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A México "llegaron más africanos que españoles"

17 de septiembre de 2021

El debate sobre racismo y colonialismo, cada vez más sonoro en México, tomó impulso en 2021, con la conmemoración de los 500 años de la caída de Tenochtitlán. DW habló sobre ello con el historiador Federico Navarrete.

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Hombre sostiene dos máscaras de Carnaval africanas.
Imagen del carnaval afromestizo de Coyolillo, a 300 kilómetros de Ciudad de México. Imagen: Raul Mendez/Pacific Press/picture alliance

Deutsche Welle: Desde hace tiempo, hay una encendida discusión en México sobre racismo y colonialismo. ¿Es señal de que el país toma conciencia del pasado y de su propio racismo?

Federico Navarrete: Sí, yo creo que, en los últimos cinco años, en la sociedad mexicana ha habido una creciente conciencia de la existencia del racismo y también han surgido muchas iniciativas para combatirlo. Se ha producido un cambio en el debate público, que ha abierto estos temas a una discusión mucho más amplia, generando también una polémica. Creo que nos estamos moviendo en la dirección correcta.

La polémica más reciente fue la del proyecto de sustituir la estatua de Colón del Paseo de la Reforma, en Ciudad de México, por la de una mujer indígena. ¿Cómo valora este gesto?

Creo que, no solo en México, sino en toda América, las estatuas de los colonizadores españoles o europeos han sido objeto de protestas y ataques, porque son vistos como símbolos de un poder blanco, racista, que ha oprimido a los pueblos indígenas y afroamericanos.

La estatua de Colón tenía que salir y, si no la hubieran sacado por las buenas, hubiera salido por las malas, la hubieran derribado. Hubo voces que se quejaron, diciendo que la retirada de Colón invisibilizaba el pasado hispano, lo cual es absurdo en una ciudad en la que hay tantas iglesias, palacios y edificios coloniales. Es imposible invisibilizar el pasado hispano en México. Pero, en general, creo que hubo consenso en quitar la estatua.

El debate interesante fue por la escultura sustituta. Originalmente, dos senadoras habían propuesto un monumento a Malintzin, pero el Senado acordó una estatua a la mujer indígena. Yo prefería la primera opción, pero intelectuales indígenas argumentaron que no había que celebrar a un solo individuo, sino a las mujeres en general.

Lo peor fue que, desde Presidencia, se designó por un procedimiento nada transparente a un artista varón y mestizo, para que hiciera esta alegoría de la mujer indígena. La gente protestó argumentando que cómo un monumento a la mujer indígena iba a ser hecho por un varón no indígena, lo que supone repetir estereotipos esencialistas de género y raza.

Este plan se echó finalmente para atrás y ahora será una comisión la que decida. Yo espero que esa comisión involucre a mujeres indígenas en una o más de las etapas, ya sea como jurado o como participantes de un concurso.

Si rastreamos el origen de la discusión pública en México, ¿puede decirse que la visibilidad internacional que alcanzó la desaparición de los 43 de Ayotzinapa fue el detonante que encendió la chispa?

No hay una sola causa, pero sí una coincidencia. Se produjo la desaparición de los 43 normalistas y el tema estalló poco después. Pero no creo que fuera solo por su repercusión internacional, sino que fue más bien dentro de la sociedad mexicana.

Hubo un movimiento muy amplio de solidaridad con los 43, en el que participaron personas muy diversas que nunca antes se habían movilizado. Los diversos grupos comunitarios de autodefensa antirracista y los contrarios a la violencia y discriminación femeninas crecieron mucho a partir de ese momento.

Fue una movilización que, en aquel momento, pensamos que había fracasado, porque no logramos recuperar a los 43 compatriotas, pero aquello dio nacimiento a una nueva conciencia social en México y a una nueva generación de movilización política y social, que es lo que estamos viendo ahora: contra el racismo, contra la violencia de género, contra la violencia en general…

¿Cómo se relaciona el racismo en México con la crisis de violencia que arrecia en los últimos años en el país?

Esa es una pregunta muy compleja, que no se puede responder solo con una relación causal como "el racismo provoca violencia", porque no podemos estar seguros de que las víctimas son atacadas por su color de piel o por su manera de hablar, o por los rasgos identitarios que normalmente asociamos con el racismo.

Pero el hecho es que la mayor parte de las víctimas de la violencia tiene la piel más oscura, vive en condiciones de pobreza y en zonas marginales, y son jóvenes sin educación, tanto mujeres como hombres. No es que el racismo sea la causa de la violencia, pero la violencia ataca fundamentalmente a las personas que ya son objeto de discriminación por racismo y otras causas.

