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La Comisión decide sobre el maíz 1507

Luis García Casas10 de febrero de 2014

El debate sobre los cultivos modificados genéticamente continúa abierto en la UE. Ocho países miembros los prohíben en su territorio y el Parlamento votó en enero en contra del maíz 1507. Pero se siguen produciendo.

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Symbolbild Mais
Imagen: Fotolia/Mexrix

El Consejo de Asuntos Generales de la Unión Europea, dependiente del Consejo de Europa, votará mañana si se permite o no cultivar en la UE el maíz 1507, modificado genéticamente. El Parlamento Europeo ya votó en contra de su utilización el pasado 16 de enero. Incluso instaba a la Comisión Europea en su resolución a que detuviera los permisos y renovaciones de los cultivos transgénicos hasta que los métodos de evaluación del riesgo sean perfeccionados.

Alemania ha anunciado que se abstendrá en la votación. Esto se interpreta como una falta de consenso entre sus delegados, a pesar de que es uno de los ocho estados miembros que ha prohibido en su territorio el cultivo y comercialización de organismos modificados genéticamente (OMG). También es uno de los países con una importante industria química. Más allá del trámite legal para la introducción de este maíz en concreto, el debate gira en torno sobre a la utilización de este tipo de cultivos y la investigación genética.

¿Qué es el Pioneer 1507?

La multinacional agroquímica Pioneer Hi-Bred presentó en 2001 para su aprobación una nueva especie de maíz, conocido como 1507. Dos de sus genes estaban modificados para, por un lado, producir una toxina que elimine al taladro del maíz como si de un insecticida natural se tratase; y, por otro, para hacerlo resistente a herbicidas con glufosinato (cuyo uso, en cualquier caso, estará prohibido a partir de 2017 en la UE). El trámite fue abandonado durante una década, hasta que el pasado septiembre, a petición de la empresa, las instituciones europeas lo retomaron.

La empresa agroquímica había descrito inicialmente riesgos “insignificantes” en otros insectos no perjudiciales para los cultivos. Sin embargo, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria alertaba de que algunas mariposas y polillas podrían verse afectadas por la exposición al polen del maíz 1507. Y no descartaba que pudiera ser también perjudicial para las abejas, imprescindibles en el proceso de polinización.

Flash-Galerie Gentechnik
Mazorcas de maíz modificadas genéticamente para resistir plagas, frente a convencionales, en una fotografía de transgen.de.Imagen: www.transgen.de

En su nota informativa del 6 de noviembre, la Comisión Europea puntualizaba sobre el hecho de retomar el trámite: “La Comisión no se pronuncia ni a favor ni en contra de ningún organismo genéticamente manipulado en concreto”. Y aclaraba que, simplemente, “como guardiana de los Tratados, la Comisión debe velar por la aplicación de la legislación vigente”. Además recordaba que el maíz MON 801, modificado genéticamente para resistir al piral del maíz, se produce desde 1998 en la UE. Sobre todo en España, con más de cien mil hectáreas de cultivo (nueve décimas partes del total). Y hay casi medio centenar de productos de este tipo aprobados para la producción, por ejemplo, de piensos.

Pros y contras de los transgénicos

Los defensores de estos cultivos argumentan que son más resistentes y, por tanto, económicamente más viables, que pueden ser una gran ayuda en la lucha contra el hambre en el mundo y que ponerles trabas frenaría también la investigación en este campo. Los detractores, en cambio, sostienen que los peligros que pueden entrañar tanto para el ecosistema y la cadena alimentaria en los que se introducen, como para las personas que los ingieren, no están suficientemente estudiados.

Cultivo de maíz en Ucrania.
Cultivo de maíz en Ucrania.Imagen: Fotolia/smereka

El rechazo de los consumidores europeos a los productos modificados genéticamente y la preferencia de los agricultores por competir en el nicho de los cultivos ecológicos, son otros de los argumentos esgrimidos en su contra. La selección genética de las especies cultivables lleva haciéndose desde que el hombre comenzó en el Neolítico a cultivar la tierra, hace más de diez mil años. La investigación en ese terreno data de los tiempos en que Mendel empezó a observar su ya célebres guisantes. Pero la ingeniería genética ha acelerado unos procesos para los que la presión evolutiva había necesitado siglos, y las posibilidades que ofrece ha abierto puertas que, ahora, los científicos y los políticos deben decidir si no es mejor mantener cerradas.