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¿Dónde quedó el Papa que no juzga?

11 de octubre de 2018

Francisco, que despertó tantas esperanzas, desconcierta hablando de “sicarios” cuando se refiere a los médicos que atienden a mujeres que abortan. Hoy, lo que se espera del Papa son otras cosas, dice Christoph Strack.

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Imagen: Reuters/A. Bianchi

"¿Quién soy yo para juzgarlos?", dijo Francisco en 2013, refiriéndose a la comunidad LGTBI. Lo dijo espontáneamente, sin guión. Todos lo aclamamos. ¡Un Papa que no condena! Que conmueve a la Iglesia. Tal vez. Un poquito. Un Papa que reflexiona. Que desarma su lenguaje.

Cinco años más tarde, el mismo Papa se refiere al aborto diciendo que es "como contratar a un asesino a sueldo para resolver un problema”. Espontáneamente. Aunque con libreto, se sale de él para decir lo que dijo durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro. Quienes lo escuchaban y no entendían italiano solo comprendieron después de ver que muy pocas personas aplaudieron su habitual discurso de los miércoles. ¿Un Papa que no puede hacer otra cosa?

La iglesia no condena a la gente

"La Iglesia ama al pecador, no el pecado”. Pero es difícil sentir comprensión por una Iglesia cuyo máximo representante, el Papa, acusa a las mujeres de contratar presuntos asesinos. El aborto divide a muchas sociedades, incluida a la alemania. Sé que los hombres no deberían entrometerse. Por ello, me impresionó que tras la reunificación de Alemania fueran las parlamentarias mujeres, educadas en dos sistemas antagónicos, las que se unieran para sacar adelante las nuevas leyes del aborto, por encima de ideologías y confesiones.

Para muchos cristianos, cada aborto es uno demasiado. Una vida se acaba antes de nacer. Pero, a pesar de todo el poder de la ley, la vida no se protege en contra de la voluntad de la madre, sino con la madre. Es por eso que cada ayuda, cada oferta de consulta, cada apoyo financiero lo considero correcto. Y al mismo tiempo me sorprende la cantidad de abortos en esta rica Alemania.

Christoph Strack, de DW
Christoph Strack, de DWImagen: DW

Ahora, el Papa culpa a las mujeres que supuestamente contratan a un "asesino”. Esta Iglesia perdió su voz en cuestiones éticas sexuales desde la década de 1960, por muchas razones. La Iglesia asumió posturas demasiado rígidas en contra del control de la natalidad y en la condena de la homosexualidad. Y luego viene este Papa y dice: "¿Quién soy yo para juzgarlos?"

El otro Papa

Francisco se convirtió en "otro” papa. El cineasta Wim Wenders lo celebra en su gran película "Papa Francisco: un hombre de palabra". Palabras que revelan una maravillosa grandeza humana. Y ahora dice: "asesino a sueldo". ¿Es este hombre "de palabra” aún dueño de su propio lenguaje? Francisco, el gran pastor, ha cambiado en estos tiempos, justo cuando se hace evidente que la Iglesia está en la última etapa de una época. Él cambió el papado, pero el papado se venga.

El Papa habla de "sicarios” en medio de la crisis de los escándalos de abusos sexuales. En este momento, la atención debe estar puesta en las víctimas. Muchos católicos sufren en silencio con ellas. Víctimas que esperan verdad, justicia, cambios que ayuden a prevenir tales delitos en el futuro. Y esperan. Y esperan. Esperan la recuperación de la credibilidad del liderazgo de su Iglesia.

Están furiosos porque muchos sacerdotes y obispos fueron los victimarios. Muchos piden arrepentimiento. Por admirable que me parezca este papa. Francisco: ¡Calla por lo menos hasta que se esclarezcan los crímenes cometidos por presbíteros contra menores de edad! Mejor vuelve a decir: "¿Quién soy yo para juzgarlos?” Eso sería bálsamo en estos tiempos de odio, populismos, gustos y aversiones.

Christoph Strack (jov/er)