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¿Cuándo se pasa de un conflicto a una guerra comercial?

2 de julio de 2018

Estados Unidos, China y Europa se imponen mutuamente aranceles y amenazan con ir todavía más lejos. ¿Es solo un conflicto o se puede hablar de guerra comercial?

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Made in USA
Imagen: picture-alliance/dpa/M. Gambarini

En los últimos cuatro meses los medios advirtieron de una inminente guerra comercial entre EE.UU., China y la UE. Algunos incluso creen que tal guerra ya comenzó, con aranceles  y contramedidas de millones de dólares. La sensación de crisis es palpable y la amenaza podría ser todavía mayor. Sin embargo, aún no existe declaración formal de guerra ni fecha para la batalla. ¿Qué es exactamente una guerra comercial? ¿Y cómo sabemos cuándo comienza?

Definición amplia

De acuerdo con el diccionario, una "guerra comercial" se caracteriza por la actitud de los países que, al negociar, buscan ventajas comerciales que perjudican a otros, mediante, por ejemplo, el uso de aranceles o restricciones. Con sus aranceles a la importación de aluminio y acero, el presidente de EE.UU., Donald Trump, provocó que la UE adaptase contramedidas por 2.800 millones de dólares. También China se vio obligada a reaccionar por su parte con sus propias medidas por valor de 43.000 millones de euros. Por lo tanto, con tales cifras se podría decir que la guerra comercial ya comenzó. Por lo menos, según la definición del diccionario.

Afortunadamente, la mayoría de los economistas lo ven de otra forma y prefieren hablar de "conflicto económico". Se convertiría en una "guerra" cuando el conflicto haya escalado a niveles más altos. "Estados Unidos todavía esta lejos de una guerra comercial con China”, explica Heine Flassbeck, ex economista jefe de la Organización de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD). "Para hablar de una guerra comercial, sería necesario que hubiera una larga lista de aranceles”, dijo Flassbeck a DW. Al mismo tiempo, las relaciones entre los países se deteriorarían de tal forma que las contrapartes ni siquiera negociarían entre sí.

Drohender Handelskrieg zwischen USA und China
Imagen: picture-alliance/newscom/S. Shaver

Otros economistas tratan de evitar por completo el uso del concepto guerra comercial: "Me interesa más saber si el sistema comercial funciona según las reglas reconocidas o si el comercio y las inversiones están influenciados por políticas de poder”, explica Stephen Woolcock, del Departamento de Política Comercial Internacional de la London School of Economics. Está claro que las relaciones comerciales siempre son también relaciones de poder, señaló Woolcock en entrevista con DW. Y Trump está dispuesto a usar el poder de Estados Unidos para renegociar los acuerdos ya existentes. "Utilizar el poder para modificar el equilibrio de la utilidad económica es peligroso para el orden establecido”, continúa, refiriéndose a reglas como las acordadas por  la Organización Mundial del Comercio (OMC).

La OMC reconoció, prguntada por DW, que no tiene una definición propia de guerra comercial. La organización trata de contribuir uniformando las normas para que las disputas comerciales no terminen en proteccionismo o, como ya ha ocurrido antes, incluso en conflictos armados. Ante el debate arancelario, el director general de la OMC, Roberto Azevedo, advirtió de riesgos para el sistema global de comercio. "Si los aranceles llegan al nivel anterior al sistema de comercio multilateral, el comercio global se reducirá en un 60% y la economía mundial bajara un 2,4%”, explica Azebedo. La caída sería más grave que la crisis financiera de 2007/2008 y reduciría notablemente los estándares de vida.

Lecciones históricas

Para ser consciente de cuán dañina pueden ser una subida de aranceles, Trump solo necesitaría examinar la historia reciente de EE. UU. En 1930, un año tras el colapso de Wall Street, el Congreso aprobó la ley de aduanas Smoot-Hawley, con la que elevó los aranceles a las importaciones a Estados Unidos a niveles récord, forzando a los europeos a tomar contramedidas, con la consiguiente reducción del comercio y una escalada en la crisis económica mundial. Actualmente, desde el comienzo del conflicto, las amenazas de Trump son cada vez más fuertes. Entre otros, tiene en la mira a los inversores tecnológicos chinos en EE.UU.  y quiere aplicar aranceles de un 20% a los automóviles europeos, algo que pone especialmente nerviosa a la industria alemana.

Beijing, Berlín y Bruselas anunciaron que protegerán sus industrias clave. Así que el conflicto de aduanas está servido. Los críticos de Trump creen que el presidente ignora las reglas del sistema de comercio multinacional.

Por el contrario, Hans-Michael Wolffgang, jurista de la Universidad de Münster, cree que Washington se adhiere a las directrices de la OMC. Según el articulo 21 del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio de la OMC, "está permitido cobrar aranceles por razones de seguridad nacional”, explica Wolffgang a DW: "Es el argumento que esgrime Estados Unidos”. La pregunta sería si Trump, con la aplicación de aranceles, realmente está protegiendo a la industrias relevantes para la seguridad de su país. Muchos observadores consideran que el presidente estadounidense ve los aranceles como un medio para lograr concesiones de los principales socios comerciales del país.

Trump estaría, además, intentando socavar la autoridad de la OMC al vetar el nombramiento de nuevos jueces en el Tribunal de Arbitraje de la organización. Según Wolffgang, la función de la OMC como mediadora está en peligro: "Solo cabe esperar que Estados Unidos entienda que va en la dirección equivocada y pueda reaccionar a tiempo”. Los economistas dicen a menudo que cuando el escenario está agitado, incluidas posibles guerras comerciales, no es posible evaluarlo hasta que no haya pasado algún tiempo. Es decir, cuando ya es demasiado tarde. "Nadie sabe exactamente qué efectos tendrán los aranceles”, aclara Heiner Flassbeck, también profesor de Economía de la Universidad Hamburgo. "Hoy las vías comerciales están muy interconectadas”, continúa, precisando que son mucho más estrechas que en los años 30. Ni Washington, ni Pekín, ni Bruselas tienen interés en una guerra comercial. Sin embargo, actualmente, todos ellos parecen ir en esa misma dirección.

Autor: Martin Nik (JAG/CP)

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