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La delicada transportación de arte

22 de septiembre de 2009

Jóvenes artistas o viejos maestros, el arte quiere ser mostrado en todo el mundo y para ello a menudo hay que recorrer largos trayectos, una empresa especializada en Colonia transporta diariamente bienes culturales.

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Jörg Oettermann y Andreas Blankenstein en acción.Imagen: DW

Diario se mueven alrededor del mundo numerosas piezas bajo pedido de museos, galerías y asociaciones de arte. Con un total de siete empleados y cuatro autobuses de transporte la compañía de Jörg Oetterman, con sede en Colonia, en la parte occidental de Alemania, es considerada una mediana empresa. Una jornada cualquiera en la vida de la empresa comienza a las ocho de la mañana cuando Andreas Blankenstein, estudiante de arte, ayuda a su jefe, Jörg Oetterman a subir las obras empacadas al camión de transporte.

Se trata del trabajo perfecto para el joven estudiante, pues como artista sabe como manejar una pieza. En esta ocasión Andreas viajará a la vecina Holanda, donde hará paradas en Eindhoven, Kleve y Amsterdam. Con mucho cuidado revisa las obras empacadas así como sus respectivos documentos.

Amor al detalle

“Hay que tener amor al detalle, pero sobre todo a lo que transportamos, al bien cultural, que hay que tratarlo como si tuviera la fragilidad de un huevo crudo”, afirma Andreas. La transportación de arte tiene medidas mucho más estrictas de seguridad que la transportación de mobiliario. Ciertas superficies pueden ser empacadas sólo con ciertos materiales, o cuadros frágiles no pueden ser ni tocados ni movidos de un lugar a otro si no cuentan con una protección especial. El alto valor de las obras de arte requiere seguros especiales, que cada cliente puede definir, de acuerdo al bolsillo. En algunas ocasiones Andreas transporta millones en su camión, pero no por ello se siente nervioso.

“En el marco de la rutina de seguridad uno se esfuerza por empacar todo a concienca, pero si tiene lugar un accidente, entonces la preocupación por la propia vida sigue teniendo prioridad sobre la seguridad de las piezas”, afirma el joven.

Obra de filigrana

La primera estación es un museo en Kleve. Ahí esperan ya a la frágil obra en yeso que el mensajero de arte lleva hasta el interior del recinto. Junto con una empleada, Andreas desempaca la pieza y la revisa para detectar eventuales daños. Pero todo ha salido bien y sólo queda admirar el trabajo de filigrana. Son los momentos que disfruta el joven transportador.

“Se tiene las obras sumamente cerca, se las puede tocar incluso. Nosotros llamamos a eso transportación de clavo a clavo, es decir, que descolgamos el cuadro, lo empacamos y lo volvemos a colgar en la pared. Es algo bonito ver como una obra de arte inicia su recorrido”, afirma Andreas.

Transportación al extranjero

La empresa Oettermann transporta pequeñas y medianas obras al extranjero. Los pedidos espectaculares, como la transportación de antiguas y pesadas esculturas de bronce o frágiles trabajos de cera, eso se lo deja mejor a la competencia. No es fácil llegar a la dirección exacta en Eindhoven, pero una vez llegados al destino, se encuentran con un viejo parque industrial que ha sido adaptado para exponer obras de arte.

La última estación es Amsterdam, donde hay que llevar varios paquetes a un taller ubicado en un segundo piso, para lo que es necesario contar con una cierta fortaleza física. Es todavía temprano en la tarde cuando ha sido llevada la última caja. Hora de hacer una pausa para que una vez recuperada la energía, el mensajero de arte emprenda el camino de regreso a Colonia.

Autor: Matthías Mayr/ Eva Usi

Edición: Claudia Herrera Pahl