El cine europeo pierde otro maestro: Michelangelo Antonioni
31 de julio de 2007“Por segunda vez en el lapso de 24 horas se queda huérfana la comunidad cinematográfica”. Fueron las palabras que utilizó el director del festival de Cannes, Pilles Jacob, para referirse a la muerte del director italiano Michelangelo Antonioni, dada a conocer un día después de la muerte de otro de los grandes del séptimo arte, Ingmar Bergman. Dos golpes consecutivos para el cine europeo, que pierde a figuras claves en la aventura emocional de retratar el desconcierto y los temores de la sociedad de la posguerra.
Nuevo paradigma estético
Algunos definen a Antonioni como un clásico moderno, otros destacan que abrió nuevos caminos con sus innovaciones estéticas, o incluso le atribuyen un cambio de paradigma en la historia del cine. “Bajo su mirada, realmente cada movimiento de cabeza, cada gesto, cada movimiento de la cámara, se vuelve algo necesario, inamovible, inconfundible”, opinó una vez sobre el Wim Wenders, quien no sólo lo conoció de cerca sino que trabajó codo a codo con el maestro italiano en 1995 en la filmación de “Más allá de las nubes”, una película de 4 episodios que prácticamente fue considerada su despedida; Antonioni había sufrido en 1984 un derrame cerebral, con secuelas de las que nunca se pudo recuperar del todo, a partir de lo cual se sumió cada vez más en el mundo de la pintura.
1995 fue también el año en que Hollywood premió con un Oscar la labor de la vida de este director, que no tuvo más que un gran éxito de taquilla: “Blow Up”. Jack Nicholson, encargado del discurso laudatorio en esa oportunidad, definió así el trabajo del homenajeado: “en las vacías y silenciosas inmensidades del mundo, él encontró metáforas que iluminan los rincones silenciosos de nuestro corazón y descubrió en ellos una extraña y terrible belleza, seria, elegante, enigmática, fantasmal”.
El drama de la soledad
Antonioni se definió una vez como un director que no atraía a las masas. Según sus propias palabras, “la enfermedad de los sentimientos” fue el gran tema de su obra. “Nuestro drama es la creciente soledad y la incapacidad de tener sentimientos verdaderos; y ese drama domina todos mis personajes”, comentó una vez. Y en otra oportunidad apuntó: “siempre hice las mismas películas”.
Es lo que suele ocurrir con los artistas: jamás logran desembarazarse de sus propios fantasmas. En el caso de Antonioni, esos fantasmas, unidos a su estilo de narración fragmentada y su propia estética, dieron a luz más de una veintena de películas que no enriquecieron a los productores, pero sí enormemente al cine del siglo XX.