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COVID-19 y vitamina D: ¿mito o remedio milagroso?

7 de julio de 2020

La vitamina D juega un papel en casi todos los procesos de nuestro cuerpo. Ahora, un reciente estudio sostiene que un déficit de esta vitamina puede empeorar el curso de una enfermedad de COVID-19. ¿Es cierto?

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Imagen: picture-alliance/dpa/empics/C. Ball

Una grave carencia de vitamina D, es decir 12 nanogramos por mililitro de sangre o menos, puede llevar a severas y dolorosas deformaciones de los huesos, una enfermedad conocida como raquitismo en los bebés y niños pequeños, y como osteomalacia en las personas adultas.

El nivel de vitamina D depende en gran medida de la luz del sol. Cuando la piel recibe suficientes rayos ultravioletas, el cuerpo mismo puede producir la vitamina. Se calcula que solo entre un diez y un 20 por ciento de la demanda se satisface por medio de la alimentación.

La vitamina D, que sintetizamos a través de los rayos del sol o la alimentación, no es biológicamente activa. Para que los riñones produzcan la forma activa de esta vitamina, el llamado calcitriol, primero deben tener lugar algunos procesos metabólicos. De los riñones, la forma activa pasa a la sangre. Si bien los riñones son el principal sitio de conversión del calcitriol, también muchos otros órganos pueden producirlo.

La forma biológicamente activa de la vitamina D regula, por ejemplo, la distribución de insulina, inhibe el crecimiento tumoral, estimula la formación de los glóbulos rojos y garantiza la supervivencia de los macrófagos, elementales para el sistema inmunológico.

Poca vitamina D = ¿evolución grave de COVID-19?

De acuerdo con un análisis de la Universidad de Hohenheim, existe una relación entre una deficiencia de vitamina D, determinadas patologías previas y una evolución grave de COVID-19.

El documento indica: "Existen numerosos indicios de que diferentes enfermedades no contagiosas (hipertensión arterial, diabetes, enfermedades cardiovasculares, síndrome metabólico) están asociadas a una baja concentración plasmática de vitamina D. Esta comorbilidad, junto con un frecuente déficit de vitamina D, aumenta el riesgo de padecer una forma grave de COVID-19."

Para Martin Fassnacht, director del departamento de endocrinología en la Clínica Universitaria de Wurzburgo, esta declaración es correcta. No obstante, subraya que se trata de una mera asociación, "es decir, de la simple observación de que estos sucesos se presentan juntos."

Si bien el endocrinólogo reconoce las funciones de la vitamina D, advierte que sus supuestas cualidades curativas no han podido probarse.

Indicador de buena salud

Fassnacht explica que muchos estudios sobre la vitamina son solo estudios de observación, también llamados de asociación. "Por definición, estos estudios no pueden comprobar una relación causal, solo indican una simple correlación", dice.

El médico pone un ejemplo: "Imagínese dos grupos de personas mayores de 80 años. Uno de los grupos es vigoroso, activo y practica deporte. Si compara a sus miembros con el otro grupo de un asilo, entonces las diferencias en los niveles de vitamina D van a ser dramáticas. También la esperanza de vida se diferenciaría de forma extrema."

Sin embargo, no sería correcto querer explicar los diferentes niveles de estado físico solo a raíz del nivel de vitamina D, dice Fassnacht, y agrega: "El nivel de vitamina D es un buen indicador de la salud de una persona, pero no más."

Estudios útiles

El endocrinólgo cuenta que, de momento, se están llevando a cabo estudios para comprobar si el suministro de vitamina D ayuda contra una infección con COVID-19. Si bien el médico duda de que esto sea así, no descarta que sean útiles este tipo de estudios.

De cara a los resultados de los últimos estudios, Fassnacht no cree que sea necesario recomendar el suministro de sustitutos de vitamina D como medida preventiva contra el COVID-19. "Dudo que la vitamina ayude mucho, pero también me puedo equivocar", concluye.

(vt/ers)