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Experto en homicidioss: "sensibilizar a la oponión pública"

Chase Winter (RMR/ER)27 de julio de 2016

En el apartamento del homicida de Múnich, la Policía encontró el libro del sicólogo Peter Langmann “Matanza en la cabeza” que analiza, sobre todo, las masacres en las escuelas. DW habló con su autor.

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Deutschland München nach dem Amoklauf Trauernde
Imagen: DW/D. Regev

DW: Señor Langman, ¿qué le parece que el autor del atentado haya leído su libro?

Peter Langman: Hasta cierto punto no me parece especialmente sorprendente. Lo que sí me sorprende es que fuese precisamente ese libro. Generalmente, los homicidas en los colegios se informan mucho antes de atacar. Se informan en la red sobre casos anteriores y sobre otros homicidas a los que admiran. Algunos se sienten anormales o fracasados. Pero cuando leen sobre otros homicidas que piensan de forma parecida, creen que pertenecen a un grupo y se sienten entonces menos anormales. Quizá encuentran una especie de consentimiento social para sus ataques. Tienen la sensación de que lo que hacen no es tan terrible, porque hay otra gente que hace lo mismo y tiene motivos para ello.

Usted no cree en un perfil que encaje con todos los atacantes, sino que los clasifica en tres categorías: el sicopático, el sicótico y el traumatizado. ¿Teniendo en cuenta la información existente cómo clasificaría al atacante de Múnich?

Teniendo en cuenta todo lo que sé, parece que no se trata de un sicópata. Este tipo es normalmente muy narcisista. Posee habilidades bien desarrolladas a la hora de relacionarse con otra gente. Puede resultar incluso encantador y carismático. Con frecuencia tiene más éxito que el homicida de Múnich. Estas características no las veo en él. Me resulta más tímido, más inseguro y miedoso.

Peter Langman, sicólogo estadounidense y autor del libro "Matanza en la cabeza".
Peter Langman, sicólogo estadounidense y autor del libro "Matanza en la cabeza".Imagen: picture-alliance/dpa/Hub Willson/Peter Langman

El atancante de Múnich jugaba al género de videojuegos Ego-Shooter o de disparos en primera persona, según los agentes de la policía, con lo que se desata otra vez el debate sobre la relación entre los videojuegos y los homicidas.

Es una materia compleja. La mayoría de los millones de jóvenes que juega a ese tipo de videojuegos no mata a nadie nunca. Es decir, no hay una relación directa. Por otro lado, muchos de los atacantes en escuelas no solo jugaban, sino que estaban obsesionados con los videojuegos. Los juegos eran el mundo intelectual en el que vivían. Por lo tanto, se puede decir que esos juegos embrutecen a la gente y que son una especie de programa de ensayo para el delito real.

¿Cuál es el papel del suicidio? Muchos de los atentados terminan en suicidio o el atacante sabe que va a ser abatido.

En mi libro analicé a 48 homicidas. Casi la mitad tenía la intención de morir durante el atentado. Algunos creen que los autores de matanzas, por regla general, tienen una predisposición suicida, pero se da el caso solo en la mitad. Quieren morir, pero no solos y de forma banal. Quieren que otros paguen por su sufrimiento, quieren una especie de venganza.

A veces, también quieren alcanzar lo que ellos consideran fama y reconocimiento por su delito, de modo que no morirían en soledad y de forma insignificante. Quieren dotar su vida de más valor y creen que la mejor manera para alcanzarlo es desgraciadamente a través de la violencia.

Un ejemplar del libro "Matanza en la cabeza" fue encontrado en el apartamento del homicida.
Un ejemplar del libro "Matanza en la cabeza" fue encontrado en el apartamento del homicida.Imagen: BELTZ

Usted clasifica los atentados en cuatro categorías. Algunos atacan a personas arbitrariamente, otros a personas solas, otros a grupos o se trata de una combinación. ¿Cómo clasificaría usted el caso de Múnich?

Parece ser un ataque arbitrario por el hecho de que no lo hizo contra una persona en concreto. Pero alguna gente dijo que asesinó sobre todo a gente joven. No estoy seguro si la intención fue que la mayoría de las víctimas fuera joven o si estaba allí de casualidad.

Si realmente su objetivo era gente de su edad, se podría interpretar de diversas maneras. Aparentemente se sentía como una víctima y sufrió acoso por parte de sus coetáneos, pero él no disparó concretamente a esos jóvenes. Quizá sentía una rabia generalizada hacia los jóvenes de su edad.

Otra posibilidad que no se suele tomar en cuenta es la envidia. Con frecuencia, los homicidas suelen sentirse anormales. Son depresivos. No tienen éxito social. Miran el mundo a su alrededor y piensan que los otros son felices y tienen éxito, y esto les causa una envidia muy profunda. Esa envidia se convierte en odio, porque la diferencia entre ellos y los otros les parece injusta. Por eso, los atacantes disparan a los que más envidian.

¿Cómo se pueden evitar tales sucesos?

Sabemos mucho sobre las señales de aviso. Tenemos que sensibilizar a la opinión pública para que reconozca esas señales de aviso y sepa cómo reaccionar. Hay atacantes que hablan de lo que quieren hacer, algunos advierten a los amigos para que no estén allí; otros animan a los amigos a participar; otros amenazan primero a la gente que quieren asesinar; también los hay que llaman la atención en la red. A veces, las señales son muy claras, pero la gente no las reconoce o no las toma en serio, o, por diversas causas, tiene miedo de reaccionar. Hay muchos atentados fallidos, pero no nos enteramos, porque a los medios de comunicación no les interesan los atentados fallidos.

Peter Langman se ha dedicado a estudiar la sicología de los autores de masacres en las escuelas. Su libro “Homicida en la mente, ¿por qué matan los escolares?” se publicó en 2009.