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El espionaje de China en el mundo

Alexander Görlach.
Alexander Görlach
24 de abril de 2024

Tres personas que presuntamente espiaban para China acaban de ser desenmascaradas en Alemania. ¿Cuán exitosos son los servicios secretos de Pekín?

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La bandera de China ondea ante un edificio blanco.
Imagen de la embajada china en Berlín. Imagen: Hannes P Albert/picture alliance/dpa

Poco después de la visita del canciller alemán, Olaf Scholz, a China, durante la cual se abordó el tema de la protección de secretos comerciales de las empresas germanas, fueron desenmascarados en Alemania tres presuntos agentes que habrían espiado para China. El pasado mes de marzo, la Asamblea Popular Nacional de China aprobó nuevas leyes que obligan a las empresas extranjeras a revelar datos sensibles: medidas coercitivas en el interior, que se corresponden con el espionaje industrial en el exterior.

Una mirada más allá de Alemania ilustra el alcance y la naturaleza del espionaje del gigante asiático. Según un estudio del think tank CSIS, con sede en Washington, las actividades relacionadas con el espionaje han aumentado significativamente desde que el gobernante chino, Xi Jinping, asumiera el poder, en 2012.

Desde entonces, el espionaje chino ya no está impulsado principalmente por motivos comerciales, sino que ha tenido, fundamentalmente, objetivos político-estratégicos. En su informe más reciente, los autores hablan de 224 delitos de espionaje chino conocidos en EE.UU. desde el año 2001, de los cuales, el 69 por ciento han tenido lugar desde la toma de posesión de Xi.

Desde el principio de su mandato, Xi consideró los servicios de inteligencia como agentes de su estrategia global y, como tales, los mejoró y reforzó su equipamiento.

Cada extranjero, un potencial espía

Dentro de China, los servicios de inteligencia operan a cara descubierta, enviando el mensaje de que todo extranjero en el país es un potencial espía de Occidente. Periodistas de la BBC británica resumen así este cambio: "Bajo Xi Jinping, el líder más autoritario de China en décadas, el normalmente reservado servicio de espionaje del país ha elevado drásticamente su perfil público y ampliado sus competencias". Las agencias de inteligencia producen películas de propaganda que pueden verse en todo el país.

Esta paranoia impuesta por el Estado procede de la cúspide del sistema: al igual que su socio y amigo Vladimir Putin, el gobernante Xi se replegó durante los años de la pandemia y en ese tiempo se radicalizó.

Reacciones en el extranjero

A diferencia de la forma de operar otros de servicios secretos, Pekín no apuesta por con contactos establecidos durante largo tiempo, sino que se sirve de informadores que pasan temporadas en el extranjero, como, por ejemplo, estudiantes. Los Institutos Confucio, creados en las universidades y disfrazados de instituciones culturales, actuarían como unidades de espionaje del Partido Comunista. En ellos, se presionaría a los jóvenes para que no hablen mal de China, porque, si lo hacen, su familia podría sufrir las consecuencias.

Alexander Görlach posa con los brazos cruzados.
Alexander Görlach.Imagen: privat

Los servicios secretos de Estados Unidos y Alemania conocen desde hace tiempo la forma de operar de China. Hasta hace unos años, parecía que el mundo libre acabaría aceptando esta forma de espionaje, nada infrecuente, por otra parte. Solo cuando muchas democracias se vieron obligadas a virar su rumbo político ante la creciente agresividad y descaro de China, muchos gobiernos decidieron reducir su dependencia de este país y restringir su acceso a tecnologías sensibles.

Alemania es, hasta ahora, una triste excepción. Como reconoció la revista Foreign Policy tras la visita de Olaf Scholz a China la semana pasada, "el canciller y los socialdemócratas, a diferencia de los socios de coalición de los Verdes y el FDP, parecen alinear su política hacia China totalmente con la voluntad de lasempresas alemanas y no con los intereses de los ciudadanos del país".

La revista criticó que los ministerios de Transporte y Agricultura, representados en la delegación que viajó al país asiático, fueran precisamente aquellos que no abordan la desoladora situación de los derechos humanos en China, sino los que se centran en los intereses comerciales de ambos países. Por su parte, el canciller Scholz no pudo enviar un mensaje político, ya que carece de peso geopolítico, y tuvo que pedir acceso al mercado chino en nombre de la economía alemana. Mientras Xi Jinping logre instrumentalizar hábilmente los intereses de los países democráticos, estos no conseguirán tomar medidas concertadas contra el espionaje de Pekín. (ms/ers)