Crecen inversiones en agronegocios
12 de agosto de 2009“Invierta en la agroindustria, una inversión redituable que suministra energía y alimentos a una población mundial en crecimiento”, se lee en un folleto publicitario del departamento de investigación empresarial del Deutsche Bank. Quien se interesa por este tipo de inversión no destina su dinero a la agricultura alemana, sino es invertida en proyectos en África, Asia, América Latina y Europa del Este, en países rezagados que ya son miembros de la Unión Europea. Un ejército de inversionistas, empresas y Estados buscan tierras fértiles para invertir a lo grande.
Conocedores hablan de una verdadera cacería impulsada por los más diversos motivos. Arabia Saudita, Japón, China, Corea, Libia y Egipto tienen que importar productos alimenticios para cubrir la demanda de su población. Desde hace meses funcionarios de estos países se encuentran en misiones diplomáticas para comprar o arrendar tierra cultivable en países como Uganda, Sudán, Brasil, Cambodia y Pakistán, entre otros. Pero también inversionistas privados y empresas buscan hacerse de tierras agrícolas en cualquier continente para hacer negocios, ya sea en la industria alimenticia o en la producción de agrocombustibles.
Las empresas alemanas no son la excepción. La empresa Agranus AG bajo dirección de un antiguo directivo de Bayer arrendó tierra en Rumania, Bulgaria y la República Checa. La empresa Prokon GmbH y Co KG tiene ya más de 10.000 hectáreas en Tanzania y la empresa muniquesa Flora Ecopower encontró suerte en Etiopía.
Entre 15 y 20 millones de hectáreas enajenadas
Según estimaciones de Naciones Unidas, desde el 2005 se han vendido o arrendado entre 15 y 20 millones de hectáreas ubicadas en países del tercer mundo a inversionistas privados o a otros Estados. Esto representa una quinta parte de las tierras cultivables en Europa, un negocio que por diversos motivos afecta negativamente a la población de dichos países, afirma la organización FIAN (Food First Informations –und Aktionsnetzwerk). Uno de esos motivos es el afán por tener acceso al agua.
“Los recursos acuíferos, cada vez más escasos, son el atractivo para muchas empresas que esperan con la compra de tierras tener acceso al agua, un bien estratégico muy codiciado. Expertos advierten que el agua será un recurso aún más escaso que los combustibles fósiles”, afirma Roman Herre, experto en reforma agraria de la organización FIAN. Ya hoy en día, la falta de acceso a tierras cultivables y a recursos acuíferos representan grandes problemas para pequeños agricultores en todo el mundo.
En cambio la renta o venta de tierras se traduce en unos cuantos puestos de trabajo para la población local. Expertos y trabajadores agrícolas, son enviados por las empresas compradoras, como se ha visto en el caso de chinos que trabajan en África. Los agricultores locales se ven amenazados con ser expulsados de sus tierras, como le sucedió a Peter Baleke Kayira, que tuvo que huir del ejército ugandés en el 2001. El gobierno de Uganda había prometido a una empresa alemana dedicada al cultivo de café, que podía establecer sus plantaciones en tierras ocupadas por la población local.
“Antes de que fuéramos expulsados nos iba bien, podíamos abastecernos e incluso teníamos excedentes que vendíamos. Ahora ya no es posible, apenas si podemos comer una vez al día. Los niños ya no pueden ir a la escuela, de seguir así esto, pronto seremos esclavos”, afirma Baleke Kayira.
Negocios a puertas cerradas
Al acordar este tipo de negocios y establecer las condiciones de éstos los gobiernos a menudo no incluyen a la población local. Eso sucedió en Madagascar, en donde el gobierno fue derrocado cuando se supo que pretendía arrendar la mitad de la tierra cultivable a un consorcio surcoreano por 99 años. No es ningún caso aislado, según el experto de la organización FIAN, que comenta otro caso sucedido en Kenia.
“El Emirato Árabe de Katar obtuvo grandes extensiones de tierra a cambio de la promesa de invertir para la construcción de un puerto local. El caso en Kenia es como el de Madagascar, son clásicos ejemplos en los que la población local es hecha a un lado, donde los contratos no se dan a conocer y salen a la luz pública por casualidad”, afirma Herre.
Con el afán de acceder a ese tipo de contratos los inversionistas se esfuerzan por que éstos sean socialmente sustentables y prometen puestos de trabajo o proyectos de infraestructura, a menudo se queda todo en promesas vacías que no pueden ser denunciadas jurídicamente. A eso se añade que la producción agrícola industrial conlleva graves daños al medio ambiente.
Inversiones del Banco Mundial
“El Banco Mundial tiene previsto invertir 4.000 millones de euros en agronegocios, puede uno dar por sentado que estos extensos territorios serán utilizados en monocultivos, que el consumo de agua será extremadamente alto, que el uso de pesticidas será mucho mayor, así como el uso de abono, lo que resulta en una bomba para el medioambiente”, advierte el experto.
Desde la última crisis alimenticia en la primavera del 2008 crece entre los alemanes y entre los expertos de la cooperación internacional al desarrollo la certidumbre, de que se ha abandonado en los países desarrollados a los pequeños agricultores. Un acceso justo y socialmente sustentable a la tierra y el agua, así como una participación de la población local, son parte de los derechos humanos a la alimentación, que son internacionalmente vinculantes y que los gobiernos están obligados a garantizar”, afirma Herre. La organización FIAN pide que se trate este punto en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, con sede en Ginebra, Suiza.
También el diputado de Los Verdes, Thilo Hoppe, presidente de la Comisión Parlamentaria para la Cooperación Económica y el Desarrollo, pide medidas claras para combatir el hambre. “He vivido en carne propia, en muchos debates en el Parlamento, que algunos consideran precisamente a los pequeños agricultores como un obstáculo al desarrollo. Dicen que son ellos los que se interponen ante los plantíos de productos agrícolas destinados a la exportación. Ahora se ha reconocido que se ha descuidado ominosamente el suministro alimenticio de la propia población en los países en desarrollo. Cuando los precios de los alimentos que tienen que ser importados se disparan, las economías de dichos países se desangran. Ahora se dan cuenta que hay que apoyar a los pequeños agricultores, y reconocer su contribución a la autosuficiencia alimenticia. Pero a esto tienen que seguir hechos.
Eso ya se verá en Alemania dentro de unas cuantas semanas, cuando el nuevo gobierno presente su programa de trabajo.
Autora: Ulrike Mast-Kirschning/ Eva Usi
Editor: José Ospina Valencia