El hecho de que en nuestro país, por desgracia, se devalúe a las personas con piel más oscura crea un clima de impunidad, que permite que sea más fácil que esas personas sean víctimas de violencia, o que se investigue menos la violencia  ejercida en su contra. Lamento decirlo, pero son personas sobre las que se considera que "valen menos".

El racismo naturaliza la violencia y la justifica, al igual que la criminalización: es más fácil criminalizar a una persona que parezca afroamericana o indígena que a una persona que parezca blanca.

Gente celebra en las calles el carnaval afromestizo de Coyolillo.
El carnaval afromestizo de Coyolillo surgió en el siglo XVIII: trabajadores y personas esclavizadas de origen africano, liberadas de haciendas en la zona, se disfrazaban con máscaras de toro y coloridos atuendos. Imagen: Raul Mendez/Pacific Press/picture alliance

Con AMLO han llegado gestos de perdón, como el que pidió en Yucatán a los pueblos mayas. Incluso ha instaurado un Día del Perdón, el próximo 28 de septiembre. ¿Cómo valora esos gestos?

Yo creo que la idea del perdón del Gobierno de López Obrador tiene, por un lado, raigambre en los movimientos de memoria, como los surgidos contra las dictaduras militares en América del Sur, que han buscado la reconciliación y el perdón como parte de procesos de justicia vinculados a derechos humanos.

Eso en México no se ha cumplido, porque no ha habido investigaciones, ni justicia, ni ha habido un proceso para dar cuenta de las violencias que hemos sufrido históricamente.

Por otro lado, ese perdón de AMLO tiene una dimensión claramente religiosa, un claro tinte cristiano. Pero un perdón sin justicia no vale de mucho, no es más que buena voluntad.

Me da miedo que instaurar un Día del Perdón sea una excusa para que no haya justicia. Es decir, que se pida perdón cada año por las atrocidades que sucedieron en el pasado y durante cada año, porque las cifras de violencia son escandalosas, y nada más. Porque pedir perdón no basta.

Necesitamos que haya justicia, que se detenga la violencia, no solo que haya perdón, sino también reparación. No es una cuestión moral, ni religiosa, sino de justicia.

¿Tiene sentido instaurar el Día del Perdón y, al mismo tiempo, seguir celebrando el Día de la Raza?

Desde 1992, cuando se conmemoraron los 500 años de la colonización, en México, ese día se ha convertido en la jornada de las protestas amerindias contra la colonización. En ese sentido, no me parece mal que siga existiendo, porque la resistencia indígena sigue teniendo su razón de ser. Pero creo que, en lugar del Día del Perdón, tendría que haber un Día de la Justicia.

Historiador Federico Navarrete
Federico Navarrete: "Necesitamos que haya justicia, que se detenga la violencia, no solo que haya perdón, sino también reparación."Imagen: Edith Llamas

En un hipotético México futuro libre de todo racismo, ¿tendrán cabida términos como "indígena" o "mestizo", creados desde un sistema de dominación?

Yo creo que no. Los primeros que se están deshaciendo del término indígena son algunos hablantes de lenguas indígenas, que se identifican mucho más como miembros de su propia comunidad que como indígenas en general. Esta es una categoría del Estado que, como tal, tiene sentido dentro del Estado, y que ojalá deje de existir en el futuro. Y lo mismo diría yo para "mestizo". Yo diría que ya muy poca gente se identifica positivamente con ese término. Ese mito de que los mexicanos somos mestizos está en proceso de cambio y va a cambiar muy pronto.

¿Qué sintió al oír al presidente argentino Alberto Fernández decir que los mexicanos proceden de los indígenas y los argentinos de los barcos?

Es una tremenda tontería y una falsedad en todos los sentidos, ya que invisibiliza y niega la importancia de los afromericanos en Argentina y también de la población de origen americano. Es un estereotipo racista. Fernández dijo una tontería sin pensarlo. Me preocupa más que haya gente progresista que crea todavía ese tipo de cosas y que no se haya educado, porque eso es historia de Argentina.

En México, la clásica división entre "mestizo" e "indígena" también invisibiliza a otras poblaciones.

Eso es una leyenda que ignora que, durante el período colonial, llegaron a México más personas de origen africano que españoles y que México siempre ha recibido migrantes de todo el mundo: asiáticos, del Medio Oriente, de Europa, de África, del resto de América. Esa división invisibiliza la gran diversidad de la población mexicana.

Federico Navarrete Linares es historiador y antropólogo. Investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. Y autor libros como "México racista. Una denuncia" (2016), "Los pueblos indígenas del México contemporáneo" (2008), "Las relaciones interétnicas en México" (2004) o "La conquista de México" (2000).

(rml)