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¿Dónde quedaron los derechos humanos en Afganistán?

Waslat Hasrat-Nazimi
9 de diciembre de 2022

Desde que los talibanes volvieron a tomar el poder en Afganistán en 2021, en aquel país se pisotea la dignidad humana. La década de 1990 del siglo XX regresó al país con toda su crueldad, opina Waslat Hasrat-Nazimi.

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Talibanes en las calles de Kabul.
Los talibanes volvieron a Afganistán y, con ellos, las ejecuciones públicas y las flagelaciones.Imagen: Wakil Kohsar/AFP

Miles de espectadores reunidos alrededor de una mujer que, encogida sobre el suelo y ataviada con un burka azul, se encuentra en un polvoriento estadio de fútbol. Alguien la apunta con una Kalashnikov y luego aprieta el gatillo. Se trata de una ejecución pública en Afganistán , durante el primer régimen talibán, en la década de 1990. Todos los afganos han visto estas imágenes, ya sea en vivo o en televisión.

Para mí, las ejecuciones públicas son también parte de los recuerdos más horribles que tengo de esa época. Yo era solo una niña. Mientras vivíamos fuera de Afganistán, mi familia y yo seguíamos lo que sucedía allí a través de los pocos videos que se filtraban al extranjero.

Ejecuciones públicas, trauma colectivo

Nunca creí que esas imágenes pudieran regresar al país, después de la invasión estadounidense de Afganistán en octubre de 2001 y los 20 años de presencia militar de Occidente. Desafortunadamente, me equivoqué.

Desde que los talibanes volvieron a tomar el poder en Afganistán, en agosto de 2021, miro con preocupación a mi antigua patria. Esta semana, los talibanes ejecutaron a un hombre acusado de asesinato. El padre de la víctima debía dispararle delante de todos: altos funcionarios, cientos de ciudadanos y niños.

Esta no fue la primera ejecución desde la vuelta de los talibanes al poder, pero sí la primera confirmada y presentada casi como un logro. En las pasadas semanas, flagelaron a hombres y mujeres, en la mayoría de los casos acusados de robo o adulterio.

Las ejecuciones públicas con espectadores son un trauma colectivo para la población del país, y ahora vuelven a ser una realidad. Los talibanes no han cambiado, y Afganistán ha regresado a los años 90 del siglo XX.

Waslat Hasrat-Nazimi.
Waslat Hasrat-Nazimi, jefa de la redacción afgana en DW.Imagen: Fahim Farooq

Sin esperanza y desolación

Al principio pensábamos, equivocadamente, que el país no volvería a sumirse en la oscuridad total, ahora sabemos que Afganistán es el país más oscuro del mundo.

Según una encuesta reciente de la empresa Gallup, el 98 por ciento de las mujeres y el 97 por ciento de los hombres en Afganistán creen que su vida es un sufrimiento. Las tasas de suicidio se han disparado, sobre todo entre las mujeres.

Además, más de 20 millones de personas en el país pasan hambre. Me preguntan mucho que por qué los afganos no se rebelan como sus vecinos iraníes. La verdad es que no tienen ni fuerza ni esperanza para hacerlo. Más de cuatro décadas de guerra y el trauma que todo ello implica han dejado enormes y profundas cicatrices.

Cuesta imaginar que los derechos humanos vuelvan a pisotearse en Afganistán en 2022, 74 años después de la promulgación de los derechos humanos universales. Y el mundo mira de brazos cruzados.

Es como si los últimos veinte años, en los que precisamente esos derechos se defendieron como premisa para justificar el despliegue de la alianza militar aliada, se hubieran desvanecido en el aire. Como si Afganistán estuviera en otro planeta y nadie fuera responsable de la miseria en el Hindú Kush.

Presionar a los talibanes

Pero, ¿no son los derechos humanos universales y válidos en todo el mundo? Los talibanes basan sus políticas en una interpretación arcaica del islam. Sin embargo, países islámicos, como Afganistán, también colaboraron en la redacción de la declaración de derechos humanos tras la Segunda Guerra Mundial.

Y si no fuese así, con la alternativa islámica, la "Declaración de El Cairo de los Derechos Humanos en el Islam", no se pueden justificar las injusticias que ocurren todos los días en Afganistán. La declaración fue aprobada el 5 de agosto de 1990 por la Conferencia de la Organización de Estados Islámicos (OCI), de la que Afganistán también era Estado miembro.

Como defensores de los derechos humanos, es nuestro deber llamar la atención sobre el sufrimiento de mujeres y hombres en Afganistán y presionar al régimen talibán. No puede ser que hoy tenga que ver de nuevo imágenes de flagelaciones y ejecuciones, y se me haga un nudo en la garganta como hace 25 años.

Para mí, todo esto resulta en una amarga conclusión: si no hacemos o no podemos hacer nada para garantizar que los derechos humanos se respeten en todo el mundo, entonces debemos considerar que la resolución, aprobada hace 74 años en la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, ha fracasado.

(rmr/ms)