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De cómo yihadistas conquistan a jóvenes

Claus Röck / Ita Niehaus (JOV /MS)15 de enero de 2015

Steffi, una joven alemana que se convirtió al islam, cuenta cómo fue reclutada en Internet por salafistas fundamentalistas y llegó a pensar unirse a la Guerra Santa. Hace dos años logró liberarse del grupo radical.

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Salfistas regalan El Corán con su propia interpretación radical en las calles de Alemania.
Salfistas regalan El Corán con su propia interpretación radical en las calles de Alemania.Imagen: picture-alliance/dpa/J. Stratenschulte

“Te dicen que formarás parte de una familia y, si te unes a la Guerra Santa, te prometen el paraíso”, dice Steffi, de 25 años de edad, que estuvo ocho años en las filas del salafismo en Alemania. “Los videos que muestran son tan sugestivos, que tuve una fase en la que llegué a pensar que tenía que unirme a su lucha terrorista”, dice la joven alemana, hoy exsalafista, que fue reclutada cuando tenía apenas 15 años.

“Aún no me puedo explicar por qué. A pesar de que antes no era religiosa, la propaganda de los salafistas logró convencerme”. El papá de una compañera de la escuela, que era imán, invitó a la chica alemana a su mezquita y pronto dejó de ser miembro de la iglesia católica para convertirse al islam, aprendió a rezar el Corán y a cubrirse la cabeza con mantos. Steffi también se unió a un grupo yihadista presente en Facebook.

Una joven que incita al asesinato

“Yo no era consciente de lo que hacía y acabé aceptando los postings con ideas radicales que me llegaban”, dice Steffi. Poco a poco esta chica fue adoptando las posturas radicales que leía y escuchaba y empezó a acosar a quienes no fueran musulmanes. Steffi llegó incluso a llamar al asesinato de esas personas.

La situación de Steffi se volvió cada vez más insoportable: “Yo ya no podía decidir libremente. Mi horizonte se cerraba y ya no podía pensar sino lo que me ordenaban. No les gustaba que mi exmarido no orara mucho, porque era más liberal, y quisieron obligarme a abandonarlo, irme a Afganistán y casarme con un muyahidín”.

Si bien no aceptó irse a Afganistán, Steffi perdió a muchos de sus antiguos amigos. La relación con sus padres siempre fue difícil y conflictiva. Ellos no se preocuparon por su futuro, ni siquiera cuando vieron que sus ideas eran cada vez más radicales.

Entrar es fácil, salir puede costar la vida

Pero Steffi logró salir del infierno el que se metió sin la ayuda de sus padres. Las primeras dudas sobre su errado camino le surgieron cuando escuchó las prédicas de Denis Cuspert, hoy uno de los más conocidos miembros del grupo terrorista Estado Islámico que “alababa las ventajas del paraíso y prevenía contra los no creyentes”.

“Las palabras de Cuspert me hicieron recapacitar porque de él esperaba importantes enseñanzas religiosas y no que hablara solo de muerte o de que me tenía que cubrir toda la cara”. Steffi llevaba un pañuelo que cubría su cabello, algo que no le gustó a las mujeres radicales del grupo, que empezaron a difundir mentiras sobre ella en Facebook, como “que conocía muy poco el islam o que era una espía”.

Eso rebozó la copa y se dijo “¡Basta!. Ese no es el islam que yo busco”. Su salida duró seis meses más. Hoy, Steffi termina sus estudios medios y frecuenta una mezquita de una comunidad liberal. Más adelante quiere ayudar previniendo a otros jóvenes, visitando escuelas y colegios para contar la historia de cómo se envolvió con radicales islámicos y de cómo se desprendió de los mismos. Steffi concluye: “Eso es pura violencia, la que reina en ese medio. Y la mayoría de los chicos no pueden salir sin ayuda externa”.