verdes no pueden estar conformes con los resultados obtenidos. Pese a los perceptibles esfuerzos del candidato socialdemócrata, Peer Steinbrück, en las últimas semanas de campaña, la votación para su partido solo subió tres por ciento, para llegar a 26 por ciento. Es menos de lo que se esperaba.

El SPD lucha por conservar su estatus como partido popular. Por una parte, algunos de sus temas fueron adoptados en las políticas de la canciller. Por otra, los socialdemócratas no fueron convincentes. Un cuarto de siglo después de la reunificación, La Izquierda –que nació del antiguo Partido Socialista Unificado de Alemania, de la desaparecida RDA– se alzó como la tercera fuerza política del país. Partidos minoritarios emitieron señales más claras, sobre todo los euroescépticos, que acapararon a votantes de protesta, indecisos y al voto de castigo.

Ocupados consigo mismos

La correlación de fuerzas ha cambiado notablemente. ¿A qué se debe? Muchos partidos, sobre todo Verdes y los liberales del FDP, se ocuparon predominantemente de sí mismos, se perdieron en discusiones internas y en propuestas impopulares como el alza de los impuestos. Los electores no los perdonaron. La campaña transcurrió sin pasión ni controversia. Como consecuencia, uno de cada tres electores no sabía por quién votar hasta poco antes de la elección.

La canciller y la oposición presentaron sus políticas como un servicio a los electores. En vez de debates, predominó una especie de promoción inteligente de productos políticos. No es una tendencia que afecte solo a Alemania. La política es, también aquí, menos política que en el pasado. Alemania se ha ubicado en una zona de confort.

Preguntas pendientes

En los países vecinos, estas elecciones fueron vistas como “la votación que decidirá sobre el futuro de Europa”. Muchos de ellos cuentan con que vendrá un gobierno que modere las estrictas políticas en el manejo de la crisis europea, si es que se logra una Gran Coalición.

La votación también definirá asuntos importantes para Alemania. ¿Cómo asegurar una jubilación digna? ¿Cómo financiar la transición energética? ¿Qué posición tendrá Alemania ante la crisis en Siria? ¿Cuál es la visión alemana para Europa, más allá del manejo de la crisis?

Aquí hay una presión política mayor sobre el país de la que nuestros representados han querido reconocer. Alemania, la mayor economía de Europa y la cuarta mayor del mundo, se sitúa en la comodidad y se ocupa de sí misma. Y lo hace de modo muy exitoso.

Regresar a los orígenes

Es tarea de la política llamar la atención de los electores y de quienes no acudieron a votar sobre estos temas, a fin de propiciar la discusión y formar opinión. La democracia es la permanente negociación de nuevos acuerdos. Estos van en las posiciones más diversas y son resultado del debate. La política debe regresar a sus orígenes. Alemania no solamente debe ser administrada, sino formada, y tal será la tarea del nuevo gobierno, cuya composición será negociada en los próximos días.

Ute Schaeffer, editora en jefe de DW.
Ute Schaeffer, editora en jefe de DW.Imagen: DW/P. Henriksen