El carbón pierde la batalla
30 de enero de 2007Negro como el carbón se ve el futuro de las minas de hulla en Alemania. Tras años de discusiones y arduas negociaciones, la coalición de gobierno alemana logró por fin llegar a un acuerdo que pondrá fin a las subvenciones a la extracción de carbón de piedra en el año 2018. Una pequeña puerta de escape dejó el acuerdo, ya que, a instancias del Partido Socialdemócrata que tradicionalmente ha representado a los mineros germanos, la decisión será sometida a revisión una vez más en 2012. Sin embargo, nadie cree que para ese entonces la situación haya cambiado tanto como para revertirla.
Imperativo de la sensatez
La medida resulta a todas luces sensata desde el punto de vista económico. Desde que el estado comenzó a entregar subvenciones para mantener con vida la actividad carbonífera en Alemania, en 1961, la extracción de hulla ha devorado ya cerca de 130 mil millones de euros, según cálculos del Ministerio de Economía de Renania del Norte Westfalia. En la actualidad el monto del aporte fiscal se ha reducirlo gradualmente, pero todavía asciende a casi 2. 500 millones de euros al año.
Al margen del alivio que su supresión significará para el fisco alemán, también las consideraciones ecológicas hablan a favor de despedirse del carbón. Cierto es que los avances tecnológicos permiten pensar hoy en filtros y otros dispositivos para utilizar este combustible en forma menos contaminante, lo que hace que algunos no descarten que tenga un renacimiento en el futuro como fuente energética, en vista de los altos precios del petróleo y el gas natural. Pero los ecologistas se muestran escépticos. Según ellos, hablar de carbón limpio es una contradicción tan grande como pensar en cigarrillos saludables. Por eso, preferirían adelantar incluso el término de las subvenciones y destinar el dinero cuanto antes al fomento de energías renovables.
El fin de un tabú
Los cálculos son fáciles, como subrayó el jefe de Los Verdes, Beinhard Bütikofer: la cuestión es si Alemania debe seguir o no extrayendo carbón a un costo de 300 euros por tonelada, mientras en otros países cuesta sólo 5 euros. ¿Así de simple? Objetivamente sí, pero no desde el punto de vista emocional de las regiones afectadas. Las minas de carbón fueron durante muchos años un tabú, defendido a capa y espada por los sindicatos y políticos de izquierda.
En juego estaban no sólo miles de empleos, sino también una actividad de alta connotación simbólica, porque el carbón fue considerado motor y expresión del famoso "milagro económico alemán". Desde el término de la II Guerra Mundial, en 1945, hasta 1959, la producción de carbón de piedra se duplicó, llegando a las 125 millones de toneladas. Siete años más tarde llegó a su cúspide, con 150 millones de toneladas. Pero la crisis no tardó en aparecer. Entre 1960 y 1980, el número de minas se redujo de 146 a sólo 39. Hoy en día sólo quedan en funciones 8 faenas, que dan empleo a unos 33.000 mineros. Para todos ellos el trabajo está asegurado, ya que se habrán jubilado de aquí al 2018.