El arriesgado juego sirio de Irán
7 de agosto de 2012Unos 50 iraníes fueron secuestrados cuando volvían del santuario de Sayeda Zeinab en Damasco; se dirigían al aeropuerto. Se trata de peregrinos, afirma Irán. Pero los secuestradores, de la Brigada de Mártires Al Bara informan que entre ellos se encuentran miembros de los Guardianes de la Revolución iraní. Ante la cámara han puesto sus documentos de identidad.
Sello sin mayor valor
¿Qué prueba pueden representar los sellos de un documento de identidad? No suena convincente el pensar que un Estado va a dejar constancia en un pasaporte de que se trata de personal al servicio de su servicio secreto.
Hay otro hecho habla en contra de lo que afirman los secuestradores, explica a DW Walter Posch, especialista en la región de la Fundación para Ciencia y Política de Berlín. En Irán los jóvenes pueden prestar su servicio militar en las filas de los Guardianes de la Revolución; al hacerlo, reciben una identificación. Según Posch, probablemente esto es lo encontrado por los rebeldes sirios.
Como explicó a DW Udo Steinbach, islamista y director del Instituto Alemán para Oriente de Hamburgo, el santuario de Sayeda Zeinab es un lugar de peregrinación tradicional de los chiítas iraníes. No obstante, el gobierno de Teherán ha dejado entrever que sus ambiciones políticas se mezclan con las religiosas. Steinbach no descarta la idea que también las peregrinaciones formen parte de la presencia militar de Irán en Siria.
Aunque las acusaciones de los secuestradores fuesen infundadas, sí son un reflejo del carácter de las relaciones sirio-iraníes de las últimas décadas. En ellas no existe línea divisoria entre la religión y la política, los dos lados de la misma moneda para ambos Estados, chiítas, algo que los ha aislado en un entorno primordialmente sunita. Esto, explica Steinbach, ha marcado el régimen Assad desde la década de los 1970. “Los alauitas de Assad siempre tuvieron interés en imponerse políticamente. Y lo hicieron apoyándose en Irán”.
Nueva relación con los sunitas
La misma pragmática que se entrevé en las relaciones entre estos países, que ambos definen en términos religiosos, motiva la política actual de Irán. Según Posch, el Gobierno de Teherán hace rato que descartó al régimen de Assad y ahora se trata de coordinarse con el sucesor. Pero le está resultando difícil debido a la política que ha seguido hasta ahora. “Tienen que encontrar la manera de desmarcarse de Assad, algo que al parecer no lograrán tan rápido”, dice Posch.
La posible caída de Assad preocupa a Irán, pues no están bien sus relaciones ni con los Hermanos Musulmanes ni con los demás grupos sunitas. El temor es perder todo contacto con Siria. Y, en consecuencia, dificultar las relaciones con el libanés Hezbolá.
El difícil futuro de Irán
Para Irán se anuncian tiempos difíciles. No se descarta la posibilidad de que toda la energía religiosa que han fomentado sus gobiernos desde la revolución de 1979 se revierta sobre el país. Pues si la región, con el acicate de la guerra civil siria, vuelve a inflamarse religiosamente, Irán acabará más aislado de lo que está ya. Junto con Irak serán los únicos gobiernos chiítas y su posición será débil frente a los vecinos sunitas. Si de recobrar fuerza se trata, la base religiosa no servirá; sus nuevas relaciones deberán tener otro carácter. Y esto, dado el cuño de la República Islámica de Irán, tendrá repercusiones internas.
Por ello, así Steinbach, Irán tiene que intentar salvar la división confesional en la región. Si bien Irán no tiene influencia ninguna en el resultado de esta guerra civil, sí puede intentar contrarrestar el caldeamiento religioso que, probablemente, marcará la futura política siria.
Una carta peligrosa
Ambos especialistas concuerdan: Teherán debe tener cuidado con su política religiosa. Pues Si en Siria se despiertan nuevas energías político-religiosas, éstas podrían encender a los sunitas iraníes, el segundo grupo mayoritario. E Irán tendría, entonces, un grupo opositor poderoso en su propia casa.
Nada de esto es nuevo para Teherán. Así, independientemente de que los secuestrados sean peregrinos o verdaderos agentes del servicio secreto iraní: en el combate contra los rebeldes sirios, Irán está jugando una carta peligrosa. Pues si es Assad quien pierde la guerra, Teherán tendrá que vérselas con un vecino sunita que lo verá con cara de pocos amigos.
Autora: Kersten Knipp/mb
Editora: Emilia Rojas