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Impresiones del Brasil de Bolsonaro

Isaac Risco
30 de septiembre de 2022

El periodista de DW Isaac Risco ve a una sociedad casi acostumbrada al deterioro del discurso público y a la violencia política en su regreso a un país en el que fue corresponsal durante varios años.

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Jair Bolsonaro, escoltdo por la Policía, en Brasil.
Jair Bolsonaro busca la reelección el 2 de octubre.Imagen: Alexandre Schneider/Getty Images

He vuelto a Brasil justo antes de las elecciones presidenciales, después de una larga ausencia. Cuando dejé Río de Janeiro, cuatro años atrás, Jair Bolsonaro acababa de asumir el poder, tras un convulso periodo electoral. Y ahora, al igual que entonces, Brasil está sumido en una fase de alta tensión política. La campaña polarizada entre la derecha populista de Bolsonaro y la izquierda del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva -los dos únicos candidatos con opciones de ganar, ya sea en primera o segunda vuelta- ha agitado una fase electoral ya muy crispada, como ciertamente es habitual en los tramos finales de cualquier elección.

En Brasil, sin embargo, la crispación política es además un estado alimentado de forma casi permanente durante todo el mandato de Bolsonaro. Y creo que eso ha ido cambiando también poco a poco al país.

Hay más pobreza, sí, por la crisis económica de los últimos años y los duros efectos de la pandemia. Pero el Brasil de 2022, también, parece más acostumbrado a los discursos de odio del propio presidente y varios de los principales actores politicos, así como a la violencia política. Y más resignado.

La normalización de la violencia política

Brasil ha sido siempre un país muy violento. Debido a la delincuencia común, pero también por crímenes políticos, como el de la concejala Marielle Franco en 2018 o, más recientemente, los asesinatos del periodista inglés Dom Philips y del activista ambiental Bruno Pereira en la Amazonía. En Brasil, muchos activistas saben desde hace mucho tiempo que su labor política puede costarles la vida. Pero algo novedoso, en esta campaña, es ver a ciudadanos corrientes convencidos de que renunciar a mostrar sus preferencias electorales, en las calles, es la mejor manera de evitar ser agredidos o insultados.

Los votantes de Lula da Silva lo admiten incómodos, mientras que muchos de los simpatizantes de Bolsonaro prefieren directamente no hablar con los medios, considerados como enemigos por el presidente. Cuando lo hacen, suelen optar por el halago de tintes casi místicos de su candidato. Bolsonaro, el mito. O Jair Messias Bolsonaro, con el énfasis sobre el que es, de verdad, el segundo nombre del presidente.

El periodista de DW Isaac Risco.
El periodista de DW Isaac Risco.Imagen: DW

El temor de los primeros lo refleja muy bien, por ejemplo, la cautela inicial de un taxista en Sao Paulo. Hace dos semanas, cuenta, decidió cambiar su voto y, en lugar de  anularlo, dará su apoyo a Lula. "Pero eso no se lo digo a otros pasajeros”, agrega, ya convencido de que al reportero extranjero lo mueve únicamente la curiosidad. "Cuando me preguntan les digo que votaré por Bolsonaro, o simplemente que no votaré por Lula”. ¿Por qué? "Para evitar que se molesten y para evitar discusiones”.

El deterioro de la clase política

Cuatro años atrás, el taxista de Sao Paulo votó, por cierto, por Bolsonaro, porque creía que el país necesitaba algo distinto tras los enormes escándalos de corrupción que sacudieron en la década pasada a la clase política, sobre todo al Partido de los Trabajadores de Lula. Ahora está convencido de que Bolsonaro ha sido terrible para el país. Por la crispación política, por al aumento de la pobreza, por la mala gestión de la pandemia. No está demasiado convencido de Lula, pero no ve otras opciones. ¿Traerá un probable tercer mandato de Lula da Silva la solución para los problemas del país? La incertidumbre política también es parte del Brasil de 2022.

Poco ha cambiado, por otro lado, el discurso vacío de algunos de los políticos brasileños, plagado de lugares comunes y alusiones estériles a los supuestos intereses del pueblo. El panorama, ciertamente, es sombrío, si se toma como parámetro para el futuro de Brasil el último debate televisivo de candidatos, cargado sobre todo de reproches y descalificaciones.

Hay otras cosas, por cierto, que tampoco han cambiado: la ciudad de Sao Paulo sigue llena de vistosos grafitis, que hacen el endemoniado tráfico paulista más llevadero. Y Rio de Janeiro -posiblemente la ciudad más fotogénica del mundo- continúa linda, como diría el conocido samba de Gilberto Gil.

(cp)