¿Debe estar la Iglesia más atenta a los excesos de los obispos?
12 de octubre de 2013Deutsche Welle: El caso del obispo de Limburgo, Peter Tebartz van Elst, ha captado no solo la atención alemana, sino también la internacional. ¿Cómo es posible que no se le haya puesto freno antes, cuando muchos de sus actos se conocían ya en 2008?
David Berger: Esa situación se explica debido a que la figura de Tebartz van Elst se corresponde con la imagen de Iglesia y sacerdote que Benedicto XVI promovió. Benedicto dijo que el sacerdote lo era todo después de Dios. Esta idea, naturalmente, se aplica en primer lugar al obispo, que debe escenificar un protocolo acorde a esta posición. El propio Benedicto ponía en práctica esa aspiración absolutista en su ceremonial. Ese es seguramente uno de los motivos por los que desde siempre se tendió a Tebartz van Elst una mano protectora desde Roma. Al analizar la trayectoria de Tebartz van Elst , es interesante destacar que siempre se ha movido por intereses acordes con su carrera. Al principio, era un profesor de ideas liberales en Münster. Cuando se dio cuenta de que con Benedicto XVI el viento soplaba en otra dirección, se convirtió en un reaccionario que pasó a defender la idea de que la imagen del obispo debe ser la de una figura dominante. Este viraje fue bien recibido en Roma porque era leal a la forma de pensar del Vaticano con Benedicto XVI. Como compensación, en El Vaticano se hizo la vista gorda ante su estilo de vida excesivo en términos de suntuosidad.
¿Sucede eso también en el caso de otras personas de la Iglesia?
Sucede por ejemplo con la vida sexual de algunas personas. Mientras se mantengan leales al Vaticano, éste se hace la vista gorda. Si se quiere prescindir de ellas, se utiliza después para chantajearlas. Eso es lo que ocurrió en el caso del obispo de Augsburgo, Walter Mixa. Sus colegas sabían de su conducta durante mucho tiempo. Cuando quisieron deshacerse de él, se desclasificaron algunos archivos para presionarlo, con el fin de que se retirara.
Eso es precisamente lo que ahora está ocurriendo con Tebartz van Elst. Me imagino que sus colegas están muy contentos de que sea Tebartz quien esté en el ojo del huracán. De esta manera pasa desapercibido lo que ocurre en sus propias diócesis. Solo hay que mirar la archidiócesis de Múnich, donde el arzobispo Max ha realizado una reforma con un equipamiento de lujo en el palacio de Hohenstein, que ha costado 8.7 millones de euros. Por su parte, la diócesis de Rottenburg/Stuttgart se ha construido un palacio inmenso. A menudo -ese es el caso de Múnich- esto no se financia con dinero de la propia Iglesia, sino que en un 80% procede del Estado, por lo que se trata del dinero de los contribuyentes.
¿Por qué no se ha aplicado ninguna sanción desde que se hiciera público lo autocrático del gobierno del obispo de Limburgo?
En la diócesis ha habido por parte de laicos y ciudadanos repetidas peticiones de sanción, que fueron denegadas de inmediato. En eso consiste el sistema jerárquico de la Iglesia. Cuando uno llega a ser obispo, tiene la posibilidad de aplastar las críticas. Tebartz van Elst tenía muy claro este aspecto. Si no aparece un poder más fuerte que lo impida, por ejemplo, un medio de comunicación que dé a conocer lo que ocurre, estos obispos pueden mantenerse durante mucho tiempo.
¿Cree que el papa Francisco acabará con las arbitrariedades autocráticas de las que se acusa al obispo de Limburgo?
Espero que sí. Pero Francisco es cuidadoso en lo concerniente a las cuestiones de personal. El tono que utiliza es bueno, pero después resulta algo vacilante. Pero los obispos ya no se sienten tan seguros con el tono que utiliza actualmente Roma y están tratando de unirse a la corriente. Quizá así se puedan lograr cambios significativos.
David Berger es teólogo y filósofo.