Diarios venezolanos, entre la espada e Internet
1 de abril de 2016Este miércoles (30.3.2016) en Venezuela, dos lemas circularon con mucha frecuencia en Twitter, la red social preferida por los habitantes de ese país para mantenerse informados sobre el acontecer nacional: las etiquetas #PeriodismoSinCensura y #SinPapelNoHayPeriodico llamaban la atención hacia las manifestaciones pacíficas orquestadas en varias ciudades por profesionales de la comunicación. Éstos protestaban contra el acoso oficial del que son objeto y la restricción tanto de la libertad de prensa como del derecho ciudadano a la información. Pero estos hashtags no son nuevos; ellos afloran recurrentemente.
De hecho, las manifestaciones de este 30 de marzo traen a la memoria las de hace dos años, cuando, por falta de insumos, once diarios dejaron de circular y otros se vieron obligados a reducir su tamaño, su tirada o la frecuencia de su aparición. Ya entonces, la situación amenazaba el empleo de unas 30.000 personas, según el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa. En 2014, las publicaciones impresas se quejaban de no recibir acceso a las divisas extranjeras necesarias para importar el papel que dejó de producirse en el país, pese a que muchas de ellas habían cumplido los requisitos del intrincado sistema de control de cambios impuesto en 2003.
No faltó quien describiera la ralentización de las asignaciones de dólares como una revancha del chavismo. En febrero de 2014, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, había advertido que a los periódicos “les va a llegar su hora”. “Vamos a endurecer las normas para que se acabe el amarillismo”, aseguró, aludiendo a la cobertura que los diarios independientes hacían de la inseguridad y la violencia criminal; un problema de cara al cual estaba siendo medida la capacidad de Maduro para gobernar. En aquel momento, esas presiones catalizaron la venta de varios medios impresos a empresas fantasmas y capitalistas alineados con el oficialismo.
Internet, ¿tabla de salvación?
Una constelación similar ya había motivado el cierre y la venta de decenas de medios radioeléctricos un lustro antes. No obstante, 2014 también sobresale como el año en que las plataformas digitales –nuevas y no tan nuevas– comenzaron a competir con los periódicos establecidos, intentando arrebatarles lectores y plumas con la promesa de ofrecer un periodismo de investigación y de opinión más resistente a la censura y a la autocensura. ¿Es Internet la tabla de salvación de la prensa venezolana? En entrevista con DW, el periodista y ciberactivista Luis Carlos Díaz explica los desafíos que ese ámbito entraña.
“Los medios online enfrentan distintas dificultades en Venezuela. El costo de dominios, servidores y servicios asociados a la esfera digital suele calcularse en dólares, pero el férreo control de cambios impide hacer pagos electrónicos en moneda extranjera. Y los proveedores que cobran en bolívares lo hacen apegados al precio del dólar en el mercado negro nacional porque la economía electrónica no es considerada como una prioridad por el Gobierno. Lo mismo aplica al comprar computadoras, instalar redes y organizar el cableado de una empresa digital en Venezuela”, cuenta Díaz, receptor del premio Bob 2013 de DW como “Persona a seguir en Twitter”.
A los obstáculos financieros se suman los técnicos. “El deterioro de su infraestructura de servicios hace que Venezuela tenga uno de los anchos de banda más lentos de América Latina: alrededor de 2 megabytes por segundo (mbps). Sólo como referencia: la velocidad de transferencia de datos en Colombia está por encima de 6 mbps. Eso influye negativamente sobre la conectividad, el consumo de fotos y videos, la producción de servicios de streaming móvil y el trabajo con bases de datos”. Eso sí, subraya Díaz, si se consigue financiar la operación en dólares, la inversión en personal tiende a rendir mucho en Venezuela.
Precaria conectividad
“Por eso hay tantos medios online en el país; con muy poco dinero puedes mantener activa a toda una redacción digital. A precios de mercado negro, el sueldo de un periodista oscila entre 10 y 30 dólares al mes. El mejor pagado puede llegar a recibir 50 dólares mensuales y eso sigue siendo poca cosa si se compara con el nivel de los salarios fuera del país. Eso nos convierte en una maquila”, señala Díaz, sugiriendo que el salto a Internet puede dejar un regusto agridulce. En ese sentido, agrega el periodista: “Tras hallar refugio en la red, los periódicos más leídos han perdido lectores y su tradicional capacidad de impacto sobre la opinión pública”.
Consultado por DW, el investigador Antonio Pasquali coincide parcialmente con Díaz: “Casi todos los periódicos del país cuentan con una versión electrónica; en algunos casos bien elaborada. El problema está aguas abajo: la densidad de internautas en Venezuela es de las más bajas de América Latina y éstos están mal equipados”, comenta este profesor de Filosofía Moral y Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela, hablando en términos técnicos, pero también cognitivos: “Internet hereda usuarios que, previamente, no constituyeron una fuerte ‘sociedad de lectura' ”, lamenta el docente.
Este 30 de marzo, los trabajadores de la prensa condenaron los procesos judiciales emprendidos contra 26 medios independientes y 16 periodistas, y el cierre de 22 periódicos. “De los 115 diarios que circulaban en 2013, hoy quedan 93”, rezaba un panfleto… repartido vía Twitter. ¿En qué medida ha alterado la desaparición de periódicos el consumo de información en Venezuela? “Los súbitos cambios de soporte no influyen profundamente sobre el consumo de información. Las que sí podrían quedar alteradas son la calidad y la credibilidad de la información que ingresa a los circuitos de difusión”, sostiene Pasquali, quien, en calidad de experto, asiste a los tribunales venezolanos para participar en la defensa del diario TalCual y del portal digital de noticias La Patilla, demandados por difamación por el segundo “hombre fuerte” del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Diosdado Cabello.