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Cuando el cerebro desconecta el yo

CP29 de abril de 2006

Nuevos estudios demuestran que si el cerebro se concentra en una tarea, la percepción de sí mismo desaparece. Además, por medio de la región cerebral especializada en la lectura percibimos palabras enteras, y no letras.

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Si el cerebro necesita recursos, el ego desaparece.Imagen: Max-Planck-Institut für Strömungsforschung


Auto-percepción y velocidad no van de la mano

Todos conocemos la sensación de perder el contacto con lo que nos rodea. Puede suceder por varias razones, y una de ellas es la concentración. Cuando nos abocamos a resolver una tarea, el cerebro desconecta la percepción del yo, a tal punto que perdemos la noción de nosotros mismos.

El neurólogo Ilan Goldberg, del Instituto Weizmann en Israel, sometió a voluntarios a experimentos en los que debían observar diversas fotografías. Al reconocer en ellas una figura conocida, como la de un animal, debían apretar un botón. Se trataba de una simple tarea cognitiva. Al aumentar la velocidad de la secuencia, la concentración también aumentaba.

Luego, en otra prueba de menor velocidad, se les pedía que relacionaran las fotografías con un sentimiento. La intención de Goldberg era provocar en los voluntarios la introspección u observación de sí mismo. Como se esperaba, los lóbulos frontales presentaban mayor actividad que otras regiones del cerebro. Al pasar a una secuencia más rápida, el mecanismo de percepción del yo permanecía totalmente inactivo.

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Según Goldberg, “las regiones del cerebro responsables de la introspección están separadas de las zonas responsables de la percepción sensorial”. El investigador explica además que, cuando el cerebro necesita todos sus recursos para llevar a cabo tareas complejas, la zona de la auto-percepción se bloquea. Es decir que dejamos de percibirnos a nosotros mismos.

Goldberg cree que esto responde a un mecanismo de defensa. “Cuando nos vemos en peligro, como al aparecer una serpiente, no tiene sentido reflexionar acerca de qué sentimos”, explica. El equipo de Rehovot presentó este informe sobre su trabajo en la revista “Neuron”.

Palabras, no letras

El ser humano conoce la palabra escrita desde hace algunos milenios, poco tiempo comparado con los cientos de miles de su existencia. Toda una novedad en nuestra historia evolutiva. Y hace ya siglo y medio que la ciencia trata de averiguar si existe una región cerebral especializada en reconocer palabras formadas.

En París, en el Hopital de la Salpetrière, trabaja Laurent Cohen para comprobar la hipótesis que formulara Jules Déjerine hace más de cien años. En una operación realizada en un paciente epiléptico, los cirujanos del equipo de Cohen planearon extirpar tejido del área llamada de “formación visual de la palabra”, Word Form Area (WFA), ubicada en la parte postero-superior del hemisferio cerebral izquierdo.

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Imagen: dpa

Anteriormente, Cohen y sus colegas habían colocado seis electrodos en dicha zona. Cuando el paciente leía palabras de tres a nueve sílabas, la actividad cerebral era registrada por un tomógrafo de resonancia magnética. Los científicos tomaron el tiempo que necesitaba para leer, y comprobaron que el lapso era independiente de la longitud de las palabras. El tomógrafo mostraba plena actividad en el área de formación visual de las palabras, y también los electrodos, lo que confirmaba la tesis: el cerebro percibe las palabras como un todo.

Un lugar especial para la lectura

Luego de la operación, los neurólogos repitieron el experimento. Para su sorpresa, la velocidad de lectura era menor, y dependía del largo de las palabras. Además, la tomografía no mostraba actividad en la WFA. Lo que sucedió es que el área fue dañada por la operación, según reportan los investigadores en “Neuron”.

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Imagen: AP

“Esto significa que el proceso de la lectura comienza a medio camino entre la visión y la elaboración del lenguaje”, aclara Lionel Naccache, del equipo de La Salpetrière a Der Spiegel. Con esto se demostraría el papel que cumple esa región cerebral en la capacidad de leer.

También científicos estadounidenses ven en estos resultados la prueba de que Déjerine tenía razón: el cerebro posee una región especializada en reconocer palabras enteras. Lo sorprendente es, según ellos, que exista un área que se ocupe de la lectura, una habilidad reciente, evolutivamente hablando.